De c¨®mo un ni?o se interesa por la inmigraci¨®n
Uno de los placeres m¨¢s grandes de los ni?os es acostarse en la cama de sus padres. Como su deseo es poco recomendable por inc¨®modo e insano -f¨ªsica y mentalmente-, se buscan soluciones para que el peque?o entienda que cada cual tiene una cama y que es all¨ª donde debe dormir. Se hacen pactos, claro, y el fin de semana se acepta la visita matutina que sirve de despertador. Curiosamente, este d¨ªa el ni?o se despierta mucho antes de las ocho, cosa impensable en un d¨ªa normal. Pero el pacto es el pacto y los padres tienen que aceptar el juego.
As¨ª las cosas, no es de extra?ar que un d¨ªa el ni?o te interrogue por un alud de personas que no duermen en sus camas, como ¨¦l y su familia, sino en la acera. Y adem¨¢s los ve delante de su escuela, un lunes a las nueve, a punto de entrar en clase. ?No quedamos en que cada cual tiene una cama?
La suerte pasa por esta acera de la avenida de Colom donde se mezclan viajeros, inmigrantes y escolares que van al colegio
Si ustedes pasan cualquier d¨ªa del a?o por la ma?ana delante del Gobierno Civil de Barcelona, encontrar¨¢n una cola de inmigrantes m¨¢s o menos larga que espera turno para sellar o entregar documentos que los saquen de su condici¨®n de ilegales. Pero hasta ayer mismo -ahora la mayor¨ªa se han desplazado a la plaza de Espanya- no hab¨ªa una cola, sino un r¨ªo de gente que esperaba sin rechistar las horas que hicieran falta para obtener un simple sello. El d¨ªa 7 de mayo finaliza el plazo para presentar los papeles que regularicen su situaci¨®n y todos prueban suerte. Y la suerte pasa por esta acera de la avenida de Colom donde se mezclan tambi¨¦n los viajeros de la estaci¨®n de Francia y los escolares que cada ma?ana se dirigen al CEIP Parc de la Ciutadella. Los ni?os est¨¢n acostumbrados a las colas y no les sorprende, aunque muchos d¨ªas el caos sea espectacular. Pero este lunes los peque?os encontraron la cola cinco o seis veces m¨¢s larga, hasta tal punto que daba la vuelta y se perd¨ªa por la avenida de Circumval.laci¨®n. Claro que no era una cola normal, como la de todos los d¨ªas, sino de gente que dorm¨ªa en el suelo encima de papel de diario o de cartones, gente que se despertaba y reanudaba el calvario de seguir all¨ª, uno detr¨¢s de otro, esperando su turno. Papeles y nubes de guata alfombraban el suelo de esta acera convertida desde ayer en cama improvisada para centenares de personas. ?C¨®mo no iban los ni?os a cuestionarse qu¨¦ pasaba?
"Mam¨¢ ?por qu¨¦ est¨¢ todo tan sucio?". Fue la primera pregunta de mi hija de tres a?os cuando sorte¨¢bamos cuerpos y la porquer¨ªa habitual de tanta gente pasando la noche a la intemperie. "Mira, hay unos hombres durmiendo en el suelo", se?alaba con el dedo. "?No deber¨ªan estar en su cama?". Le cont¨¦ que hab¨ªan venido a buscar trabajo y que si dorm¨ªan en sus camas era probable que se quedaran sin conseguirlo y que adem¨¢s se los llevar¨ªan a su pa¨ªs. "?Pero d¨®nde tienen su cama?", segu¨ªa preguntando ella. Le respond¨ª que en su casa, pero que su casa estaba muy lejos. "Entonces les podemos decir a todos que vengan a la nuestra. ?No te parece?". Le dije que era una buena idea, pero que tendr¨ªamos que estudiarlo porque posiblemente no cabr¨ªan. Con esto casi hab¨ªamos llegado a la escuela y se puso a correr para alcanzar a una amiga. Y all¨ª termin¨® su inter¨¦s por la inmigraci¨®n.
De regreso, no pude evitar fisgonear entre la gente de la cola. Casi nadie hablaba castellano; por suerte, encontr¨¦ un joven indio que me explic¨® en ingl¨¦s las peripecias de la noche. No hab¨ªa sido muy dura porque ya no hace fr¨ªo, pero estaban molidos. Hab¨ªa hombres que ya llevaban 15 horas esperando y a¨²n estaban lejos de la oficina. M¨¢s suerte ten¨ªan los que s¨®lo presentaban los papeles de recuperaci¨®n de familiares, porque la cola era mucho menor. Curiosamente, en la cola de informaci¨®n casi no hab¨ªa nadie. Un grupo de polic¨ªas intentaba controlar la situaci¨®n a base de gritos. ?Por qu¨¦ cuando hablan a un inmigrante siempre lo tratan de t¨², mientras que a cualquiera de nosotros nos tratan de usted? Es algo que llevo comprobando desde hace tiempo. Lo mismo ocurre con los revisores, funcionarios, etc¨¦tera. ?Por qu¨¦ los tratan como ignorantes, como imb¨¦ciles que s¨®lo molestan, que no tienen idea de nada? Me pregunto qu¨¦ har¨ªan ellos en un pa¨ªs extranjero sin entender absolutamente nada, muchos ni tan siquiera la letra que designa la puerta donde tienen que ir. Uno de los polic¨ªas vestido con mono azul se molest¨® en contestar a mis preguntas; mientras, su compa?ero amenazaba a los que, fuera de la cola, se paraban a preguntar alguna cosa. "?Circulen! ?Circulen!", gritaba con la cara roja de excitaci¨®n. "?Si no es a las buenas ser¨¢ a las malas!". Yo, que en aquel momento me encontraba a su lado, me sent¨ª sospechosa, no s¨¦ de qu¨¦, pero sospechosa, algo que me ocurre a menudo cuando los tengo cerca.
Unos 400 inmigrantes est¨¢n en huelga de hambre repartidos por toda Barcelona. Piden lo que piden todos, lo que piden siempre: papeles. Y est¨¢n dispuestos a dejarse la piel. Espero que el d¨ªa en que mis hijos entiendan esto los inmigrantes ya tengan su propia cama.
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