Nagel
En la exposici¨®n de Andr¨¦s Nagel (San Sebasti¨¢n, 1947) en la galer¨ªa bilba¨ªna Col¨®n XVI (Henao, 10) hay obras que fueron gestadas en diferentes ciclos creativos. Por ello precisa una atenci¨®n pormenorizada. La mirada debe empezar de nuevo en cada uno de esos ciclos. Las dos obras sobre un paisaje japon¨¦s en diferentes tonos monocromos como fondo, con un martillo y una tenaza en primer plano, respectivamente, al modo de collages, encajan en la ¨®rbita del Nagel m¨¢s conocido, con el atesoramiento de la brillantez de siempre. Donde se torna menos conocido es en las obras donde prueba a impostar graf¨ªas extra?as para dibujar atractivas piernas vampiresas con sueltos zapatos glamurosos. Todo resulta trazado de manera escueta, opaca, sin concesiones, salvo en el tema mismo.
La parte m¨¢s o menos atrabiliaria, muy nageliana la encontramos en tres piezas. Una en ese conjunto imitativo de cuatro pedruscos de c¨®mica blandura (plomo sobre poli¨¦ster y fibra de vidrio), que acaban por representar un cuadrivio de grotesco equilibrio. Otra en, esa especie de ex¨®tica lengua ir¨®nica y humor¨ªstica con forma de mano que burlonamente suelta la exclamaci¨®n en hierro "?OH!" La tercera consiste en un carro met¨¢lico, con una barra fluorescente; uno y otro artefacto se ponen al servicio de una especie de desnudo de oronda f¨¦mina, pero que entre los tajos arbitrarios que lleva y sus formas informes, todo queda en la apariencia de lo que pudo ser algo, pero acaba por no ser nada.
La inclusi¨®n de fotograf¨ªas obedece a dos intenciones bien distintas. Por un lado, nos muestra su estudio de trabajo desde distintos puntos de vista. Y cuando el punto de vista es id¨¦ntico, lo que cambia es la mayor o menor distancia donde coloca la m¨¢quina fotogr¨¢fica. El resultado tiene cierto paralelo con lo que aport¨® el cubismo al arte, la descomposici¨®n de los motivos representados en m¨²ltiples facetas, en lugar de mostrarlos desde un ¨²nico punto de vista fijo, de modo que pudieran verse simult¨¢neamente muchos aspectos distintos de un mismo objeto. Por otro, manipula la fotograf¨ªa de un trozo de calzada de ciudad, con su acera de losetas y un ¨¢rbol, y la presenta en qu¨ªmicas coloraciones asaz diferentes. Estas im¨¢genes le sirven de modelo para crear unas versiones espec¨ªficamente mat¨¦ricas (plomo, poli¨¦ster, fibra de vidrio), con su juego de quitar y poner -espesor y vaciamiento-, con el a?adido de ofrecer una diversificaci¨®n tonal en lo que ata?e al color. Todo encaja en ese estilo tan personal del artista donostiarra.
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