S¨®lo la verdad tiene derechos

Joseph Ratzinger es un te¨®logo que acaba de ser nombrado Papa, nada extra?o entonces que ante un escrito suyo interese m¨¢s lo que dice que c¨®mo lo dice. En su forma de pensar, de argumentar, podemos buscar claves que trasciendan al escrito y permitan vislumbrar c¨®mo el Papa va a reaccionar ante los problemas de su Iglesia y del mundo. Este libro recoge textos ya publicados que hablan de la relaci¨®n de la fe cristiana con la cultura de su tiempo y con otras religiones. No es Ratzinger un pensador que oculte sus cartas, al contrario, ante cada situaci¨®n aplica un esquema muy meditado que revela ese modo de pensar que, debido a su notoriedad actual, va a ser sometido a una investigaci¨®n detectivesca.

Si analizamos el trabajo que

da t¨ªtulo al libro, por ejemplo, encontramos que polemiza con contrincantes de talla, en este caso con la posmodernidad alemana. ?sta ha tomado la forma de un neopaganismo o polimitismo que idolatra la libertad, ensalza el relativismo y cuestiona las pretensiones de verdad. Uno de sus portavoces m¨¢s se?alados es Jan Assmann, un egipt¨®logo que ha reescrito el origen del monote¨ªsmo. En el principio era el polite¨ªsmo hasta que llegaron Akhenat¨®n y Mois¨¦s "el egipcio" con una especie de contrarreforma monote¨ªsta que alter¨® totalmente las relaciones religiosas y el destino de la humanidad. Desde la altura de su monote¨ªsmo empezaron a distinguir entre creencia e increencia.

De la mano de Mois¨¦s entraba en la humanidad una distinci¨®n hasta entonces desconocida: entre verdadero y falso. Nace entonces una idea exclusiva de verdad, un acaparamiento de la universalidad que se traduce en la violencia pol¨ªtica de la religi¨®n que ha marcado el mundo. Assmann y los suyos quieren que los dioses vuelvan de una manera, eso s¨ª, civilizada, es decir, defendiendo la libertad como manda la ilustraci¨®n.

Ratzinger reacciona ante lo que llama "la dictadura del relativismo" con una defensa de la libertad "bien entendida", es decir, con una libertad basada no en la autonom¨ªa del individuo, sino en la verdad. "La verdad" es el hilo conductor de su discurso y en ella invierte lo mejor de su talento de pensador. Su estrategia no consiste en invocar la autoridad infalible de alg¨²n dogma, sino en un discurso registrado al alim¨®n en Atenas y Jerusal¨¦n. Pieza capital de ese armaz¨®n es la identificaci¨®n plat¨®nica entre bien y verdad: sin la idea de verdad no hay manera de distinguir entre lo bueno y lo malo. Luego vienen los padres de la Iglesia que colocaron al cristianismo no del lado de las religiones, sino junto a la filosof¨ªa, es decir, como una posibilidad del conocimiento. Al final el modelo del conocimiento es un reflejo de las relaciones trinitarias, es decir, que pensar bien es pensar "desde" (una exterioridad trascendente), pensar "con" (los dem¨¢s) y pensar "para" (lograr el fin para el que ha sido creado).

Todos estos escritos tienen un poderoso nervio te¨®rico. Est¨¢ claro que para este hombre se podr¨¢ o no estar en desacuerdo con la fe cristiana. Lo que no acepta es que se la banalice con aggiornamentos que la hacen irreconocible. Eso es un punto a su favor. Lo que pasa es que la claridad y contundencia de su esquema teol¨®gico le hace vulnerable a la cr¨ªtica. Su particular cruzada contra todo relativismo le lleva a simplificaciones peligrosas, como la que hace con el autor de la par¨¢bola de los tres anillos, Epfraim Lessing. ?ste no renuncia a la pretensi¨®n de verdad s¨®lo la traduce por b¨²squeda -y no posesi¨®n- "mientras llega el juez dentro de miles y miles de a?os". No es un relativista pues en el "mientras tanto" hay un criterio de verdad: ser bien visto por los dem¨¢s, el reconocimiento por otros.

Un escrito tan decidido co-

mo ¨¦ste obliga a un par de reflexiones cr¨ªticas. El te¨®logo sabe bien que la fe del creyente no es un producto de la raz¨®n, sino un don. Pero como est¨¢ convencido de que lo que cree es verdad, da un paso al frente y exige a la raz¨®n que acepte su visi¨®n del hombre y de la historia. Hacer de esa verdad "la suprema garant¨ªa de la tolerancia" infunde mucho respeto. El paso de propuestas razonables a verdades casi de raz¨®n coloca a Ratzinger en la ¨®rbita del concilio Vaticano I y lejos del Vaticano II. Se echan de menos mediaciones m¨¢s finas entre lo divino y lo humano.

Tampoco han faltado las cr¨ªticas a su esquema mental de corte plat¨®nico. Joseph Ratzinger se defiende invocando la helenizaci¨®n de la misma Biblia, pero no es lo mismo hacer de la justicia el criterio de la verdad que a la verdad, criterio de justicia, que es lo que ¨¦l sostiene sin desmayo. Para empezar la tradici¨®n prof¨¦tica ti?e la verdad de compasi¨®n, algo que no aparece en estas 240 p¨¢ginas. De ah¨ª las cr¨ªticas a la impasibilidad de una teolog¨ªa que desenfunda la verdad con inusual ligereza.

Eso le ocurri¨® en 1998, durante un c¨¦lebre debate p¨²blico con Baptist Metz, b¨¢varo de origen como ¨¦l, pero ideol¨®gicamente en el lado opuesto. Alguien le ech¨® en cara la inmisericordia de la Iglesia con los homosexuales, divorciados, amenazados del sida, j¨®venes embarazadas...

Ratzinger no neg¨® la dureza del trato. Exigi¨®, eso s¨ª, respeto a su postura porque estaba "contra cualquier dictadura doctrinal". A la vista de lo que ha hecho con los disidentes, queda la duda sobre si su constante invocaci¨®n de la verdad era protesta contra la dictadura doctrinal o expresi¨®n de la misma. La soluci¨®n, ma?ana.