Recordar el horror

Hizo ayer exactamente 60 a?os, una divisi¨®n blindada del III Ej¨¦rcito estadounidense liberaba a los supervivientes del campo de concentraci¨®n de Mauthausen, entre ellos, a los 2.000 republicanos espa?oles que a¨²n se manten¨ªan con vida, de los 7.000 que fueron hasta all¨ª llevados a lo largo de los a?os. Su peripecia, que al menos para la generaci¨®n de quien esto firma fue aireada por Montserrat Roig en un libro imprescindible, Catalans als camps de concentraci¨®, y luego tambi¨¦n en varios reportajes, tiene ahora por fin su primer filme documental de estreno normal, ¨¦ste M¨¢s all¨¢ de la alambrada que retrata las penosas e inhumanas condiciones en que se viv¨ªa en los campos del nazismo.

Tiene m¨¦rito que quien se ponga tras la c¨¢mara para contar esas peripecias sea un joven que este mismo a?o cumple los 30. Y tal vez sea por eso que su autor, Pau Vergara, no se entretiene tanto en contar actos de hero¨ªsmo (al fin y al cabo, como afirma uno de los entrevistados en el filme, "los ¨²nicos h¨¦roes son los muertos") como en recrear las condiciones de la cotidianidad, en rescatar de los ya ancianos supervivientes los restos de memoria de unos hombres que hab¨ªan perdido una guerra civil, que luchaban en otra, la II Guerra Mundial, y que acabaron en manos alemanas. Es una pel¨ªcula humilde, cuyo mayor m¨¦rito, en estos tiempos de desconfianza de la memoria y de la Historia, es su mera existencia; y a sus protagonistas debemos cuanto menos el respeto y la honra que merecen siempre los luchadores por un ideal: por su entereza y por su capacidad, o su suerte, de estar aqu¨ª para contarlo.