Nada de nada
Hubo que esperar hasta el ¨²ltimo n¨²mero, el ¨²ltimo, para que Diego el Cigala cantara razonablemente. La bien pag¨¢ fue el t¨ªtulo. Aquella creaci¨®n impagable de Miguel de Molina tuvo en El Cigala un int¨¦rprete de calidad, que le ech¨® nervio y pasi¨®n. Nervio y pasi¨®n que no hubo en el resto del recital, que dur¨® una hora con las propinas.
Diego el Cigala est¨¢ imponiendo un dejarse ir, un cantar con el m¨ªnimo esfuerzo que no va a conducirle a ninguna parte. Andaba evidentemente desganado, canti?eando a media voz, diciendo las cosas m¨¢s que poni¨¦ndoles m¨²sica. Todo sonaba m¨¢s o menos lo mismo: tangos, buler¨ªas, incluso el taranto...; todo ven¨ªa a ser lo mismo, una musiquilla que ten¨ªa poco que ver con el flamenco, que sonaba casi igual siempre y que dec¨ªa muy poco a la audiencia.
A coraz¨®n abierto: Diego el Cigala
Con Manuel Parrilla y Paquete Porrinas (guitarras) y Losada (percusi¨®n). C¨ªrculo de Bellas Artes. Madrid, 4 de mayo.
Aunque la audiencia aplaudi¨®, desde luego. La audiencia aplaude siempre, y esto es lamentable porque en el flamenco hay muchas ocasiones, muchas, en que debiera hacer todo lo contrario. El recital de Diego el Cigala fue de una tristeza y una monoton¨ªa sin paliativos, un ejemplo de lo que no debe hacerse en p¨²blico. Pero lo hacen y adem¨¢s les aplauden, as¨ª que deben encontrarse felices y satisfechos.
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