"No nos enga?emos, la literatura pesa poco en el mundo"
La entrevista tiene lugar en su residencia de Palo Alto, California, en una zona de valles, lagunas y colinas frondosas. A media milla de distancia, emerge de entre la vegetaci¨®n la silueta encalada de Hoover Tower, se?alando la ubicaci¨®n de Stanford University, donde Tobias Wolff (Alabama, 1945) da clases de escritura creativa. Es un hombre lleno de energ¨ªa, que derrocha simpat¨ªa a raudales. Ha escrito varias colecciones de relatos, g¨¦nero del que es un maestro consumado, y dos libros de memorias, Vida de este chico (1989), conmovedora evocaci¨®n de los dif¨ªciles a?os de su primera adolescencia, y En el ej¨¦rcito del fara¨®n (1994), impresionante ejercicio de honestidad y lucidez sobre su experiencia como marine en Vietnam, de la que regres¨® con la sensaci¨®n de que, como tantos j¨®venes de su generaci¨®n, hab¨ªa sido v¨ªctima de un terrible enga?o. Mientras otros emprendieron el descenso hacia los abismos de la autodestrucci¨®n, Tobias Wolff dio comienzo a una brillante carrera literaria. Entre los dos libros de memorias que dan cuenta de su vida quedaba un hueco que, para sorpresa de sus seguidores, el escritor decidi¨® colmar por medio de una novela. En ella cuenta sus experiencias en un internado de Nueva Inglaterra donde, a diferencia de lo que ocurr¨ªa en el mundo exterior, la literatura era una religi¨®n, y los escritores los dioses que daban forma y sentido a la existencia.
PREGUNTA. ?C¨®mo surgi¨® Vieja escuela?]]>
RESPUESTA. Es una reflexi¨®n acerca de la vocaci¨®n literaria, c¨®mo nace y madura a una edad temprana. Se basa en recuerdos personales de los a?os que pas¨¦ siendo adolescente en una instituci¨®n de ¨¦lite. Con cierta periodicidad recib¨ªamos la visita de grandes autores y cada vez que aquello ocurr¨ªa lo viv¨ªamos como un gran acontecimiento. El director era amigo personal de Hemingway. Vino a vernos gente de la talla de Robert Frost y William Golding... entre muchos otros. Mi novela es un intento de captar aquel mundo en miniatura, de entender los procesos que conducen al misterio de la creaci¨®n literaria; retrato las amistades que surg¨ªan entre j¨®venes aspirantes a escritores; la envidia y la competitividad que las erosionaba; la mezcla de ilusi¨®n, inocencia y ambici¨®n que cristaliza en el deseo de escribir algo que tenga un valor duradero. Intento comprender en su ra¨ªz los mecanismos que llevan a elegir un oficio tan solitario como la escritura.
P. Usted es autor de varias colecciones de relatos y de dos libros de memorias, pero hasta ahora nunca hab¨ªa publicado una novela.
R. Le voy a confesar algo. Vieja escuela no es mi primera novela. Hace muchos a?os, y esto ni siquiera se lo dije a mis editores norteamericanos, publiqu¨¦ una novela en el Reino Unido. Jam¨¢s la he incluido en la lista de mis obras, porque, hablando claro, era muy mala. Ojal¨¢ me la hubieran rechazado, pero no fue as¨ª. Al principio me llev¨¦ una gran alegr¨ªa, por supuesto, pero al cabo de un a?o me sonrojaba con s¨®lo recordar que exist¨ªa. Los encargados de hacer la publicidad de Vieja escuela no sab¨ªan nada de esto, y por eso la anunciaron como la primera novela de Tobias Wolff, pero en realidad no es as¨ª, y prefiero decirle la verdad.
P. ?Qu¨¦ le atrae del relato?
R. La inmediatez, la concisi¨®n, la econom¨ªa expresiva, pero hay una cosa en especial que me interesa mucho. Hay algo en la esencia del relato que hace que, cuando es bueno de verdad, contin¨²e resonando en nuestra conciencia mucho tiempo despu¨¦s de que hayamos terminado de leerlo. Los grandes maestros del cuento provocan ese efecto en el lector: Ch¨¦jov, Maupassant, Von Kleist, Flannery O'Connor, Katherine M. Porter, Hemingway, Carver, Fitzgerald... La huella que dejan sus historias en la sensibilidad del lector es muy duradera. Es muy similar al recuerdo que deja en nosotros una experiencia que hemos vivido. Es algo muy curioso, se produce un efecto de fermentaci¨®n que nos hace identificarnos con la historia como si se tratara de algo que nos hubiera ocurrido. Es muy extra?o, pero muchas veces los grandes relatos operan as¨ª. Es como si de repente record¨¢ramos algo. Con la novela no ocurre eso. En el proceso de lectura de una novela la memoria no interfiere de la manera que acabo de describir.
P. ?Qu¨¦ ocurre entonces?
R. Pongamos por caso la descripci¨®n de la batalla de Borodino que hace Tolst¨®i en Guerra y paz. El lector tiene una experiencia sensorial completa. Vemos a miles de soldados avanzando en el campo de batalla, percibimos el ruido y el humo de los ca?ones, vemos c¨®mo se llevan a los heridos en carreta, a Napole¨®n agazapado en su capa, a Zukhov, el general campesino, haciendo sus c¨¢lculos estrat¨¦gicos. Pero todo eso ocurre en la mente del lector, porque si se piensa bien, lo ¨²nico que tiene delante son unos signos negros sobre la superficie blanca del papel. Eso es lo que ocurre cuando lector y autor se encuentran a un nivel muy profundo. Y a eso es a lo que aspira todo escritor de verdad. Con las obras maestras se produce una fusi¨®n creativa irrepetible entre el escritor y el lector. La gran literatura consigue arrastrarnos al interior de la vida de otros individuos. Cuando pasamos mucho tiempo con una gran obra, nos resistimos a acabarla. Hay una raz¨®n para que eso sea as¨ª. El mundo en el que hemos habitado durante tanto tiempo es real para nosotros y no podemos soportar la idea de abandonarlo.
P. Hay quienes sostienen que aunque Vieja escuela]]> es una obra de ficci¨®n, transmite la misma sensaci¨®n de autenticidad que ]]>Vida de este chico]]> y ]]>En el ej¨¦rcito del fara¨®n,]]> sus libros de memorias. ?Por qu¨¦ cree que es as¨ª?
R. Todos recordamos hechos id¨¦nticos de manera distinta, sobre todo cuando se trata de acontecimientos importantes. Yo creo que ni siquiera mis enemigos se atrever¨ªan a poner en tela de juicio la veracidad de los hechos que refiero, aunque puedan discrepar en cuanto a su significado. El escritor de memorias est¨¢ obligado a dar cuenta de la verdad tal como la recuerda. Hay una disciplina rigurosa en ello. Cuando se escribe una novela se dispone de una libertad total. Lo que pasa es que Vieja escuela est¨¢ impregnada de recuerdos. ?stos constituyen un sustrato sobre el que la imaginaci¨®n va aplicando capas ficcionales, pero el sustrato de verdad est¨¢ ah¨ª. Tuve que omitir muchas cosas, toda la cuesti¨®n de la sexualidad en el internado, porque le confer¨ªa un car¨¢cter amorfo a la novela y me obligaba a llevarla por otros derroteros. Yo quer¨ªa centrarme en cuestiones relacionadas con la creaci¨®n literaria. Pero s¨ª, el libro est¨¢ escrito de tal manera que no me extra?a que muchos lectores caigan en la trampa de creer que est¨¢n leyendo algo autobiogr¨¢fico. Lo hice de manera deliberada, procurando provocar el efecto de sustituci¨®n entre lo vivido y lo fingido que le describ¨ª antes a prop¨®sito del relato breve.
P. ?Le sorprenden a veces sus propios personajes?
R. Constantemente. La idea que ten¨ªa de la novela cuando la empec¨¦ no tiene nada que ver con el resultado final. Un ejemplo sintom¨¢tico es la cuesti¨®n de la importancia de la clase social en la escuela. Era una instituci¨®n de ¨¦lite, pero se supone que una vez que entr¨¢bamos, se olvidaban las diferencias de clase. La mayor¨ªa de los alumnos proven¨ªan de familias ricas, y yo estaba all¨ª gracias a una beca. El mito de la igualdad pervivi¨® en m¨ª durante mucho tiempo. Tanto que, ya empezada la novela, segu¨ªa creyendo en ¨¦l. Y entonces, en una conversaci¨®n, hablando de la novela con una amiga, me dijo: "Siendo de clase humilde entre gente tan rica, le habr¨¢s dado mucha importancia a eso", y le respond¨ª sorprendido que no, que el tema no se abordaba en ning¨²n momento. Pero luego, al volver a casa en coche, me di cuenta de que estaba construyendo la novela sobre un presupuesto completamente falso. Comprend¨ª que, despu¨¦s de todos los a?os que hab¨ªan pasado, me segu¨ªa tragando el mito de la igualdad. Y lo peor es que ten¨ªa una fuerza incluso maligna, porque era algo soterrado. Por supuesto que hab¨ªa diferencias de clase, y eran importantes y hac¨ªan mella en nosotros. Tuve que empezar la novela de nuevo. Lo digo a t¨ªtulo ilustrativo, porque en Vieja escuela se abordan temas parecidos, acerca de aspectos de nuestras vidas que ocultamos y lo que permitimos que salga a la luz. Desde un punto de vista estrictamente narrativo, el final de la novela me cogi¨® completamente por sorpresa. Jam¨¢s se me hab¨ªa ocurrido que fuera a terminar as¨ª, pero cuando llegu¨¦ ah¨ª, comprend¨ª que era inevitable. La novela me sorprendi¨® a m¨ª mismo casi a cada paso. Y si quiere que le diga la verdad, eso es positivo. Si lo que escribes no te sorprende, mala se?al. Quiere decir que lo que tienes entre manos probablemente no sea muy bueno.
P. La novela se estructura en torno a las visitas que efect¨²an a la escuela Robert Frost, Ayn Rand y Ernest Hemingway. ?Por qu¨¦ eligi¨® a esos escritores?
R. Los tres eran figuras formidables, que ejercieron una influencia enorme sobre la literatura de su tiempo, pero que representaban cosas muy distintas. Robert Frost era el poeta vivo m¨¢s importante de Estados Unidos. Su poes¨ªa es de una profundidad y belleza incomparables y hasta el d¨ªa de hoy la sigo leyendo. Ten¨ªa su lado oscuro, aunque a ¨¦l no le gustaba que los cr¨ªticos y los lectores m¨¢s agudos se lo recordaran, prefer¨ªa dar otra imagen de s¨ª mismo. Fue el ¨²nico de los tres que de verdad vino a la escuela. Ayn Rand me interesaba por otras razones. Son poqu¨ªsimos los autores que llegan a gozar de una popularidad como la suya. Sus libros, originalmente escritos en los a?os cuarenta, llegaban a millones y millones de lectores, y hoy d¨ªa siguen estando en todas las librer¨ªas de Estados Unidos. Toda mi generaci¨®n ley¨® los libros de Ayn Rand, aunque no todo el mundo cay¨® en la trampa. Yo sucumb¨ª a su hechizo durante a?o y medio. Luego me di cuenta de que era una escritora deleznable, pero eso es precisamente lo que me interesa de ella, c¨®mo consigue hechizar a tanta gente a pesar de eso. Por lo que se refiere a Hemingway, sencillamente era un dios, y no s¨®lo en Estados Unidos. Fue una figura m¨ªtica en todas partes, en Rusia, en Espa?a... En la historia literaria de mi pa¨ªs no ha habido nadie con m¨¢s proyecci¨®n que ¨¦l, de modo que no me quedaba m¨¢s remedio que darle el lugar preeminente de mi novela. Por otra parte, al margen de las razones literarias, me interesaba la meticulosidad con que los tres crearon sus propios mitos. Hicieron de s¨ª mismos personajes de leyenda, y no permit¨ªan el menor intento de desenmascararlos. Eso era un acicate narrativo de gran inter¨¦s para m¨ª. Puesto que hicieron personajes de s¨ª mismos, yo me tom¨¦ la libertad de usarlos como tales en mi novela. Me document¨¦ de manera exhaustiva. Lo le¨ª todo acerca de ellos, su obra, sus cartas, sus diarios, sus biograf¨ªas, las biograf¨ªas de la gente que los trat¨®. Lo que les hago decir en Vieja escuela se corresponde de manera fehaciente con sus personas p¨²blicas y literarias.
P. Su retrato de Hemingway oscila entre la parodia y el homenaje.
R. ?l mismo es responsable en parte del rechazo que suscit¨®, por su pose, sus salidas y sus actuaciones p¨²blicas, pero su obra lo redime de todo. El mejor Hemingway alcanza una altura inconmensurable. El Hemingway de las historias de Nick Adams, Adi¨®s a las armas, El sol tambi¨¦n sale..., es insuperable. Su presencia sigue siendo formidable. Sus enemigos no pueden deshacerse de ¨¦l. Es imposible hablar de Raymond Carver o de Cormac MacCarthy, dos de los escritores norteamericanos contempor¨¢neos m¨¢s importantes, sin hablar de ¨¦l. No habr¨ªan existido sin Hemingway. Y en cuanto a que lo parodio, es verdad, pero la parodia es una forma de homenaje. Adem¨¢s, la parodia s¨®lo es posible cuando hay un estilo de envergadura detr¨¢s. A muchos escritores de hoy ser¨ªa imposible parodiarlos. Con Hemingway, Carver, MacCarthy, Scott Fitzgerald, Faulkner, es otra cosa. Aparte de que parodiar a Hemingway es un ejercicio saludable y divertido, la belleza y calidad de su obra la hacen inmune a ese tipo de juegos.
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