Tierra de frontera
El autor describe el rico pasado musulm¨¢n y cristiano de la localidad jiennense de Alcal¨¢ la Real
La provincia de Ja¨¦n, por su orograf¨ªa e historia, tiene algunos pueblos con vocaci¨®n ciudadana que parecen vivir de espaldas a la capital, en una proyecci¨®n lejana hacia otros espacios y tiempos: And¨²jar, antesala de C¨®rdoba; Linares, de inspiraci¨®n industrial y distante; Baeza y ?beda, con el recuerdo castellano a sus espaldas, y Alcal¨¢ la Real, de mirada estr¨¢bica perdida entre los mundos musulm¨¢n y cristiano y el pasado esplendoroso y el futuro incierto.
A Alcal¨¢ la Real, una de las paradas obligadas de la llamada Ruta del Califato que une C¨®rdoba con Granada, hay que acercarse despacio, en una escaramuza imaginaria de guerrero antiguo que pretende tomarla por sorpresa. Para ello, lo mejor es olvidarse de los itinerarios recomendados y, partiendo de Ja¨¦n, tomar calmadamente la sinuosa carretera que va a Valdepe?as para, m¨¢s adelante, desviarse a la izquierda hacia Frailes, o continuar por Castillo de Locub¨ªn. En ambos casos se descubren unos lugares ins¨®litos de monta?as y valles plagados de encinas, nogueras, cerezos y otras especies que rompen con el tradicional paisaje de olivar. Son unos parajes que, quitando la espantosa cantera en la Sierra de La Pandera, se encuentran casi v¨ªrgenes, a salvo todav¨ªa de las "puestas en valor" y los "referentes" que tan nocivos han resultado para las sierras de Cazorla y Segura, en esa inveterada manera de malvender nuestros recursos primordiales como son el aceite y la naturaleza.
La llegada a Alcal¨¢ por esa ruta, despu¨¦s de haber dejado pueblos peque?os y parajes semidesiertos, la singularidad de duplicar la sensaci¨®n de ciudad que produce, es como, si de repente, te encontraras en una capital de provincias de principios del siglo pasado. Esa impresi¨®n es absoluta en la calle que va entre las laderas de La Mota y las Cruces y se llama Carrera de las Mercedes. Se inicia en la hermosa fuente del Pilar de Los ?lamos y discurre hasta la Iglesia de Consolaci¨®n. En ella se conservan, salvo alg¨²n pegote reciente y penoso, la mayor parte de los edificios de esa ¨¦poca y que se debieron, en gran medida, a la iniciativa de un simple maestro de obras de nombre Manuel L¨®pez o Manuel de la Morena. En ellos se respira un aire lejano de la Gran V¨ªa granadina, probablemente porque ambas estuvieron habitadas por una misma clase social de burgues¨ªa agraria y por la cercan¨ªa, no s¨®lo geogr¨¢fica, entre las dos ciudades.
El car¨¢cter de esa calle cambia en cuanto nos trasladamos por las que discurren en las dos laderas que la flanquean. En ellas se aprecia el cl¨¢sico urbanismo de trazados estrechos y empinados que, entre casas peque?as y blancas, te llevan a rincones apacibles, alterados ¨²nicamente por el energ¨²meno motorizado de turno -no s¨¦ por qu¨¦ gozan de total impunidad en todas partes- o por el mal gusto de las edificaciones y reformas de nuevo cu?o. Es una l¨¢stima que con el apreciable esfuerzo que emplea el Ayuntamiento en recuperar este patrimonio de indudable valor no impida ciertas cosas. A veces es tan necesario el hacer como el evitar que se haga, sobre todo cuando de manera evidente rompen con el entorno y el sentido est¨¦tico. Habr¨ªa que establecer un permiso del buen gusto al tiempo que la licencia de obras para poder construir en determinados sitios.
A pesar de ello, y olvidando el aspecto monumental que es numeroso, importante y bien restaurado -no se olvide su papel en la historia y que fue Abad¨ªa independiente- el estado de conservaci¨®n del casco urbano es m¨¢s que aceptable y resulta muy recomendable darse un paseo por ¨¦l, especialmente por los vericuetos que te llevan a la obligada visita de la fortaleza de La Mota, sin dejar de lado algunas tiendas donde adquirir productos de la tierra como jam¨®n, queso y un vino que, aun de cuidada elaboraci¨®n, todav¨ªa est¨¢ por definir para que adquiera una identidad propia.
La Mota bien merece una visita pausada, sin prisas. La fortaleza, habitada desde tiempos de los ¨ªberos y los romanos, fue objeto de una intensa remodelaci¨®n cuando pas¨® a ser plaza fuerte y fronteriza del reino nazar¨ª de Granada y m¨¢s tarde cuartel de las tropas cristianas durante la reconquista. El conjunto arqueol¨®gico de la alcazaba acoge los rastros de las primitivas barriadas y la torre del Homenaje es Museo Arqueol¨®gico.
En resumen, Alcal¨¢ la Real se merece una larga visita, bien aprovechando cualquiera de los eventos culturales que se organizan, tales como los Encuentros ?tnicos de la Sierra Sur, Etnosur, en el mes de julio, o el Festival de T¨ªteres para Adultos, Titereal (el ¨²nico de estas caracter¨ªsticas en Andaluc¨ªa), que se inici¨® el pasado viernes y se prolonga hasta el pr¨®ximo fin de semana con la presencia de ocho compa?¨ªas de seis pa¨ªses.
Tambi¨¦n se puede disfrutar de las muchas rutas que, en bicicleta o andando, se est¨¢n adecuando y que son, desde mi particular punto de vista, donde deber¨ªan cargar las tintas para desarrollar un turismo verde en condiciones y que, a la postre, es el que menos deteriora y m¨¢s beneficios deja y a lo que contribuir¨¢ la buena infraestructura de alojamientos rurales que se ha establecido. Y es que por el t¨¦rmino alcala¨ªno se distribuyen hasta 14 aldeas y numerosas caser¨ªas y cortijadas en parajes de gran valor paisaj¨ªstico. Parajes como Mures, Ermita Nueva o la Hoya de Charilla, en cuya aldea -llamada Sajral Walad en ¨¦poca andalus¨ª- se hall¨® un importante tesoro hispanomusulm¨¢n.
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