Revolucionario Galileo
Coches sin conductor, robots aut¨®nomos, m¨®viles que localizan con exactitud a la gente. El ambicioso sistema de posici¨®n por sat¨¦lite Galileo, el mayor proyecto tecnol¨®gico en que se embarca Europa, le planta cara al GPS de EE UU. Traer¨¢ en siete a?os una revoluci¨®n.
Conocer la propia posici¨®n puede ser muy ¨²til en una traves¨ªa del desierto, en la selva o en el mar. Y aplicada a objetos, esa informaci¨®n ha servido desde guiar misiles hasta para detener delincuentes. Pero la Uni¨®n Europea asegura que a¨²n se puede sacar mucho m¨¢s partido al hecho de saber el lugar preciso del planeta en que uno se encuentra. Un sistema de navegaci¨®n por sat¨¦lite que d¨¦ la posici¨®n con m¨¢s exactitud que los ya disponibles, y del todo fiable, podr¨ªa crear un mercado de muchos cientos de millones de usuarios, estima la UE. Lo bastante como para que Europa se haya lanzado a desarrollar el mayor proyecto tecnol¨®gico de su historia, el ¨²nico programa espacial que involucra a todos los pa¨ªses europeos, incluidos los 10 reci¨¦n llegados. Se llama Galileo, estar¨¢ operativo a principios de la pr¨®xima d¨¦cada y sus responsables tienen una larga lista de aplicaciones en la cabeza: autom¨®viles que se conducen solos, un tr¨¢fico a¨¦reo mucho m¨¢s denso porque los aviones vuelan m¨¢s cerca entre s¨ª, flotas de transportes -taxis, camiones, barcos, trenes- mucho m¨¢s eficaces y seguras, robots aut¨®nomos. Y eso sin contar lo que a¨²n no est¨¢ inventado.
Ahora mismo vuelan a miles de kil¨®metros de altura los alrededor de 30 sat¨¦lites de los sistemas Glonass, ruso; y GPS, estadounidense. Este ¨²ltimo, que empez¨® a desarrollar el Departamento de Defensa estadounidense en los setenta, es el m¨¢s famoso, el que nutre a los receptores hoy d¨ªa en el mercado. Aunque originalmente se pens¨® en usos exclusivamente militares, las empresas que participaron en el desarrollo del GPS se dieron cuenta pronto de las posibilidades de negocio y presionaron para que hubiera una se?al GPS p¨²blica, de menos calidad que la militar; en 1995, la Administraci¨®n de Clinton confirm¨® que la habr¨ªa, y gratis. La mejor plataforma publicitaria para el GPS fue la guerra del Golfo: la escasez de receptores militares oblig¨® al Gobierno estadounidense a usar receptores civiles, lo que demostr¨® las excelentes prestaciones de esa se?al abierta. El mercado civil empez¨® entonces a despegar, y a¨²n no ha dejado de crecer.
Hoy usan 'gepeeses' los monta?eros para no perder el rumbo, pero tambi¨¦n los marinos, los autobuses urbanos o los mensajeros. Hace un a?o, la cooperativa Radio Tel¨¦fono Taxi, de Madrid, instal¨® receptores en su flota: en un mes, la compa?¨ªa declaraba atender un 40% m¨¢s de servicios y ofrec¨ªa la posibilidad de pagar la carrera desde el tel¨¦fono m¨®vil. Y hablando de tel¨¦fono m¨®vil, desde hace unos meses la compa?¨ªa Telef¨®nica Movistar, servicio Movistar Ruta, ofrece la posibilidad de conectarse a un programa de navegaci¨®n -basado, por supuesto, en GPS- que gu¨ªa al usuario con un mapita en la pantalla del tel¨¦fono, e incluso mediante la voz, hasta su destino; pronto incluir¨¢ adem¨¢s informaci¨®n de tr¨¢fico, lo que incluye atascos, accidentes o localizaci¨®n de radares o puntos negros en la carretera. Y eso sin contar las aplicaciones en que se recurre al GPS sin que lo sepa el usuario final. Como los sistemas de navegaci¨®n por sat¨¦lite se basan en medidas muy precisas del tiempo, tambi¨¦n sirven, por ejemplo, para sincronizar operaciones globales: desde transacciones bancarias hasta las tarificaciones de servicios de cobertura internacional como la telefon¨ªa m¨®vil.
Si todo esto existe ya, ?por qu¨¦ se mete de lleno Europa, en concreto la Uni¨®n Europea y la Agencia Europea del Espacio (ESA), en algo parecido? "Porque no podemos depender de un sistema que no es nuestro, que no garantiza el servicio", explica Javier Benedicto, responsable del proyecto Galileo en la ESA, por tel¨¦fono desde la sede de este organismo en Holanda. "El GPS sigue siendo un sistema estadounidense con finalidad principalmente militar, susceptible de ser interrumpido o sus prestaciones degradadas en cualquier momento" si as¨ª lo decide el Pent¨¢gono. O como dice Luis Mayo, consejero de la empresa espa?ola Galileo Sistemas y Servicios: "El GPS es como la lluvia: sabes que va a llover, pero no puedes garantizar exactamente cu¨¢ndo, d¨®nde y cu¨¢nto".
Es esa falta de seguridad la que impide llevar adelante toda una serie de aplicaciones en que se pide garant¨ªa total. "La navegaci¨®n por sat¨¦lite ha pasado a ser ya el m¨¦todo est¨¢ndar de navegaci¨®n en el mar, y en un futuro pr¨®ximo su uso se extender¨¢ a tierra y aire", explica la ESA en su p¨¢gina web. "Si ma?ana se apagaran las se?ales, muchas tripulaciones tendr¨ªan que volver a los m¨¦todos tradicionales de navegaci¨®n. Y dentro de unos a?os, cuando la navegaci¨®n por sat¨¦lite se haya extendido a¨²n m¨¢s, las implicaciones de un fallo ser¨¢n a¨²n mayores; afectar¨¢n a la seguridad humana". Tambi¨¦n podr¨ªa ocurrir que el Departamento de Defensa estadounidense interrumpiera o provocara interferencias en la se?al de GPS de uso p¨²blico -manteniendo s¨®lo la militar- en un caso de "amenaza para la seguridad", puesto que se reserva el derecho a hacerlo. Aunque nunca se ha reconocido oficialmente, muchos usuarios de zonas cercanas a la ex Yugoslavia declararon problemas en el servicio durante el conflicto bosnio.
Con esta premisa no se puede confiar en el GPS para, por ejemplo, tratar de aumentar el tr¨¢fico a¨¦reo permitiendo que los aviones vuelen m¨¢s cerca entre s¨ª, algo posible si se conociera su posici¨®n con mucha precisi¨®n -y con garant¨ªas de que no hay fallos-. Tampoco son posibles, en general, aplicaciones que impliquen una transacci¨®n econ¨®mica, como la tarificaci¨®n del uso de carreteras.
Pero las ventajas te¨®ricas del futuro sistema europeo no son s¨®lo la garant¨ªa del servicio y la independencia frente a EE UU. "Galileo tendr¨¢ un impacto social muy importante", dice Benedicto. "Habr¨¢ receptores Galileo en todos los medios de transporte, p¨²blicos y privados. Habr¨¢ m¨¢s de uno por domicilio. Acabar¨¢ siendo una revoluci¨®n, como Internet". Un aspecto clave de esta expansi¨®n ser¨¢ el matrimonio con los tel¨¦fonos m¨®viles de tercera generaci¨®n. Un escenario en que una madre en casa consulta el m¨®vil para saber con precisi¨®n d¨®nde est¨¢ su hijo peque?o es, para Benedicto, "perfectamente imaginable" -de hecho ya hay aparatos parecidos, que se sirven del GPS, como un reloj-localizador de la empresa estadounidense Wherify Wireless, pero de prestaciones limitadas-. Y tambi¨¦n llegar¨¢ algo muy visto en la ciencia-ficci¨®n: coches que van solos, con sus ocupantes tranquilamente dedicados a cualquier otra cosa menos a conducir. "La precisi¨®n de la se?al de Galileo ser¨¢ tal que un veh¨ªculo podr¨¢ conocer su posici¨®n exacta en la carretera y la distancia que lo separa de otros veh¨ªculos; los usuarios podr¨¢n conocer con precisi¨®n la situaci¨®n del tr¨¢fico, y su receptor Galileo calcular¨¢ la hora exacta de llegada al destino", explica Benedicto.
Ninguno de los dos ¨²ltimos ejemplos ser¨ªa posible con GPS. En el primer caso, porque el GPS no funciona dentro de los edificios, ni se entiende directamente con el m¨®vil. Galileo s¨ª lo har¨¢. Y con GPS no se podr¨ªa conducir de forma autom¨¢tica un coche simplemente por la falta de precisi¨®n -y de fiabilidad en el servicio-. La se?al p¨²blica del sistema estadounidense informa de la posici¨®n con un error de una decena de metros. En la se?al m¨¢s precisa de Galileo, p¨²blica pero de pago, el error se prev¨¦ que sea de algunos cent¨ªmetros -en la gratuita, en torno a un metro-. Galileo podr¨ªa usarse incluso como base para un sistema de gu¨ªa de invidentes.
Teniendo en cuenta que el futuro sistema europeo dar¨¢ cobertura con ese mismo grado de precisi¨®n en todo el planeta, el mercado pinta muy goloso. Las estimaciones que barajan la ESA y la Uni¨®n Europea son nada menos que 1.800 millones de usuarios de sistemas de navegaci¨®n global en 2010, y el doble en 2020. M¨¢s en concreto, se espera que Galileo cree 150.000 puestos de trabajo, y que sus servicios de pago generen 10.000 millones de euros anuales. Un balance muy positivo, considerando que Galileo costar¨¢ unos 3.200 millones de euros a la UE y la ESA.
Galileo es una constelaci¨®n de 30 sat¨¦lites -27 en uso m¨¢s tres de reserva- situados a unos 23.600 kil¨®metros de altura. Estar¨¢n dispuestos de tal manera que el receptor de un usuario en tierra ver¨¢ siempre cuatro sat¨¦lites como m¨ªnimo. La idea es que el receptor detecte las ondas de radio de cuatro o m¨¢s sat¨¦lites y calcule la diferencia m¨ªnima en los tiempos de llegada; de ah¨ª saca la distancia a cada sat¨¦lite, y sus propias coordenadas. Es un principio muy simple, pero que no ser¨ªa posible sin una medici¨®n muy precisa del tiempo: cada sat¨¦lite Galileo llevar¨¢ en su interior varios relojes at¨®micos -obra de suizos- que miden el tiempo con una precisi¨®n de una milmillon¨¦sima de segundo.
No falta mucho para que vuelen los primeros sat¨¦lites. El grueso de la constelaci¨®n Galileo, operativa sobre el papel a finales de 2010 -los expertos retrasan la fecha uno o dos a?os-, se lanzar¨¢ en la siguiente fase del programa, a partir de 2008, pero antes de eso volar¨¢n dos sat¨¦lites experimentales -el primero se lanzar¨¢ este a?o- y otros cuatro ya con el dise?o final. En diciembre de 2004, la UE y la ESA firmaron con Galileo Industries la construcci¨®n de estos primeros cuatro sat¨¦lites.
Ha costado mucho llegar hasta ah¨ª. Galileo empez¨® a gestarse a principios de los noventa, y sus primeros pasos han sido lentos. "Lo m¨¢s dif¨ªcil ha sido poner de acuerdo a todos los pa¨ªses", dice Benedicto, una de las pocas personas en el proyecto desde las fases iniciales. Lo cierto es que Galileo ha superado varios escollos graves. Uno de ellos fueron las fricciones entre pa¨ªses relativas al liderazgo, resueltas con una soluci¨®n diplom¨¢tica: Galileo Industries, la empresa internacional que lidera el desarrollo de la constelaci¨®n, tiene ahora dos sedes oficiales, en Roma y en M¨²nich (Alemania). Otra fuente de retrasos fueron las discusiones respecto a la participaci¨®n de cada pa¨ªs en la parte del programa financiado por la ESA, que muchos quer¨ªan que fuera mayor. Espa?a aspiraba a participar en un 11%, finalmente lo har¨¢ en alrededor de un 10,25%.
Otro gran escollo ha sido el enfrentamiento con EE UU, que en 2002 declaraba oficialmente que no ve¨ªa la "necesidad apremiante" para Galileo porque GPS "cubre las necesidades de los usuarios en un futuro pr¨®ximo". Adem¨¢s, EE UU alegaba motivos de seguridad, como que Galileo podr¨ªa ser utilizado en la pr¨¢ctica por "enemigos potenciales" en caso de conflicto. Tras muchas negociaciones, el acuerdo, alcanzado en junio de 2004, permite que tanto la UE como EE UU inhabiliten la se?al de ambos sistemas en ¨¢reas de conflicto b¨¦lico. A cambio, ambos sistemas ser¨¢n compatibles, con lo que en la pr¨¢ctica los usuarios contar¨¢n con un total de 54 sat¨¦lites de navegaci¨®n, haciendo uso combinado de Galileo y GPS.
"Toda la industria europea ve Galileo como una oportunidad muy buena, pero ha costado mucho arrancar", se lamenta Mayo. Su empresa, GMV, ha sido uno de los contratistas principales a escala europea de Egnos, un sistema precursor de Galileo con importante participaci¨®n espa?ola, que consiste en mejorar la se?al de los sat¨¦lites GPS, y que pronto empezar¨¢ a funcionar.
Galileo est¨¢ ahora en su fase de desarrollo y "validaci¨®n en ¨®rbita". Cuando llegue la fase de despliegue, ya habr¨¢ una importante participaci¨®n privada: ser¨¢ un concesionario el que se ocupe de poner en marcha el sistema y explotarlo durante 25 a?os. La Empresa Conjunta Galileo (GJU en sus siglas inglesas), formada por la UE y la ESA, seleccionar¨¢ en los pr¨®ximos meses este concesionario, que deber¨¢ aportar dos tercios de los aproximadamente 2.100 millones de euros que se estiman necesarios para completar la constelaci¨®n. Hay todo un torbellino industrial al respecto, y, en realidad, se espera que sea s¨®lo el principio. "Las inversiones necesarias para el despliegue son s¨®lo una fracci¨®n de las que se llevar¨¢n a cabo en los pr¨®ximos a?os para poner a disposici¨®n de los usuarios nuevos servicios y aplicaciones", aclara Mayo.
?Generar¨¢n los sistemas de navegaci¨®n cambios en la forma de vida equiparables a los de Internet o los m¨®viles? ?Podr¨ªa convertirse en una nueva herramienta en manos del Gran Hermano? Para Benedicto est¨¢ claro que "Galileo no se podr¨¢ usar como sistema de vigilancia" en tanto en cuanto el propietario del receptor no es localizado si ¨¦l no quiere. Pero, ?y si se planta un receptor en su coche? En EE UU esa pr¨¢ctica, con o sin permiso judicial previo, ha conducido ya a que se resuelvan varios casos; mientras unos equiparan la pr¨¢ctica a una simple forma m¨¢s de seguimiento policial, otros lo consideran una violaci¨®n de la intimidad. Mayo no lo ve as¨ª: "No creo que Galileo represente cambios significativos. Hoy d¨ªa ya es posible localizar un m¨®vil con bastante precisi¨®n en una ciudad. La Ley Oficial de Protecci¨®n de Datos cubre este tipo de supuestos".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.