La filosof¨ªa en la escuela
El anteproyecto de Ley Org¨¢nica de la Educaci¨®n (LOE), presentado por la ministra de Educaci¨®n y Ciencia, entre otros cambios, reduce la presencia de la filosof¨ªa en el bachillerato sustancialmente. La historia de la filosof¨ªa desaparece sin m¨¢s, y la filosof¨ªa de 1? de bachillerato deja de ser obligatoria para los alumnos de letras y queda en un barniz de humanidades para los de ciencias. Si a ello se a?ade la anulaci¨®n de la ¨¦tica en 4? de la ESO -recordemos que la ¨¦tica es filosof¨ªa moral- y la adscripci¨®n de la Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa a diversas ¨¢reas, s¨ªntoma inequ¨ªvoco del car¨¢cter de "mar¨ªa" de una asignatura, es evidente que aquellos a quienes corresponde juzgan que la filosof¨ªa en la escuela, entendida ¨¦sta en los diversos niveles, casi est¨¢ de m¨¢s. Juicio del que discrepo, con todos mis respetos, y no s¨®lo por razones gremiales, que al fin y al cabo tienen y exhiben todos los gremios, sino por razones p¨²blicas que quisiera exponer.
?Tiene alg¨²n papel la filosof¨ªa en los tiempos que corren, cuando la imagen no vale m¨¢s que mil palabras, por supuesto, pero tiene m¨¢s influencia que ellas? ?Es importante aprender a filosofar desde la escuela, dicho as¨ª, en esta forma de infinitivo que indica acci¨®n, ejercicio, actividad? A mi juicio, cuatro tareas, al menos, hacen a la filosof¨ªa imprescindible en el proceso de socializaci¨®n y es de ellas de las que quisiera hablar.
Aprender a filosofar ayuda a las gentes -y ¨¦sta ser¨ªa la primera tarea- a recuperar el pulso de la reflexi¨®n, haciendo un alto en el camino para llegar a saberse a s¨ª mismas y apropiarse de sus mejores posibilidades vitales, que es, a fin de cuentas, en lo que consiste la libertad.
El esclavo -dec¨ªa Hegel con raz¨®n- es esclavo porque no se sabe a s¨ª mismo. Y es dif¨ªcil saberse a s¨ª misma en una civilizaci¨®n acelerada, vertida al exterior, cuando monopolizan nuestra vida el correo electr¨®nico, el tel¨¦fono m¨®vil, el contestador, las mir¨ªadas de exigencias burocr¨¢ticas, las turbulencias del mundo econ¨®mico, no digamos del teatro pol¨ªtico, y as¨ª casi al infinito. Es dif¨ªcil y, sin embargo, convertirse en art¨ªfice de la propia vida, anticiparse al futuro y ganarle la mano, elegir las mejores posibilidades con vistas a la felicidad, sigue exigiendo ese autoexamen del que ya hablaba S¨®crates y que se ha hecho tan extra?o en el mundo cotidiano.
Excitar la capacidad cr¨ªtica es otra de las misiones de la filosof¨ªa desde sus or¨ªgenes, acostumbrarnos a discernir entre lo que pasa y lo que deber¨ªa pasar, arrumbando los dogmatismos y fundamentalismos que se blindan ante la argumentaci¨®n. Dogmatismos y fundamentalismos religiosos, sin duda, pero tambi¨¦n los pol¨ªticos y los econ¨®micos, el fundamentalismo de las gentes eternamente plegadas a los hechos ("las cosas son as¨ª y no pueden ser de otra manera"), de los insufribles beatos de lo "socialmente correcto", el maloliente dogmatismo de los poderosos en cada uno de los ¨¢mbitos de la realidad social y de sus cobistas y esquiroles.
Ejercer la capacidad cr¨ªtica realmente desde convicciones racionales abiertas a la argumentaci¨®n exige conocer esos criterios que el filosofar ha ido descubriendo a lo largo de su historia y que nos permiten distinguir entre lo que resulta inaceptable por no estar a la altura de la dignidad humana y lo necesario para proteger y fomentar esa misma dignidad. Forjarse el propio criterio exige conocer lo m¨¢s granado de los existentes.
Para ello es imprescindible ejercitarse en esa tercera tarea de la filosof¨ªa que es el arte de la argumentaci¨®n. En la costumbre, tan sana como poco usual, de apoyar las propias posiciones con argumentos, es decir, con razones que otras personas puedan comprender y aceptar o rechazar, asimismo, con argumentos. No parece haber otro modo de potenciar esa b¨²squeda desprevenida de lo verdadero y lo justo, que convierte a las masas en pueblos, preocupados por descubrir en serio lo mejor y por forjarse una cierta voluntad com¨²n a trav¨¦s del debate abierto y libre.
Fomentar una opini¨®n p¨²blica razonante a trav¨¦s de la argumentaci¨®n, la capacidad de deliberar en serio en comit¨¦s, comisiones y en el espacio abierto por los medios de comunicaci¨®n, es una de las misiones de la filosof¨ªa, indispensable para que una sociedad sea realmente pluralista y democr¨¢tica.
Como lo es tambi¨¦n para forjar ciudadanos que puedan saberse y sentirse como libres e iguales, siendo ¨¦ste de la ciudadan¨ªa el hilo conductor por el que Occidente ha optado en los ¨²ltimos tiempos para educar desde un punto de vista ¨¦tico. El caso de Espa?a es un ejemplo claro.
En efecto, en el a?o 1978, cuando la Constituci¨®n Espa?ola reconoci¨® expresamente que nuestra sociedad es moralmente pluralista y, por lo tanto, que el Estado debe ser laico, se plante¨® -entre otros- el problema de la educaci¨®n moral en la escuela p¨²blica. ?Era inaceptable seguir educando moralmente? Responder afirmativamente a esta pregunta era imposible, porque cualquier educaci¨®n transmite siempre valores morales, sea expl¨ªcitamente, sea impl¨ªcitamente, a trav¨¦s de lo que se ha llamado "el curr¨ªculum oculto", y no es de recibo que un pa¨ªs democr¨¢tico transmita valores de tapadillo.
Por otra parte, educar en habilidades y conocimientos est¨¢ muy bien, pero es esencial formar al que maneja unas y otros para que los emplee con buenos fines. Sin embargo, ?qu¨¦ son buenos fines en una sociedad moralmente pluralista?
A fines de los setenta y en los ochenta proliferaron las propuestas de educaci¨®n moral, desde la clarificaci¨®n de valores al procedimentalismo de Kohlberg, el "saco de virtudes" y tantas otras. Y poco a poco se fue conviniendo, al comp¨¢s del mundo occidental, en que las comunidades pol¨ªticas tienen la obligaci¨®n de educar en los valores ¨¦ticos propios de un ciudadano democr¨¢tico, e incluso de articular la ense?anza en los centros p¨²blicos de forma que eduquen en los valores ¨¦ticos de una ciudadan¨ªa democr¨¢tica: desde ellos deber¨ªa orientarse el ejercicio de los conocimientos y las habilidades.
Tal acuerdo no se produjo sin cr¨ªticas, claro est¨¢. Exist¨ªa el temor bien fundado desde algunos sectores de que educar en la ciudadan¨ªa se convirtiera en una "mar¨ªa" llamada a formar ciudadanos domesticados, sabedores ahora de los valores de la Constituci¨®n, como antes se pretendi¨® que lo fueran de los Principios del Movimiento a trav¨¦s de la Formaci¨®n del Esp¨ªritu Nacional.
A fin de cuentas, todos los reg¨ªmenes del mundo han dicho que el suyo es el mejor, pero la manera de lograr que lo sea es que los alumnos sepan por qu¨¦ esos valores y no otros, que se ejerciten en la cr¨ªtica, la argumentaci¨®n y en el saberse a s¨ª mismos. Que reciban el legado ¨¦tico de esos valores con la libertad de saber que se los transmitimos porque creemos que son los mejores, pero son ellos quienes tienen que hacer aut¨®nomamente sus vidas.
Si ciudadano es quien hace su propia vida, el que no es vasallo ni siervo, a¨²n menos esclavo, y la hace junto a los que son sus iguales, sus conciudadanos, en el seno de la comunidad pol¨ªtica, m¨¢s le vale degustar los valores de la ciudadan¨ªa sabiendo no s¨®lo el "qu¨¦", sino tambi¨¦n y sobre todo el "porqu¨¦". M¨¢s le vale no quedarse en aprender los valores de las constituciones, y espabilarse a saber "dar raz¨®n" de los que elige.
En caso contrario, por mucho que aprenda de biotecnolog¨ªas, que habr¨¢n cambiado prodigiosamente en cuanto entre en la vida adulta, ser¨¢ incapaz de forjarse un criterio para discernir entre las que potencian la dignidad o la debilitan, porque al fin y al cabo, "cr¨ªtica" significa "discernimiento". De todo esto se ocupa, am¨¦n de la filosof¨ªa, una asignatura de 4? de la ESO que llevaba por t¨ªtulo ?tica. Una asignatura que, aunque escasa de tiempo, ten¨ªa y sigue teniendo su pleno sentido.
Y, por ¨²ltimo, la pregunta inevitable: ?qui¨¦nes han de realizar en la escuela estas tareas de la filosof¨ªa? ?De qu¨¦ color es el caballo blanco de Santiago? Pues tan el caballo es blanco como esas tareas han de hacerlas los profesores de filosof¨ªa, que para eso han cursado los estudios que capacitan para ello, incluidas la ¨¦tica y la filosof¨ªa pol¨ªtica en lo que afecta a la Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa y a la ?tica; como son los profesores de matem¨¢ticas los que han de ocuparse de integrales y logaritmos, y del reinado de Isabel II, los de historia.
Fomentar la reflexi¨®n, la libertad, la cr¨ªtica, el ejercicio de la raz¨®n p¨²blica y de la ciudadan¨ªa es, a mi juicio, la riqueza que hoy puede aportar ese a?ejo saber, al que desde Grecia se viene llamando "filo-sof¨ªa", "aspiraci¨®n o amor a la sabidur¨ªa". En el proceso de formaci¨®n es a todas luces imprescindible.
Adela Cortina es catedr¨¢tica de ?tica y Filosof¨ªa Pol¨ªtica de la Universidad de Valencia y directora de la Fundaci¨®n ETNOR.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.