Un gigante del f¨²tbol
Se despide Hierro en un viejo club ingl¨¦s, en el coraz¨®n de las Islas, donde el f¨²tbol comenz¨® a convertirse en el fen¨®meno social que es hoy en d¨ªa. En el Bolton Wanderers ha conocido una vertiente del f¨²tbol muy diferente a la que se asocia con el Real Madrid, en el que Hierro se consagr¨® como un defensa excepcional. Apur¨® su ¨²ltimo aliento como jugador para empaparse de la m¨ªstica de la Liga inglesa, cuyo magnetismo est¨¢ relacionado todav¨ªa con el mito del regreso a las fuentes del f¨²tbol, a un modo peculiar de vivir la profesi¨®n, algo parecido al sentimiento de la pureza original del juego frente a las excesivas demandas que prevalecen en los grandes equipos del continente.
Son muchos los futbolistasque sue?an con colgar las botas en Inglaterra. Es el viaje que los jugadores se deben intimamente a s¨ª mismos por el simple hecho de amar el f¨²tbol. Piensan en un estilo todav¨ªa rudimentario en muchos equipos, en el ambiente apasionado que se vive en los estadios, en los ritos que presiden los partidos, en los peculiares v¨ªnculos que se establecen entre los clubes y sus aficionados, en la energ¨ªa que se despliega. Piensan, en definitiva, que merece la pena sentir todo aquello que so?aban de chicos. All¨ª se ha enfundado Hierro su ¨²ltima camiseta, blanca como la del Madrid, con una historia mucho menos grandiosa, pero un largo y honorable pasado. Un buen lugar para retirarse.
Se le ha visto esta temporada con las limitaciones f¨ªsicas propias de un hombre de 37 a?os. El precio de la edad no ha ocultado todo aquello que distingui¨® a Hierro en sus mejores d¨ªas. Se le ve¨ªa sufrir cuando persegu¨ªa a los rivales o quer¨ªa girarse frente a jugadores 15 a?os m¨¢s j¨®venes que ¨¦l. Sin embargo, hab¨ªa algo admirable en la voluntad de imponerse a sus carencias f¨ªsicas. Hasta el ¨²ltimo partido demostr¨® su impresionante coraje competitivo. No ha habido nada de pat¨¦tico en su ¨²ltimo viaje ingl¨¦s. Todo lo contrario. El club quer¨ªa renovarle el contrato y sus compa?eros le han rogado que permaneciese una temporada m¨¢s. Pero no. Hierro ha completado su ¨²ltimo viaje en el f¨²tbol.
En versi¨®n reducida si se quiere, ha mostrado todos los recursos que le hicieron uno de los mejores futbolistas del mundo: su impecable toque, la precisi¨®n de sus pases, su poder¨ªo como cabeceador en el juego de ataque y en el defensivo, la inteligencia para maquillar su lentitud con la colocaci¨®n adecuada, su temible pegada de media distancia.
Al fondo, cada partido en el Bolton tra¨ªa el recuerdo de un futbolista casi inigualable que vivi¨® consumido por lo que verdaderamente deseaba y apenas nunca consigui¨®: jugar en el medio campo y explotar su capacidad goleadora, certificada especialmente durante el periodo de Antic como entrenador del Madrid. As¨ª se sent¨ªa Hierro, pero en la memoria quedar¨¢ como otra cosa, como un gigante de la defensa, el mejor que ha producido el f¨²tbol espa?ol. Ha sido un central con alma de delantero. Ansiaba el gol, pero termin¨® por aplicar toda su sabidur¨ªa al arte de la defensa. En el Madrid se erigi¨® en la clase de futbolista que marca una ¨¦poca. Un jugador irreemplazable. Nadie mejor que el sufriente Madrid de las dos ¨²ltimas temporadas puede dar fe de ello.
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