El fracaso de la c¨¢rcel
La mano dura contra los pandilleros ha llenado las prisiones de Centroam¨¦rica, pero no ha reducido la violencia
Durante a?os, los Gobiernos y las sociedades de Centroam¨¦rica menospreciaron el problema. Cuando se dieron cuenta del peligro, las maras (pandillas) hab¨ªan rebasado la capacidad de respuesta del Estado. Se dispararon todas las alarmas. Hoy, una gran parte de la poblaci¨®n admite que son un problema serio de seguridad.
Honduras tiene siete millones de habitantes, y en los ¨²ltimos cuatro a?os se han registrado 14.000 homicidios, seg¨²n datos del Ministerio de Seguridad. Expertos como el soci¨®logo Mauricio Gaborit, de la Universidad Centroamericana (UCA) de El Salvador, aseguran que Honduras tiene uno de los ¨ªndices m¨¢s altos de homicidios en el mundo (45,7 homicidios por cada 100.000 habitantes). En muchos casos los cad¨¢veres aparecen mutilados, descuartizados, degollados, con las manos atadas atr¨¢s, con un tiro en la nuca, o con otras huellas de violencia s¨¢dica. Las pandillas se organizan en clikas, equivalentes a las c¨¦lulas de un partido pol¨ªtico. Cada clika tiene entre 15 y 50 pandilleros, que obtienen dinero con la extorsi¨®n. En Tegucigalpa y San Pedro Sula, las dos principales ciudades, llegaron a controlar rutas de transporte p¨²blico y se apoderaban de una parte de la recaudaci¨®n. M¨¢s de un ch¨®fer que se neg¨® a colaborar fue acribillado.
La religi¨®n es lo ¨²nico que respeta la mara y es la v¨ªa de escape de los que dejan la pandilla
Las maras dejan huella en pintadas con sus s¨ªmbolos para marcar el territorio. Tanto el lenguaje verbal -alteran el orden de las s¨ªlabas y usan palabras en ingl¨¦s mal pronunciadas-, como el corporal -gestos con las manos y brazos-, son indescifrables para la mayor¨ªa de la poblaci¨®n.
La respuesta de los Gobiernos ha sido la mano dura. El presidente hondure?o, Ricardo Maduro, que perdi¨® un hijo, secuestrado y asesinado por delincuentes comunes, bas¨® su campa?a en el lema "Honduras segura". En 2003 aprob¨® la reforma del art¨ªculo 332 del C¨®digo Penal, conocida popularmente como ley antimaras, que establece penas de 20 a 30 a?os de prisi¨®n para la asociaci¨®n il¨ªcita. Las detenciones masivas han llenado las c¨¢rceles de pandilleros, la mayor¨ªa a la espera de juicio.
Antes del endurecimiento de la ley, hubo un intento de di¨¢logo entre el Gobierno y las pandillas, con la mediaci¨®n del obispo de San Pedro Sula, R¨®mulo Emiliani. Representantes de las dos maras m¨¢s fuertes, MS-13 y M-18, se sentaron en la mesa con una delegaci¨®n gubernamental. Fue un fracaso. Desde entonces, las im¨¢genes m¨¢s difundidas en la televisi¨®n son las acciones policiales a la caza de pandilleros, en los que participa el ministro de Seguridad, ?scar ?lvarez, y en ocasiones, el presidente Maduro. La inseguridad fortalece las posturas m¨¢s radicales, como la del presidente del Congreso hondure?o, Porfirio Lobo, favorito en las elecciones presidenciales de finales de a?o. Su lema de campa?a es la reimplantaci¨®n de la pena de muerte "para los cr¨ªmenes que van m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites de tolerancia". Promete convocar un plebiscito si no logra la mayor¨ªa necesaria en el Congreso.
Con las leyes de mano dura en Honduras o supermano dura en El Salvador, una parte de la juventud de estos pa¨ªses est¨¢ en la c¨¢rcel, nuevo escenario de la violencia de las pandillas. La peor parte la llevan los mareros peseteados, que renuncian a la mara con la esperanza de conseguir alg¨²n beneficio. Muchos de ellos han sido asesinados. "No tenemos los espacios para protegerlos y el hacinamiento provoca situaciones incontrolables", reconoce Jaime Banegas, director de Centros Penales de Honduras. En la oficina del director de la Penitenciaria Nacional de Tamara, la mayor del pa¨ªs, hay un gr¨¢fico con el listado de reclusos y su divisi¨®n por categor¨ªas, que se?ala que la capacidad del centro es de 1.800 internos y que la poblaci¨®n carcelaria es de 3.380 presos.
Banegas libra una guerra sin cuartel contra la corrupci¨®n. Desde enero, ha destituido a 24 polic¨ªas y ha relevado a la mayor¨ªa de autoridades penitenciarias. Los penales son un coladero de armas, tel¨¦fonos m¨®viles y droga. Con este arsenal todo es posible cuando cae la noche y los carceleros salen de los m¨®dulos. La historia reciente de los presidios hondure?os registra dos matanzas de pandilleros en los ¨²ltimos tres a?os. En la granja-penal El Porvenir hubo 69 presos muertos por asfixia y acribillados por las balas de la polic¨ªa en 2002. Dos a?os m¨¢s tarde, un incendio en la c¨¢rcel de San Pedro Sula acab¨® con la vida de 107 reclusos de la MS-13.
"La c¨¢rcel es una escuela del crimen", dice Mario Fumero, reverendo evangelista de origen espa?ol que fund¨® a finales de los setenta el proyecto Victoria, dedicado a la rehabilitaci¨®n de mareros, drogadictos y ni?os de la calle. En la sala de actos, el reverendo Fumero y la directora del proyecto, Rosa Aguilera, re¨²nen en la sala de actos a los 50 j¨®venes del centro. Su mirada denota una mezcla de curiosidad y desconfianza. Casi todos proceden de hogares donde faltaba el padre, la madre o los dos, han consumido crack, pegamento y coca¨ªna, han pasado por la c¨¢rcel y aseguran que su futuro est¨¢ en manos de Dios, "con la ayuda de la Biblia". La religi¨®n es la ¨²nica causa que la mara respeta y se ha convertido en la v¨ªa de escape de los que abandonan la pandilla.
"Los que salen del centro lo tienen bien dif¨ªcil. Hay una marafobia. Para el Gobierno y la sociedad, un pandillero sigue siendo un pandillero, aunque est¨¦ rehabilitado", comenta el reverendo Fumero. Las estad¨ªsticas del proyecto Victoria indican que el 40% de los j¨®venes termina el programa y son considerados rehabilitados. De ellos, el 20% y 30% recae.
"El 65% de los chicos rehabilitados terminan muertos", asegura la andaluza Aguas Oca?a de Maduro, primera dama de Honduras y presidenta ad honorem del Instituto para la Infancia y la Ni?ez. La esposa del presidente opina que la mano dura ha aportado tranquilidad a los habitantes de los barrios pobres, pero reconoce que el Estado no ha conseguido dar una salida a los mareros que tratan de reinsertarse. Los tatuajes son el mayor lastre. Aguas Oca?a predica con el ejemplo. Ha adoptado a varios ni?os de la calle y est¨¢ decidida a comprar con fondos de la oficina de la primera dama y de Taiwan una m¨¢quina para eliminar tatuajes con rayos l¨¢ser.
El Salvador tiene 1,8 millones de j¨®venes de entre 14 y 24 a?os. Seg¨²n ?scar Bonilla, presidente del Consejo Nacional de Seguridad, un tercio de los delitos cometidos en el pa¨ªs tiene que ver con pandillas, que suman unos 25.000 miembros en una poblaci¨®n de seis millones de habitantes. Frente a quienes cantan victoria por el supuesto ¨¦xito de la pol¨ªtica de mano dura, Bonilla vaticina que en los pr¨®ximos cinco a?os el fen¨®meno de las maras ir¨¢ en aumento. En su opini¨®n, la mano dura no es una soluci¨®n por s¨ª sola: "Hay que buscar incentivos para que los j¨®venes no se integren en las pandillas. ?Por qu¨¦ un joven entra en la mara? Encuentra m¨¢s afecto, hay buena comunicaci¨®n entre sus miembros. Aunque las reglas son muy r¨ªgidas, la pandilla es para muchos como una familia, te da todo".
Bonilla fue representante del Frente Farabundo Mart¨ª de Liberaci¨®n Nacional (FMLN) en Europa en los a?os de la guerra en El Salvador. La c¨¢rcel de Chalatenango est¨¢ en un territorio que fue dominio inexpugnable de la guerrilla. Le pregunto a Josu¨¦, l¨ªder pandillero, qu¨¦ futuro imagina. "El destino lo forja a uno. S¨®lo Dios y el destino saben. Me temo que estar¨¦ en el penal lo que me queda de vida. Pienso qu¨¦ har¨ªa en las calles si por equivocaci¨®n me dejaran libre. Despu¨¦s de 10 a?os en la c¨¢rcel casi no me acuerdo c¨®mo es la calle. ?Qui¨¦n me dar¨ªa trabajo? Nadie".
Grupos de exterminio
Un joven inform¨¢tico caminaba una noche por una calle de Choluteca (Honduras), cuando de repente varios individuos armados le cerraron el paso. "S¨²bete la camiseta", le espetaron. Quer¨ªan comprobar si ten¨ªa tatuajes. No era el caso. "Cu¨ªdate, por aqu¨ª andan muchos mareros", advirtieron aquellas voces extra?as.
Veh¨ªculos sin matr¨ªcula, con los cristales ahumados, ocupados por individuos con pasamonta?as que exhiben amenazadores sus fusiles AK-47, act¨²an de noche en los barrios m¨¢s calientes de Tegucigalpa y San Pedro Sula, a la caza de presuntos pandilleros. Grupos de exterminio asesinan impunemente a j¨®venes mareros, y suelen dejar como tarjeta de visita una nota clavada en el pecho de la v¨ªctima con un pu?al y un texto siniestro: "Uno menos".
Tom¨¢s Andino, coordinador regional de la ONG Save the Children, coincide con diversos sectores independientes que velan por los derechos humanos al afirmar que estos asesinatos son el resultado de "una acci¨®n encubierta de grupos de exterminio del crimen organizado y de agentes policiales que se dedican a darle una soluci¨®n final a este fen¨®meno, eliminando f¨ªsicamente a sus miembros". Informes oficiales y no gubernamentales, as¨ª como el testimonio de Asma Jahangir, relatora especial de la Comisi¨®n de Derechos Humanos de la ONU, dan cuenta de la participaci¨®n de agentes y ex agentes de los cuerpos de seguridad hondure?os en tales muertes. La oficial Mar¨ªa Luisa Borjas fue destituida de la Polic¨ªa Nacional tras denunciar que 20 altos oficiales estaban involucrados en asesinatos de menores.
Como culminaci¨®n de un a?o particularmente violento, el 23 de diciembre de 2004, un autob¨²s que circulaba por San Pedro Sula fue ametrallado en una acci¨®n sin precedentes en Honduras, que caus¨® 28 muertes inocentes. Los asesinos dejaron un cartel, altamente sospechoso, que pretend¨ªa comprometer a una pandilla.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.