Adelante hacia el D¨ªa de la Victoria
Tras las celebraciones habidas en todo el continente para conmemorar el 60? aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial en Europa, est¨¢ claro que los pueblos europeos tienen un pasado compartido, pero no com¨²n.
Sesenta a?os despu¨¦s, el recuerdo de la guerra que hay aqu¨ª, en Varsovia, sigue siendo irreconciliable con el de Mosc¨². Pero tampoco tiene nada que ver con la discreta nostalgia de Londres con su Volveremos a vernos
[un programa de la BBC sobre los veteranos de la guerra]. Los recuerdos de los antiguos prisioneros en los campos de concentraci¨®n japoneses son lo ¨²nico en lo que la memoria brit¨¢nica se aproxima a los horrores de la degradaci¨®n cotidiana que plagan los recuerdos de polacos o rusos.
"Quien controla el pasado controla el futuro" era la f¨®rmula del r¨¦gimen totalitario, seg¨²n Orwell. Ahora es "quien fabrica nuestra visi¨®n del pasado puede influir en el futuro"
Fue necesario un gran esfuerzo colectivo para que los franceses compaginaran los recuerdos de la Resistencia con los del colaboracionismo
Recuerdo que, al d¨ªa siguiente a la ca¨ªda del muro, vi en Berl¨ªn esta pintada: "Hasta hoy no hab¨ªa terminado verdaderamente la guerra"
Para los rusos, la guerra comenz¨® en 1941; para los polacos y los brit¨¢nicos, en 1939. Para Vlad¨ªmir Putin, el 9 de mayo de 1945 significa el final de la Gran Guerra Patri¨®tica, en la que el Ej¨¦rcito Rojo liber¨® del fascismo -s¨ª, liber¨®-, casi sin ayuda, la mayor parte de Europa. Para la mayor¨ªa de los estonios, los lituanos y los letones significa el paso de una ocupaci¨®n totalitaria a otra, de los nazis a los s¨®viets.
En realidad, deber¨ªamos hablar de varias Segundas Guerras Mundiales, no de una sola. Un plural que no s¨®lo es v¨¢lido entre unos pa¨ªses y otros, sino dentro de cada naci¨®n. Me encuentro no demasiado lejos de donde estaba el gueto de Varsovia. Todav¨ªa hoy, los recuerdos de guerra de un jud¨ªo polaco y un polaco no jud¨ªo pueden ser tremendamente distintos. Lo mismo ocurre con los recuerdos alemanes. El pasado fin de semana hubo una peque?a manifestaci¨®n neonazi en Berl¨ªn. El ex terrorista de izquierdas Horst Mahler, en la actualidad un radical en el otro extremo del espectro, dijo que el instante de la rendici¨®n alemana en 1945 significaba "el d¨ªa de la muerte de Europa". Sin embargo, el monumento al Holocausto inaugurado el martes en el coraz¨®n de Berl¨ªn representa a la gran mayor¨ªa de los alemanes de hoy, con su lucha para hallar el equilibrio justo entre el sentido de la responsabilidad hist¨®rica por el nazismo y el debido respeto hacia los sufrimientos de sus compatriotas, incluidos quienes murieron como consecuencia de los bombardeos angloamericanos o fueron expulsados de sus hogares por rusos y polacos.
Fue necesario un enorme esfuerzo de mitolog¨ªa colectiva para que los franceses pudieran compaginar los recuerdos de la Francia de la Resistencia y Charles de Gaulle y la Francia colaboracionista del mariscal P¨¦tain. Si cruzamos el Mediterr¨¢neo por un momento, nos encontramos con que los argelinos conmemoran el 8 de mayo de 1945 como el aniversario de la matanza del S¨¦tif, cuando una manifestaci¨®n para celebrar la victoria se convirti¨® en una marcha a favor de la independencia de Argelia y desemboc¨® en un ba?o de sangre y una intervenci¨®n brutal de las fuerzas francesas de seguridad.
?Un pasado com¨²n? ?Ni hablar! Las guerras de la memoria empezaron el mismo d¨ªa en el que acab¨® la Segunda Guerra Mundial, y han continuado desde entonces. Hoy, con la entrada de los Estados de Europa central y del este en la Uni¨®n Europea y la OTAN, ha cambiado su forma. Los europeos del centro y el este ofrecen sus versiones del pasado a trav¨¦s de los principales ¨®rganos de lo que antes llam¨¢bamos "Occidente". Al hacer del desfile de la Plaza Roja una mera etapa entre Letonia, los Pa¨ªses Bajos y Georgia, el presidente Bush demuestra preferir su versi¨®n de la historia que la de Putin. Incluso la Comisi¨®n Europea, normalmente tan t¨ªmida, ha emitido un comunicado en el que, al tiempo que expresa otros sentimientos m¨¢s a gusto del l¨ªder ruso, dice: "Recordamos... a los muchos millones para quienes la Segunda Guerra Mundial no fue el final de la dictadura, y para quienes la verdadera libertad no lleg¨® hasta la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn".
Sobre estas versiones contrapuestas del pasado se est¨¢n construyendo futuros. "Quien controla el pasado, controla el futuro", era la f¨®rmula del r¨¦gimen totalitario seg¨²n Orwell. En Europa, ya no vivimos tiempos totalitarios, ni siquiera en una Rusia cada vez m¨¢s antidemocr¨¢tica o en la nefasta dictadura de Bielorrusia. Por eso, la versi¨®n actual es m¨¢s suave: "Quien fabrica nuestra visi¨®n del pasado puede influir en el futuro".
?Qu¨¦ se puede hacer? En primer lugar, debemos reconocer que siempre va a ser as¨ª, incluso cuando haya muerto hasta el ¨²ltimo superviviente. Mientras haya memoria hist¨®rica, habr¨¢ recuerdos enfrentados.
Hechos hist¨®ricos
Segundo, debemos insistir en que hay cosas que son hechos hist¨®ricos. Cuando un ¨®rgano pol¨ªtico empieza a negar o a ocultar los hechos hist¨®ricos, es una se?al de aviso, como los granos que indican el sarampi¨®n. La Uni¨®n Sovi¨¦tica tuvo sarampi¨®n historiogr¨¢fico durante toda su vida. La Rusia posterior a 1991 mejor¨®. Muchos ni?os rusos ten¨ªan un libro de historia que les hablaba, con justicia, de los extraordinarios sacrificios hechos por los soldados del Ej¨¦rcito Rojo y los habitantes de ciudades como Stalingrado, donde, sesenta a?os despu¨¦s, todav¨ªa siguen excavando esqueletos. Pero tambi¨¦n mencionaban la ocupaci¨®n de los Estados b¨¢lticos por parte de Stalin, las deportaciones de ciudadanos b¨¢lticos y otros durante la guerra, y la contribuci¨®n de los pr¨¦stamos de armamento estadounidenses a la victoria sovi¨¦tica. Ahora, esos libros han sido retirados.
Todo ciudadano de Europa debe tener completo acceso a los hechos de nuestro brutal pasado; es un requisito indispensable para la salud pol¨ªtica de este continente. La interpretaci¨®n posterior de esos hechos es libre. Historiadores como Richard Overy y Norman Davies afirman, con argumentos convincentes, que la contribuci¨®n sovi¨¦tica a la derrota de Hitler ha recibido siempre menos atenci¨®n de la que merece en la mayor¨ªa de los textos angloamericanos sobre la materia. Ahora bien, Rusia no pone las cosas f¨¢ciles cuando intenta ocultar hechos que le resultan inc¨®modos.
En tercer lugar, aunque nunca vamos a ponernos de acuerdo en una misma versi¨®n de la veracidad hist¨®rica de estos sucesos, s¨ª podemos coincidir en la lecci¨®n que nos ense?an. La lecci¨®n, en 2005, es la promesa de 1945: ?Nunca m¨¢s! Pero, para guardar esa promesa, tenemos que construir, no un pasado com¨²n, sino un futuro com¨²n. Un estudiante polaco de la ciudad de Oswiecim -es decir, Auschwitz- explic¨® en la televisi¨®n alemana el otro d¨ªa, en un alem¨¢n excelente, que dedica sus esfuerzos a tender puentes entre alemanes, polacos y jud¨ªos, no s¨®lo con el viejo objetivo de la "reconciliaci¨®n", sino para la construcci¨®n de un "futuro com¨²n". Exacto. Y eso es lo que estamos haciendo con la difusi¨®n de la democracia y la ampliaci¨®n de la Uni¨®n Europea.
Lo malo es que los europeos estamos dejando que sea el presidente Bush el que cuente esta historia. Y ¨¦l la estropea, por los tintes maniqueos de su ret¨®rica y porque se empe?a en establecer una relaci¨®n demasiado estrecha entre la gran historia de la propagaci¨®n de la libertad en Europa y la pol¨ªtica de un Gobierno estadounidense concreto. As¨ª que, ?por qu¨¦ no la contamos nosotros?
El presidente de Georgia. Mija¨ªl Saakashvili, que dirigi¨® la revoluci¨®n rosa de su pa¨ªs en 2003, ha dicho que estamos presenciando una "segunda oleada" de liberaciones en el interior de la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica, iniciada con Georgia y Ucrania. El otro d¨ªa, en declaraciones a la CNN, rectific¨® y sugiri¨® que, en realidad, se trata de una "tercera oleada". Yo creo que es la cuarta. La primera fue la que recorri¨® el oeste y el norte de Europa en 1944-1945; la segunda, la que barri¨® el sur del continente, empezando por Portugal en 1974; la tercera liber¨® Europa central, desde Polonia en 1980 hasta los Estados b¨¢lticos en 1991, y ahora es posible que se est¨¦ levantando la cuarta, si es que es una oleada, en Europa del este.
Recuerdo que, el d¨ªa siguiente a la ca¨ªda del muro, vi en Berl¨ªn esta pintada: "Hasta hoy no hab¨ªa terminado verdaderamente la guerra". Estamos esperando el d¨ªa en que podamos leer esas mismas palabras en una pared de Mosc¨², en una Rusia democr¨¢tica y liberada, por fin, del peso del pasado. ?se ser¨ªa el definitivo D¨ªa de la Victoria.
Traducci¨®n de M. L. Rodr¨ªguez Tapia
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