Lenguaje de otro tiempo
HAY QUE REMONTARSE a la d¨¦cada de 1930 para encontrar un antecedente a la presi¨®n ejercida por la jerarqu¨ªa de la Iglesia cat¨®lica sobre los creyentes de su misma fe y sobre altas instituciones del Estado contra una ley aprobada por el Congreso de los Diputados. La llamada a la sedici¨®n que contiene el ¨²ltimo comunicado de la Conferencia Episcopal, la obligaci¨®n impuesta a los cat¨®licos que ejercen funciones p¨²blicas de desobedecer la ley y la inconstitucional pretensi¨®n de que el jefe del Estado aduzca un supuesto derecho a la objeci¨®n de conciencia para no rubricarla, son fen¨®menos desconocidos en Espa?a desde los a?os de la Rep¨²blica y resucitan, por el mero hecho de su existencia, el clima de aquellos a?os. Nada similar ocurri¨® durante la larga dictadura y nada de esta especie se atrevi¨® la Conferencia Episcopal a sugerir durante el cuarto de siglo que llevamos de democracia.
La gravedad de esta ins¨®lita iniciativa, reforzada desde el Vaticano por un cardenal que denuncia la existencia en Espa?a de un Estado totalitario, no es un fen¨®meno aislado en la actual coyuntura pol¨ªtica. En el mismo Congreso de los Diputados se han pronunciado esta semana palabras que reproducen exactamente las acusaciones que la derecha de los a?os treinta -la derecha organizada por la jerarqu¨ªa cat¨®lica bajo la denominaci¨®n de Acci¨®n Popular- dirig¨ªa al Gobierno de coalici¨®n republicano-socialista. Seg¨²n el presidente del Partido Popular, el actual Gobierno de la naci¨®n ha dejado caer a Espa?a en el cantonalismo, pagando as¨ª el chantaje al que le somete una minor¨ªa nacionalista y radical, una acusaci¨®n que en esos o parecidos t¨¦rminos se hartaron de formular los diputados de Acci¨®n Popular en el Congreso de la Rep¨²blica. El Gobierno, dice Rajoy, reniega de la idea de Espa?a, ha puesto a Espa?a en almoneda y ha traicionado a los muertos.
Una ley que carec¨ªa del car¨¢cter de verdadera ley por hallarse "en contradicci¨®n con la recta raz¨®n y con la norma moral" justificaba el derecho a la rebeli¨®n que, seg¨²n la Iglesia, asist¨ªa a los cat¨®licos contra las injustas leyes de la Rep¨²blica: injusta es el calificativo que los obispos aplican hoy, no por casualidad, a la ley de matrimonio entre homosexuales. Pero si a la injusticia de una ley se a?ade la traici¨®n a unos muertos, y, por tanto, a Espa?a, entonces el derecho a la rebeli¨®n no se queda en mera proclama, sino que empieza a marcar con sangre la direcci¨®n de una pol¨ªtica. Este Gobierno, deslegitimado ya en origen, prisionero y chantajeado por sus socios, legisla ileg¨ªtimamente y vende a los enemigos, por un pu?ado de monedas, una Espa?a que tanta sangre ha derramado. A este lenguaje hemos llegado.
?Qu¨¦ se pretende, ad¨®nde se dirige esta pol¨ªtica? Por parte de la Conferencia Episcopal, est¨¢ claro: ya que nadie pone en discusi¨®n el car¨¢cter semiconfesional del Estado en lo que se refiere a la financiaci¨®n de la Iglesia a cargo de los Presupuestos Generales, demos un paso m¨¢s y aclaremos que el Estado tampoco puede ser plenamente aconfesional en sus iniciativas legislativas y en su pol¨ªtica educativa, sometidas a la "recta raz¨®n y al orden moral" de los que la Iglesia es ¨²nica depositaria. Por parte del Partido Popular, tampoco es muy complicado discernir la direcci¨®n en la que, tras un periodo de iniciales titubeos, se ha metido de hoz y coz: adue?arse de lo que llama una idea de Espa?a; bloquear, en nombre de esa idea convertida en esencia, cualquier reforma; aislar al partido socialista acus¨¢ndole de cesi¨®n al chantaje nacionalista, jalear a la extrema derecha y...
Y que salga el sol por Antequera. Tras un periodo de desgarradas acusaciones, con una rampante incertidumbre ante los anuncios apocal¨ªpticos sobre la desaparici¨®n de Espa?a, con la amenaza de un deterioro de la paz p¨²blica por el despertar de movimientos xen¨®fobos, con una emisora de radio dedicada las veinticuatro horas del d¨ªa a diseminar injurias y mentiras, el terreno estar¨¢ abonado para lo que se sue?a como un retorno triunfal. Sobre la devastaci¨®n a la que nos conduce este lenguaje, no ser¨¢ dif¨ªcil alumbrar unas cuantas hogueras. Que el presidente del Partido Popular haya perdido la cordura de la que en no pocas ocasiones ha hecho gala quiere decir que se ha convertido en el protagonista m¨¢s visible de esta pol¨ªtica suicida.
Mientras tanto, el presidente del Gobierno no perder¨ªa el tiempo si limpiara de frases vac¨ªas sus discursos y, en el lugar as¨ª despejado, transmitiera a la opini¨®n qu¨¦ se propone hacer en las cuestiones fundamentales y con qu¨¦ recursos cuenta para satisfacer las expectativas por ¨¦l mismo levantadas.
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