La reconstrucci¨®n de un pasado vergonzante
Enric Marco cambi¨® una etapa oscura de trabajo voluntario en la Alemania de Hitler por una vida heroica que narraba como nadie
Un h¨¦roe no puede tener claroscuros, manchas en su pasado. Eso debi¨® pensar Enric Marco cuando, en 1978, en pleno proceso de ascenso a la c¨²pula de la CNT, el sindicato que se reconstru¨ªa entonces tras 40 a?os de brutal represi¨®n del anarquismo, decidi¨® mentir p¨²blicamente. Antes, seguro, lo hab¨ªa hecho en privado. A su mujer, a sus hijas, a sus amigos. Pero en 1977, cuando comenz¨® a elaborarse el libro Los cerdos del comandante, el primero que narraba las peripecias de los espa?oles que sobrevivieron a campos de concentraci¨®n nazis, Marco decidi¨® dar el gran paso. ?l, rodeado de gente de izquierdas, militante del anarquismo, mec¨¢nico de los de mono azul, casado con una mujer mucho m¨¢s joven y tambi¨¦n con familia relacionada con el exilio, no pod¨ªa o no quer¨ªa contar lo que hizo en los a?os duros, los de la posguerra.
?l, llamado al liderazgo de la CNT, no quer¨ªa o no pod¨ªa contar lo que hizo en la posguerra
"Marco era diferente. Admiraba su desparpajo. Nunca lloraba", cuenta una hija de deportado
?l, dotado de una gran capacidad oratoria, llamado al liderazgo de su organizaci¨®n, la CNT, ten¨ªa que ocultar que al acabar la guerra no se fue al exilio, como muchos compa?eros. Y no s¨®lo eso. Que en 1941, con 20 a?os, en plena Guerra Mundial, tal vez para escapar de la miseria, tal vez para huir del brutal servicio militar, se apunt¨® voluntario y trabaj¨® en la Alemania de Hitler, en una de las m¨²ltiples expediciones que Franco mand¨® para ayudar al F¨¹hrer en la retaguardia y, de paso, sacar del pa¨ªs a algunos miles de obreros hambrientos.
Marco tom¨® la decisi¨®n de inventarse un pasado heroico. Eligi¨® para ello el campo de concentraci¨®n de Flossenb¨¹rg, en Alemania, un lugar del que entonces no se conoc¨ªan supervivientes espa?oles, aunque hay una lista con 14 muertos de esta nacionalidad. Fue adem¨¢s un campo con 80 comandos de trabajo muy separados entre s¨ª, donde la gente apenas se conoc¨ªa, muy diferente, por ejemplo, de Mauthausen, donde fueron a parar la mayor¨ªa de los espa?oles, que estaban todos juntos.
La narraci¨®n de 1978, vista con perspectiva, sorprende por su exactitud. Pero ya se curaba en salud. "En Flossenb¨¹rg estuve muy poco tiempo, y como me llevaban de un lado a otro en plan de incomunicado, no pod¨ªa entrar en contacto con nadie". Poco antes hab¨ªa contado que con 14 a?os particip¨® en el desembarco de Mallorca y luego se uni¨®, con 15, a la columna Durruti. Dif¨ªcil de comprobar. Despu¨¦s, en el campo, empieza el h¨¦roe, siempre sin testigos rastreables. "All¨ª encontr¨¦ a otro espa?ol, un andaluz. ?ramos toda la representaci¨®n ib¨¦rica de Neum¨¹nster, pero nos bastamos para meternos en un organismo internacional de resistencia que crearon los franceses y los letones. Luego estuve en el penal de Kiel ocho meses incomunicado. Aprend¨ª alem¨¢n gracias a una biblia protestante, cuyo texto era biling¨¹e, en lat¨ªn y en alem¨¢n".
Marco cuenta que le liberaron los canadienses en Kiel en 1945. En realidad los espa?oles le reclamaron en 1943 para que hiciera el servicio militar, y volvi¨®, aunque ¨¦l insiste en que lo detuvieron por hacer sabotaje. Su vida sigui¨®, hasta que empez¨® a invent¨¢rsela.
Ya en ese libro de 1978, seg¨²n la copia que conserva la Amical de Mauthausen, la asociaci¨®n que presidi¨® hasta hace 15 d¨ªas, Marco demostraba su capacidad para definir un sufrimiento que no hab¨ªa vivido, algo que todos los que le conocieron destacan ahora. "Una de las cosas que me salv¨® cuando estuve incomunicado en Kiel fue el o¨ªr los gritos de las gaviotas y a los ni?os de los funcionarios del penal, cuando jugaban en un patio vecino. Yo me dec¨ªa: mientras haya gaviotas sobre el mar y ni?os que juegan no todo est¨¢ perdido. Como era joven las secuelas de la deportaci¨®n desaparecieron pronto. Pero una cosa que me marc¨® durante muchos a?os fue el que, cuando iba por la calle y me fijaba en el ritmo de los pasos de la persona que andaba delante m¨ªo, me sent¨ªa forzado a marcar el paso".
Pilar Molins, hist¨®rica de la Amical de Mauthausen, hija de un hombre que muri¨® all¨ª, ha conocido a decenas de deportados. "Marco era diferente. Llevaba tan adentro esa segunda piel, que fascinaba, nos los cre¨ªmos todo. Muchos deportados dicen que no pueden contar toda la verdad, muchos han hecho cosas feas para sobrevivir o las han visto hacer. Pero Marco no. Admiraba su desparpajo. Nunca lloraba", asegura.
Sin embargo, en 1978 Marco no ejerc¨ªa de deportado, de hecho no tuvo vinculaci¨®n con la Amical de Mauthausen hasta finales de los 90. ?l se dedicaba a la pol¨ªtica. En abril de ese 1978, Marco lleg¨® a ser secretario general de la entonces poderosa CNT. "Era uno de esos que siempre est¨¢n en las manifestaciones, que se enfrentaba a la polic¨ªa. Un valiente", recuerda Carlos Navarro, ahora responsable de comunicaci¨®n de la CGT catalana y en 1978 joven militante.
Luego lleg¨® la escisi¨®n, y en diciembre de 1979 Marco dej¨® la c¨²pula del sindicato. Pero no se par¨®. Activo como era, locuaz y comunicador de raza, se meti¨® en el mundo de las asociaciones de padres y lleg¨® tambi¨¦n a la c¨²pula en Catalu?a. Siempre compagin¨® todas esas actividades no remuneradas con su trabajo de mec¨¢nico de coches en un taller de Barcelona, en la Travessera de Les Corts.
Ya entonces comenzaba a dar charlas en colegios contando su falsa experiencia. Con los a?os fue aportando detalles nuevos, creando an¨¦cdotas cada vez m¨¢s perfectas. ?l siempre era el h¨¦roe. En 2002, en otro libro, Memoria de l'Infern, relataba c¨®mo le gan¨® una partida de ajedrez a un SS, jug¨¢ndose la vida. Y c¨®mo salvaba la de muchos otros robando carb¨®n, o convenciendo a checos y franceses para organizar las listas y evitar que miles de deportados fueran enviados a la enfermer¨ªa sin otro final posible que la muerte. O cuando se arm¨® de valor y abofete¨® a otros compa?eros hist¨¦ricos que pensaban que los hab¨ªan llevado a la c¨¢mara de gas, y s¨®lo los estaban duchando. En este libro tambi¨¦n hab¨ªa datos y fechas contradictorios con los de 1978. Seg¨²n su nueva versi¨®n aderezada por los a?os, no hab¨ªa sido liberado en Kiel en mayo por los canadienses, sino en Flossenb¨¹rg el 22 de abril por los estadounidenses. Siempre, claro, ¨¦l era "el ¨²nico catal¨¢n en su barraca".
A finales de los 90, despu¨¦s de a?os dedicado a otras cosas, decidi¨® entrar en la Amical de Mauthausen. Nadie comprob¨® su historia. "Tampoco aqu¨ª pedimos el carn¨¦ en la boca. No hay cola para hacer esto, que es todo trabajo sin remunerar. Y Enric, que nos ha hecho ahora tanto da?o, fue sin embargo un gran trabajador", cuenta Rosa Tor¨¢n, presidenta en funciones.
Marco pudo enga?ar tanto tiempo porque en Espa?a ning¨²n instituto oficial se ha dedicado a registrar a los deportados y, como en otros pa¨ªses, a darles una pensi¨®n. "Si supiera la de papeles que tuve que presentar yo en Par¨ªs... Tardamos 12 a?os en que nos reconocieran, y tuvimos que ir con testigos", rememora Francisco Batiste, deportado en Mauthausen, desde Vinaroz (Castell¨®n), donde vive ahora despu¨¦s de pasar 50 a?os en Francia.
?l, desolado por la traici¨®n de Marco, lleva siempre su tarjeta oficial de deportado del Gobierno franc¨¦s, que le da derecho a descuentos de todo tipo y una pensi¨®n vitalicia. "Yo he visto muchos casos de intento de suplantaci¨®n. Buscaban pensiones, pero claro, con esas comprobaciones, en Francia nunca habr¨ªan podido presidir una asociaci¨®n. A m¨ª me gusta buscar a deportados y me he encontrado con impostores, pero nunca llegaron a nada. Una vez, en Francia, me fui a ver a un supuesto preso de Mauthausen y dec¨ªa que all¨ª perdi¨® un brazo. Era imposible sobrevivir as¨ª en el campo. Le pregunt¨¦ su n¨²mero y me dijo que no se acordaba. Era poco cre¨ªble", rememora.
Marco, a sus 84 a?os, se declara "muerto". Pero a¨²n trata de defender su historia. Incluso despu¨¦s de confesar pidi¨® a la Amical seguir dando charlas en los colegios. Ayer, desde su casa a¨²n luchaba por mantener viva su criatura, esa memoria falsa. "Todas las cosas que dije son verdades en boca de un mentiroso. Las he le¨ªdo y escuchado a otros compa?eros. Soy un falsario, un impostor, s¨ª, pero digo grandes verdades".
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