El parto de las m¨¢quinas
Uno de los grandes saltos necesarios para equiparar las m¨¢quinas a los seres vivos parece haberse dado en los laboratorios de la Universidad de Cornell, EE UU. Los robots ya pueden parir. "Aunque las m¨¢quinas que hemos creado son todav¨ªa simples comparadas con los sistemas biol¨®gicos, demuestran que la reproducci¨®n es posible y no es exclusiva de la biolog¨ªa", afirman los responsables del alumbramiento en la revista Nature.
Efectivamente, los robots reproductores de Hod Lipson y sus colaboradores est¨¢n muy lejos de la complejidad de un ser vivo. Cada individuo es una torre compuesta por cuatro cubos de 10 cent¨ªmetros de lado que est¨¢n divididos en dos mitades m¨®viles de modo que pueden adoptar distintas formas. El ensamblaje entre las partes es electromagn¨¦tico. Los imanes que las unen se conectan y desconectan actuando a modo de manos magn¨¦ticas capaces de agarrar o soltar los cubos que forman el cuerpo robot.
El ritual completo de la reproducci¨®n dura unos 2,5 minutos y comienza cuando la m¨¢quina progenitora deposita el cubo superior de su estructura a su lado. La semilla de la pr¨®xima generaci¨®n ya est¨¢ puesta. A continuaci¨®n, el padre/madre recolecta nuevos cubos de las proximidades gracias a sus manos magn¨¦ticas y los va colocando uno tras otro sobre el hijo. ?ste se comporta como un v¨¢stago agradecido pleg¨¢ndose cuando ya ha alcanzado cierta altura para facilitar su propia gestaci¨®n. Al final del proceso, habr¨¢ dos torres id¨¦nticas de cuatro cubos cada una. El parto debe producirse sobre unas bases especiales a trav¨¦s de las cuales los robots reciben la energ¨ªa y los datos necesarios. Tambi¨¦n es imprescindible que los cubos hijo est¨¦n colocados en zonas muy espec¨ªficas y en el momento oportuno para que la uni¨®n se pueda producir.
El instinto reproductor y las instrucciones necesarias para ponerlo en pr¨¢ctica est¨¢n inscritas en un microprocesador presente en cada m¨®dulo que contiene la memoria de su estructura y c¨®mo reproducirla, algo as¨ª como una simple simulaci¨®n electr¨®nica del ADN. Puesto que se trata de una programaci¨®n, ¨¦sta podr¨ªa adaptarse a otras formas y otros tama?os, lo que disparar¨ªa el abanico de posibilidades de robots autoreplicantes.
Pero ¨¦ste es s¨®lo el principio porque los planes de Lipson son extraordinariamente ambiciosos y buscan acercarse lo m¨¢s posible a lo que ocurre en los seres vivos. "Ser¨ªa interesante ver si aprenden espont¨¢neamente a reproducirse usando principios evolutivos". O dicho de otro modo, m¨¢quinas que en cada generaci¨®n se perfeccionan autoincorporando mejoras en sus sistemas. Como saben los amantes de la ciencia-ficci¨®n, Michael Crichton ya hab¨ªa so?ado con ovejas mec¨¢nicas cuando concibi¨® su novela Presa en la que describ¨ªa un mundo en el que min¨²sculos robots capaces de reproducirse como conejos amenazaban la supervivencia de la biolog¨ªa. Lipson y otros grupos de cient¨ªficos no contemplan una realidad ni remotamente parecida y s¨®lo ven aplicaciones de estas m¨¢quinas capaces de autorepararse en ¨¢reas como "la exploraci¨®n del espacio y en operaciones en entornos peligrosos [las profundidades de los oc¨¦anos] donde el enfoque convencional del mantenimiento es impracticable", escriben.
Aunque no todos los investigadores est¨¢n de acuerdo en que el escenario de Crichton sea tan imposible, lo que parece evidente es que los trabajos en inteligencia artificial y rob¨®tica est¨¢n poniendo sobre la mesa cuestiones que entran en la definici¨®n de vida, los l¨ªmites entre lo biol¨®gico y lo artificial: M¨¢s a¨²n, como sugieren los autores "la autoduplicaci¨®n no es una propiedad binaria que un sistema posee o no, sino un continuo que depende de la cantidad de informaci¨®n que se ha copiado".
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