Impotencia
La inseguridad ciudadana y el consiguiente alarmismo no son buenos consejeros para el negocio tur¨ªstico -ni para ning¨²n otro, obviamente- y, sin embargo, es pasmosa la cantidad de noticias que dan fe de una y justifican el otro en gran parte del litoral, especialmente en las comarcas centrales y del sur. Ten¨ªamos la impresi¨®n de que, despu¨¦s de un espectacular y casi impune despliegue de la criminalidad por las aludidas zonas, la delincuencia organizada hab¨ªa atenuado su acoso, quiz¨¢ para disfrutar de un bien ganado periodo vacacional. Pero, al parecer, poco dura la alegr¨ªa en casa del desarmado y las mafias han vuelto por sus fueros, con una impresionante cifra de hechos delictivos. M¨¢s de 2.200 en tres meses ha contabilizado la secretaria general del PP, Adela Pedrosa.
No ha de extra?arnos que ante este acoso, al que se suma la sensaci¨®n o certidumbre de desamparo, los vecindarios damnificados o amenazados -en La Marina o la Vega Baja, pero no solo en estas comarcas- se organicen en patrullas que evocan el somat¨¦n -de tan antiguo arraigo- y delatan, al mismo tiempo, el fracaso del Estado como garante de la seguridad civil y monopolista de la violencia leg¨ªtima. Una estampa ¨¦sta, la de ciudadanos nacionales o extranjeros convertidos en gendarmes a su pesar, que no ha de resultar muy lisonjera para atraer turistas o nuevos residentes. Una estampa que puede agravarse, incluso de manera irreversible, si cunde el miedo y el mercado de armas, con las previsibles consecuencias letales.
Pero no cedamos al pesimismo. El hecho de que las polic¨ªas locales de algunos municipios se coordinen a fin de mejorar su eficacia denota que las autoridades, las municipales, al menos, se han tomado en serio el desaf¨ªo de los criminales y han enmendado una laguna -la descoordinaci¨®n policial- que, ingenuos como somos, cre¨ªmos colmada desde siempre. El nuevo dispositivo ya se ha cobrado alguna pieza, queremos decir alg¨²n ladr¨®n. Lo malo es que, como est¨¢ demostrado, los guardias suelen ir siempre detr¨¢s de los malos, y no s¨®lo metaf¨®ricamente, sino en punto a recursos t¨¦cnicos y humanos. Confiemos que el gobierno central tome las medidas adecuadas para que estas ventajas y ramalazos mafiosos no se conviertan en una endemia, como ya apuntan en m¨¢s de una ciudad costera.
Como era de esperar, a la derecha le ha faltado tiempo para poner a caldo al Gobierno, olvidando que el PP no lo hizo mejor cuando fue responsable de la seguridad ciudadana de esta comunidad. Incluso lo hizo peor o igual a lo sumo, como se le ha recordado oportunamente, siendo delegado de Gobierno quien hoy es presidente de la Generalitat. El problema, pues, no es de ayer y resulta temerario endosarle las culpas al pr¨®jimo, cuando tan escandalosos son ciertos d¨¦ficit gubernativos que se constatan en otras escalas, no homologables a la gran delincuencia, pero igualmente expresivas de la com¨²n incompetencia en la materia.
Unos botones de muestra, de los cientos que podr¨ªamos exhumar: la direcci¨®n general de Interior de la Generalitat es incapaz -hemos de suponer, solo suponer, que no es c¨®mplice- de acabar con el desmadre que aturde a los vecinos de El Roman¨ª (Sollana) causado por una discoteca con patente de corso. O el Ayuntamiento de Alicante, genuflexo y vencido ante el imperio del botell¨®n. O la derrota de todos los alcaldes que son y han sido ante los desmanes ac¨²sticos que nos retrotraen a la barbarie. Faltan medios, cierto, y tambi¨¦n, m¨¢s a menudo, voluntad pol¨ªtica.
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