La demanda federal
Pocas cuestiones m¨¢s enigm¨¢ticas tiene planteada la vida pol¨ªtica espa?ola actual que la demanda federal. Una primera raz¨®n para la perplejidad que produce esta compleja demanda pol¨ªtica es el universal reconocimiento de que nuestro Estado auton¨®mico responde a la pr¨¢ctica totalidad de los rasgos que hoy son atribuibles al modelo de una federaci¨®n. El ¨²nico d¨¦ficit apreciable en esta caracterizaci¨®n, la ausencia de un Senado que responda fundamentalmente al objetivo de dar participaci¨®n a las Comunidades Aut¨®nomas en la formaci¨®n de la voluntad estatal, es algo en v¨ªa de reforma. Una paradoja complementaria es que la demanda para la transformaci¨®n federal venga respaldada por uno de los nacionalismos perif¨¦ricos m¨¢s significado, el catal¨¢n. Hasta fecha reciente, resultaba un valor convenido el desinter¨¦s de los nacionalismos catal¨¢n y vasco por una adaptaci¨®n del Estado de las Autonom¨ªas al Estado federal. La "vis" igualitaria que tradicionalmente ha caracterizado al modelo federal estaba detr¨¢s de una preferencia por un Estado auton¨®mico m¨¢s abierto al reconocimiento de hechos diferenciales. La evoluci¨®n del moderno federalismo hacia el reconocimiento de las asimetr¨ªas puede ser la raz¨®n para este redescubrimiento del atractivo del federalismo.
La constataci¨®n, sin embargo, de la naturaleza sustancialmente federal de nuestro Estado y las dificultades pr¨¢cticas para avanzar por el camino de un federalismo asim¨¦trico nos ponen en la pista de que con la reclamaci¨®n federal se est¨¢ apuntando a otros objetivos pol¨ªticos que poco tienen que ver con la pr¨¢ctica del federalismo realmente existente. Dentro de estos objetivos podr¨ªan se?alarse tres m¨¢s destacados. En primer lugar, la alteraci¨®n del esquema nacional dise?ado por la Constituci¨®n de 1978. Como es sabido, la clave de nuestro texto constitucional en esta materia es el reconocimiento de una naci¨®n espa?ola, de preferente signo pol¨ªtico, capaz de albergar en su seno nacionalidades y regiones. Con la f¨®rmula federal ahora propugnada se plantear¨ªa el reconocimiento de una pluralidad de naciones en Espa?a entre las cuales dejar¨ªa de reconocerse una naci¨®n espa?ola que pasar¨ªa a ser la "naci¨®n castellana" o, m¨¢s equ¨ªvocamente todav¨ªa, la naci¨®n del resto del Estado, una vez reconocidas las naciones catalana, vasca y gallega. Por un extra?o razonamiento, parte de nuestros nacionalismos perif¨¦ricos habr¨ªa llegado a la conclusi¨®n de que una definici¨®n federal de nuestro Estado ayudar¨ªa al nuevo dise?o nacional de Espa?a.
Una segunda raz¨®n a favor de la federaci¨®n ir¨ªa en el sentido de replantear la vieja cuesti¨®n de la soberan¨ªa. ?sta dejar¨ªa de ser un poder residenciado en el pueblo espa?ol para pasar a ser un ¨²ltimo poder de decisi¨®n ubicado en los Estados miembros de la federaci¨®n y en todo caso compartido con los ¨®rganos de decisi¨®n pol¨ªtica de la Uni¨®n Europea. Hace tiempo, sin embargo, que la pr¨¢ctica y la teor¨ªa pol¨ªticas han ido reconociendo la concentraci¨®n del poder soberano en los ¨®rganos de la federaci¨®n, estableci¨¦ndose en esta cuesti¨®n, justamente, la diferenciaci¨®n sustancial entre la federaci¨®n y la confederaci¨®n.
Una tercera posible raz¨®n, ¨ªntimamente ligada a la anterior, ser¨ªa la esperanza de que una eventual federaci¨®n espa?ola pudiera aceptar un hipot¨¦tico derecho de autodeterminaci¨®n capaz de concluir en la posibilidad de unos Estados independientes en nuestras nacionalidades o en nuevas f¨®rmulas del tipo del Estado libre asociado.
Ninguno de estos tres objetivos es alcanzable mediante una asunci¨®n por nuestro Estado del federalismo demandado. La persistencia de la naci¨®n espa?ola ser¨ªa compatible con el federalismo, tal como lo ilustra la tradici¨®n federal de nuestro pa¨ªs, con Pi y Margall a su cabeza. La soberan¨ªa no quedar¨ªa repartida entre los Estados miembros y no habr¨ªa opci¨®n, hablando siempre del federalismo realmente existente, a unas pr¨¢cticas secesionistas.
A la vista de la pr¨¢ctica federal de nuestro Estado, a la vista de que los objetivos maximalistas de los nacionalismos perif¨¦ricos no se ver¨ªan realizados con la transformaci¨®n federal de Espa?a, resulta una cuesti¨®n poco menos que inexplicable la vocaci¨®n federal de parte de esos nacionalismos. La ausencia de argumentos claros a favor de esta llamada a "la reforma federal" obliga a buscar una explicaci¨®n en el terreno del pragmatismo t¨¢ctico. El proyecto de federalizaci¨®n podr¨ªa entenderse as¨ª como un intento de debilitar el Estado espa?ol, de crear las condiciones que permitieran el surgimiento de unos proyectos estatales alternativos. Vendr¨ªa a ser, con menor justificaci¨®n, algo parecido a la reivindicaci¨®n que hacen de la Rep¨²blica algunas fuerzas pol¨ªticas espa?olas. Se tratar¨ªa, en definitiva, de crear unas condiciones de crisis para la pol¨ªtica espa?ola de las que pudiera brotar una reformulaci¨®n cantonal del mapa espa?ol.
Si fuera ¨¦sta en ¨²ltima instancia la motivaci¨®n de la propuesta federal, deber¨ªan comprender el nacionalismo catal¨¢n y sus eventuales socios en el resto de Espa?a que se encuentren con la oposici¨®n de la gran mayor¨ªa de la sociedad espa?ola. Pero antes de llegar a esta conclusi¨®n, parecer¨ªa razonable pedir a los partidarios de una reforma federal una explicitaci¨®n de sus argumentos. Tendr¨¢n que explicarnos las razones que les llevan a negar la condici¨®n federal de nuestro Estado auton¨®mico. Y tendr¨¢n tambi¨¦n que justificar c¨®mo contra toda evidencia piensan alcanzar a trav¨¦s del Estado federal la alteraci¨®n de la realidad nacional de Espa?a, el cuestionamiento de la soberan¨ªa actualmente depositada en los ¨®rganos de representaci¨®n del pueblo espa?ol y la obtenci¨®n de hipot¨¦ticos derechos de secesi¨®n. Sin una explicaci¨®n de esta naturaleza, ser¨¢ inevitable concluir que la transformaci¨®n federal de Espa?a forma parte de una operaci¨®n de "agitaci¨®n y propaganda" tendente a debilitar la vida de nuestro Estado y propiciar situaciones de caos que posibiliten por otros medios distintos de los federales el alcance de los objetivos maximalistas de algunos de nuestros nacionalismos.
Andr¨¦s de Blas Guerrero es catedr¨¢tico de Teor¨ªa del Estado de la UNED.
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