Los minipisos, revisitados
Lo que se ha planteado en la pasada edici¨®n de Construmat como un experimento se ha convertido en un debate recurrente y confuso. Experimentar es siempre encomiable y necesario, pero la primera confusi¨®n estriba en no diferenciar el terreno de lo experimental del de lo real; pensar que las casetas del proyecto APTM que se pod¨ªan visitar en Construmat eran modelos para realizarse. La segunda, malintencionada, ha sido poner en boca de la ministra de la Vivienda, Mar¨ªa Antonia Trujillo, una propuesta que no pronunci¨® (est¨¢ muy claro si se vuelven a escuchar sus declaraciones). Una cosa es que le parecieran bien los experimentos que vio en Barcelona, y que incluso picara en la invitaci¨®n a financiarlos, y otra distinta es que manifestase la voluntad de promoverlos desde el Plan de la Vivienda.
Es una aberraci¨®n pretender que los minipisos sean la soluci¨®n general y que la vivienda protegida se vaya a construir desde esta l¨®gica
Al plantear esta posibilidad de minipisos de 30 metros cuadrados se est¨¢ jugando con la cuesti¨®n de la dignidad de la vivienda y se est¨¢ tocando el problema m¨¢s grave que viven los espa?oles, aunque sea aislados casa por casa: el alt¨ªsimo coste de la vivienda. Por tanto, en una pol¨¦mica de tanta importancia arquitect¨®nica y social, conviene aclarar antes que confundir.
Lo primero que se debe aclarar es que hist¨®ricamente ni las c¨¦lulas del existenz-minimum centroeuropeo de los a?os veinte (una ¨¦poca en la que la cantidad de electrodom¨¦sticos y las actividades que albergaba la vivienda eran m¨¢s reducidas que ahora), nunca llegaron al l¨ªmite de los 30 metros cuadrados, siendo de 40 a 44 metros las viviendas m¨¢s peque?as y repetidas (las denominadas mefadolei) que se promovieron en las siedlungen de Francfort.
Es argumentable que actualmente la superficie m¨ªnima para que viva dignamente una persona, y pueda incluirse a una pareja, est¨¢ alrededor de los 50 metros cuadrados, en los que puedan existir, de la manera m¨¢s flexible y polivalente posible, los aparatos de la cocina, los elementos del ba?o y tres espacios diferenciables, que puedan estar relacionados entre s¨ª, sin divisiones. Por debajo de estos 50 metros cuadrados es muy dif¨ªcil que se pueda dar un m¨ªnimo de confort psicol¨®gico y de vida familiar y social digna.
La propuesta de apartamentos m¨ªnimos s¨®lo se justifica si va unida a dos mecanismos imprescindibles. Por una parte, que el usuario tenga la posibilidad de hacer crecedera su vivienda -algo que ya se preve¨ªa en el Walden 7 (1970-1975) del Taller de Arquitectura, con unos magn¨ªficos m¨®dulos de unos 30 metros cuadrados que se pueden ir agregando, en un conjunto provisto de servicios y espacios comunes-, y que sea perfectible -como en el edificio Fr¨¦goli (1970-1975) de Esteve Bonell, con sus espacios en d¨²plex. Y por otra, que todo lo que se rebaja hasta llegar a los 30 o 25 metros cuadrados sea aportado por equipamientos comunitarios: espacios colectivos, lavaderos, salas de estar, terrazas comunes, trasteros y espacios de guardado. S¨®lo cumpliendo estas dos condiciones es posible hablar honestamente de apartamentos m¨ªnimos; si no, es pura especulaci¨®n y miseria.
Dos aclaraciones m¨¢s: una, que con los minipisos se debe aportar algo m¨¢s que lo que da ahora una habitaci¨®n de residencia de estudiantes o una casa asistida para ancianos, y dos, que en estos experimentos es mucho m¨¢s importante la altura -el volumen- que la superficie de la vivienda. Precisamente, los prototipos del experimento APTM si algo han demostrado es la imposibilidad de llegar dignamente hasta el l¨ªmite de apartamentos tan ¨ªnfimos, si no se quiere penalizar a los que no tienen recursos, y a no ser que tengan m¨¢s metros c¨²bicos o los pisos puedan expandirse.
Que en esta ¨¦poca de predominio de la ideolog¨ªa neoliberal algunos t¨¦cnicos y promotores suspiren por viviendas m¨ªnimas, con el riesgo de caer en soluciones especulativas, a¨²n es comprensible; pero lo que no es aceptable es que a algunos pol¨ªticos se les haya hecho la boca agua al ver en los pisos de 30 metros cuadrados la panacea para hacer el n¨²mero de pisos que han prometido con menos de la mitad de superficie, utilizando la mitad de suelo y haciendo menos inversiones. ?Qu¨¦ sentido tendr¨ªa haber dedicado dinero p¨²blico a rehacer los barrios franquistas porque las viviendas eran de 25 metros cuadrados y ahora promover viviendas nuevas de superficies similares?
Esta propuesta de minipisos genera desconfianza: no s¨®lo se corre el riesgo de que los habitantes sean prisioneros de unas celdas que no puedan crecer y que ni siquiera se construyan los servicios comunitarios que los har¨ªan dignos, sino que se fomenta una sociedad m¨¢s consumista e insostenible, al disminuirse los espacios para la vida social y familiar, al promoverse un consumo mucho m¨¢s individualizado (que cada persona tenga todos los electrodom¨¦sticos), al haber maquinado la manera de que incluso los que tienen pocos recursos entren en el mercado inmobiliario, y al intentar evitar que los j¨®venes vivan en comunidad, tent¨¢ndoles a vivir en c¨¦lulas individuales. Del vigilar y castigar latente en la conciencia de la burgues¨ªa se pasa al esclavismo de vivir hipotecado y atado a pisos ¨ªnfimos.
Los miniapartamentos pueden ser una excepci¨®n, un caso l¨ªmite que sirva para experimentar. En algunos casos pueden ser propuestas valiosas y que pueden servir para algunos sectores: una parte de la franja de personas que viven solas, cuyo porcentaje sigue aumentando, siempre que lo acepten libremente y no tengan intenci¨®n de que en su h¨¢bitat entren m¨¢s personas; ciertos grupos de j¨®venes y parejas que acepten este tipo de vida m¨¢s innovador y a la japonesa. Pero pretender que sea una soluci¨®n generalizable y plantear la posibilidad de que la vivienda protegida se vaya a hacer desde esta l¨®gica es una aberraci¨®n. Por tanto, ?minipisos como vivienda masiva?, no gracias. ?Experimentos para poner a prueba los l¨ªmites? Muchos m¨¢s, por favor.
Josep Maria Montaner es arquitecto.
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