La hora de la verdad
Sentado en un caf¨¦ de la calle de Lenin, junto a tres elegantes funcionarias vestidas con el uniforme verde oscuro del KGB, se me ocurre una idea disparatada: ?puede entrar la Uni¨®n Sovi¨¦tica en la Uni¨®n Europea?
Porque esta especie de Estado pr¨®fugo y surrealista situado en la orilla oriental del Dni¨¦ster parece, a primera vista, una versi¨®n en miniatura de la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica. En el coraz¨®n de la capital, Tiraspol, un gigantesco Lenin de piedra rojiza se alza, orgulloso, ante el S¨®viet Supremo. Al otro lado de la calle 25 de Octubre, as¨ª llamada en honor de la Revoluci¨®n de 1917, est¨¢ el obligatorio carro de combate sobre un pedestal. En la Casa de los Pioneros, unos paneles muestran a viejos veteranos de guerra sovi¨¦ticos cubiertos de medallas que explican a unos j¨®venes: "?Qu¨¦ bien se vive sin guerra!". No s¨®lo en la calle de Lenin, sino en la calle de los S¨®viets, la calle de los Comunistas y la calle de la Paz, una de cada tres personas va de uniforme. Las insignias de las funcionarias -cuyos uniformes quedan realzados por el elaborado maquillaje, los cabellos te?idos en tonos brillantes y los zapatos de tac¨®n- anuncian que pertenecen al Ministerio de la Seguridad del Estado (MGB), pero la gente sigue llam¨¢ndolo KGB. En todos los despachos oficiales hay una secretaria hura?a, una maceta con una planta y un retrato del l¨ªder colgado en la pared.
En el coraz¨®n de la capital, Tiraspol, un gigantesco Lenin se alza, orgulloso, ante el S¨®viet Supremo. En la calle, una de cada tres personas va de uniforme
Si la UE no incorpora a m¨¢s pa¨ªses de la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica, los lugares como Transnistria seguir¨¢n siendo agujeros negros
Los expertos occidentales creen que existe un tr¨¢fico de armas que abastece a Estados descontrolados y posibles terroristas a partir o a trav¨¦s de Transdni¨¦ster
Casi me hace sentirme nost¨¢lgico. Pero, si prestamos un poco m¨¢s de atenci¨®n, las cosas no son lo que parecen. En el s¨®tano de la Casa de los Pioneros, los chicos se entretienen con videojuegos occidentales como Tomb Raider o Tank Racer. Entre las tiendas de la calle 25 de Octubre hay una de Adidas y un local de comida r¨¢pida decorado con enormes fotos de rascacielos estadounidenses. Un poco m¨¢s all¨¢ hay un gran polideportivo, construido por la mayor empresa local, que se llama Sheriff, en homenaje a los representantes de la ley del salvaje Oeste. En el hotel Timoty, la recepcionista Tania lleva un ch¨¢ndal el¨¢stico blanco con el logotipo de Dolce e Gabbana. No es aut¨¦ntico, por supuesto. Me explica que el nombre del hotel, Timoti, en su versi¨®n rusa significa TIraspol-MOscow-TIraspol, y es se?al de la estrecha relaci¨®n con la capital rusa.
Incluso el carro de combate que se yergue sobre el pedestal cuenta una historia nueva. No conmemora la Gran Guerra Patri¨®tica de 1941-1945, sino la heroica guerra de 1992, en la que las fuerzas locales de este pedazo de tierra tan sovietizado y de habla mayoritariamente rusa, con la ayuda del 14? Ej¨¦rcito ruso, conquistaron su autonom¨ªa de facto de manos de las autoridades de Moldavia, que hab¨ªan adoptado el alfabeto latino -en vez del cir¨ªlico- para su lengua oficial, moldavo-rumana, y que empezaban a intentar orientar la regi¨®n hacia el lado oeste del Dni¨¦ster, hacia Rumania, Europa y Occidente. Desde entonces, la entidad que los occidentales denominamos con el apropiado nombre de Transdni¨¦ster (es decir, al otro lado del Dni¨¦ster, visto desde Occidente), y que en ruso se llama, en traducci¨®n literal, la Rep¨²blica Moldava sobre el Dni¨¦ster, posee bandera, emblema (con la hoz y el martillo), himno, presidente, Parlamento, guardias fronterizos uniformados, fuerzas de seguridad, polic¨ªa, tribunales, escuelas, Universidad y Constituci¨®n; pr¨¢cticamente todos los elementos de un Estado, salvo el reconocimiento internacional.
Tr¨¢fico de armas
Su presidente, Igor Sm¨ªrnov, que tiene un aspecto entre el doctor Faustus y un dentista de provincias, dirige un r¨¦gimen represivo y corrupto, sostenido por el abastecimiento energ¨¦tico pr¨¢cticamente gratis proporcionado por la compa?¨ªa rusa Gazprom, la presencia de unos cuantos soldados rusos, algunas industrias locales -entre ellas, f¨¢bricas de armas- y, por lo que dice casi todo el mundo, un considerable tr¨¢fico ilegal de armas y personas. Es posible que la oferta hecha hace poco a unos periodistas disfrazados de The Sunday Times de venderles un misil Alaz¨¢n postsovi¨¦tico con una cabeza sucia, fuera falsa, pero los expertos occidentales sobre la zona creen que existe un tr¨¢fico de armas que abastece a Estados descontrolados y posibles terroristas a partir o a trav¨¦s de Transdni¨¦ster.
Ahora, sin embargo, el r¨¦gimen de Sm¨ªrnov sufre presiones. Al oeste, el presidente del Estado moldavo -que goza de reconocimiento internacional-, a pesar de ser comunista, intenta aproximarse a la Uni¨®n Europea y a Estados Unidos. Por las otras tres partes est¨¢ Ucrania, donde la revoluci¨®n naranja ha desembocado en un presidente m¨¢s pro occidental y m¨¢s interesado en cerrar este agujero negro. La UE y Estados Unidos est¨¢n volviendo a examinar posibles soluciones negociadas. Sm¨ªrnov tambi¨¦n cuenta con cierta oposici¨®n dentro de su pa¨ªs, en parte apoyada por los poderosos oligarcas de Sheriff. Hasta en Transnistria empieza a haber un d¨¦bil olor a naranja.
Sentado en las sobrias y fr¨ªas oficinas de su Fundaci¨®n para la Defensa de los Derechos Humanos, Alexander Radchenko me dice que Sm¨ªrnov "tiene los mismos poderes que ten¨ªan Stalin o Sadam Husein". ?l y otros parlamentarios quieren cambiar la Constituci¨®n para que les permita iniciar un proceso de destituci¨®n del presidente, fortalecer el Tribunal Constitucional y otras medidas similares. Ha recibido amenazas telef¨®nicas: "Acabar¨¢s en el Dni¨¦ster". Ahora bien, al hablar con Radchenko, resulta que lo que verdaderamente desear¨ªa este robusto ex comisario pol¨ªtico del Ej¨¦rcito Rojo no es tanto una "vuelta a Europa" como una vuelta a la Uni¨®n Sovi¨¦tica. "?Por supuesto!", exclama, con una sonrisa que revela varios dientes de oro. "En la Uni¨®n Sovi¨¦tica hab¨ªa paz, amistad entre las personas, bienestar. No hab¨ªa desempleo, ni gente sin hogar, ni drogadictos, ni prostitutas, ni tr¨¢fico de personas". La situaci¨®n empez¨® a deteriorarse, asegura, poco despu¨¦s de que muriera Stalin. ?sta es la versi¨®n local de la revoluci¨®n naranja.
?Qu¨¦ inter¨¦s tiene Transdni¨¦ster para cualquiera que no sea, como yo, un amante de todo lo tintinesco y un experto en oscuros conflictos europeos? Tal vez poco, salvo para la gente que vive all¨ª, las mujeres que caen en las redes de un tr¨¢fico brutal y los que mueren v¨ªctimas de armas procedentes de all¨ª. Sin embargo, ayuda a realzar la importancia de un acontecimiento hist¨®rico -percibido s¨®lo a medias por la mayor¨ªa de nosotros- que ha impulsado muchas de las transformaciones ocurridas en Europa en el ¨²ltimo cuarto de siglo y sigue impulsando el cambio en la Europa actual.
Dicho acontecimiento es el declive y la desaparici¨®n del imperio ruso. Al principio se pod¨ªa pensar que se trataba s¨®lo de la ca¨ªda del imperio sovi¨¦tico, no el ruso. Pero cuando se entra en Georgia, Ucrania o lugares como Transdni¨¦ster, no es posible mantener esa opini¨®n. En el centro de Tiraspol hay una enorme estatua del mariscal de campo Alexander Suvorov. Recuerda al gran general zarista que conquist¨® este territorio y fund¨® esta ciudad a finales del siglo XVIII. Lo que est¨¢ derrumb¨¢ndose aqu¨ª no es s¨®lo el imperio sovi¨¦tico, sino el de los zares. Los europeos tenemos tres posibilidades. Podemos olvidarnos de estos sitios como si fueran agujeros negros. Podemos dejar que Estados Unidos sea la nueva potencia imperial. O podemos decidir que la Uni¨®n Europea, en un acuerdo de seguridad con Estados Unidos, se ampl¨ªe gradualmente para llevar m¨¢s libertad, respeto a los derechos humanos y una perspectiva de prosperidad a largo plazo incluso a esos rincones de la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica. Siempre, claro est¨¢, que sus habitantes est¨¦n conformes.
Un imperio reacio
Sin embargo, la Uni¨®n Europea es el imperio m¨¢s reacio a serlo en la historia de la humanidad. La ampliaci¨®n realizada hasta el momento est¨¢ sirviendo ya para alimentar el voto del no en pa¨ªses fundamentales como Francia. Si la UE no incorpora a m¨¢s pa¨ªses de la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica, los lugares como Transnistria seguir¨¢n siendo agujeros negros. Si los incorpora, corre el riesgo de acabar como la vieja URSS. ?se es el dilema que puede observarse, como si lo iluminara una bengala del Ej¨¦rcito Rojo, en la orilla izquierda del r¨ªo Dni¨¦ster.
Traducci¨®n de M. L. Rodr¨ªguez Tapia.
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