?C¨®mo agua de mayo?
"Llovi¨® durante cuatro a?os, once meses y dos d¨ªas. Hubo ¨¦pocas de llovizna en que todo el mundo se puso sus ropas de pontifical y se compuso una cara de convaleciente para celebrar la escampada, pero pronto se acostumbraron a interpretar las pausas como anuncios de recrudecimiento. Se desempedraba el cielo en unas tempestades de estropicio, y el norte mandaba unos huracanes que desportillaron techos y derribaron paredes, y desenterraron de ra¨ªz las ¨²ltimas cepas de las plantaciones". Como habr¨¢n adivinado, la pertinaz lluvia cay¨® sobre el Macondo de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez y, aunque por estos pagos el tiempo anda loco y m¨¢s bien seco, podr¨ªa ser que, al igual de lo que ocurri¨® en Macondo, lloviese y lloviese; vamos, que se instalara una suerte de lluvia perpetua. ?Que c¨®mo lo sabremos? Muy f¨¢cil, utilizando el procedimiento del diga 33 de los m¨¦dicos. Basta con decir 33 para que el Parlamento, digo, el tiempo, se bloquee, se abran los cielos, no cobren los parlamentarios, carezcan de seguro los cargos de confianza y llueva y llueva sobre mojado. Tiene gracia que al primer tap¨®n, zurrapa; o sea, que en cuanto le han quitado el tap¨®n al botell¨®n, digo a la legislatura, haya salido un caldo ingobernable. Y mucho es de temer que se instale el empate infinito y nos llueva sobre todos y cada uno de los asuntos que debe despachar una C¨¢mara, que por lo que cae, podr¨ªa tacharse de isob¨¢rica.
Pero la lluvia se extiende a otras comarcas pr¨®ximas y relacionadas. Cuando Zapatero cambi¨® sus apoyos en el otro Parlamento -la C¨¢mara frigor¨ªfica en este caso, porque a muchos les dej¨® helados-, disminuy¨¦ndolos en n¨²mero pero ajust¨¢ndolos a sus pretensiones de hacer del Pa¨ªs Vasco y de Galicia una extensi¨®n de Catalu?a que le permita instalarse en el poder mucho m¨¢s que la lluvia en Macondo y que el Diluvio Universal; dec¨ªa que, cuando Zapatero llovi¨® su propuesta de negociar con ETA, dej¨® bien claro que no entrar¨ªa a conversar si ETA no dejaba las armas. Evidentemente, ETA ha contestado que no dejar¨¢ las armas porque constituyen su ¨²nico paraguas, vaya, que s¨®lo con las armas en la mano tiene capacidad de torcerle la lluvia al Gobierno en cuanto quiera lloverle fuera del tiesto. Y si el Gobierno insiste en que no entrar¨¢ a ning¨²n trapo mientras ETA conserve la caja de los truenos, ETA por su parte se aferra a que no dar¨¢ ning¨²n paso si antes ha de quitarse el impermeable por expreso deseo gubernamental. Nos esperan, pues, tiempos de Macondo, esos en que "la lluvia lo trastornaba todo, y las m¨¢quinas m¨¢s ¨¢ridas echaban flores por entre los engranajes si no se les aceitaban cada tres d¨ªas, y se oxidaban los hilos de los brocados y le nac¨ªan algas de azafr¨¢n a al ropa mojada". Porque todo puede ir a peor en cuanto se empiece a cuestionar el cerrojo que bloquea la situaci¨®n. ?Qu¨¦ significa dejar las armas? ?Entregarlas todas en un acto de rendici¨®n o hacerlas callar durante un periodo determinado que los hombres del tiempo suelen denominar borrasca, digo, tregua? Si ETA se rinde no se ve -Vae victis!- que pueda obtener nada, si no es el peso de la ley por parte del vencedor. Pero es precisamente por eso por lo que ETA no puede aceptar la rendici¨®n, porque equivale a apechugar con lo que le caiga mientras reconoce, en el plano simb¨®lico, que 40 a?os de terror no han servido para nada. La tregua, en cambio, le permite a ETA mantener la presi¨®n volvi¨¦ndola tregua-trampa cuando quiera, con lo que se encontrar¨ªa en una posici¨®n inmejorable para arrancar concesiones. Ahora bien, como el Gobierno dice que no har¨¢ ninguna, se vuelve a producir una situaci¨®n de empate. No hay que ser brujo para concluir que el desbloqueo s¨®lo puede venir por la oferta de alguna concesi¨®n por parte del Gobierno porque, mientras detr¨¢s del t¨¦rmino concesi¨®n o d¨¢diva o migaja pueden caber muchas cosas, detr¨¢s de la entrega de las armas no hay m¨¢s que una: darlas y dejar de ser ETA. Mucho es de temer que se prepare una buena.
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