La diabetes, una ventaja frente al fr¨ªo
Una nueva teor¨ªa sit¨²a el origen de la enfermedad en una adaptaci¨®n gen¨¦tica para sobrevivir a las glaciaciones
Cuando las temperaturas caen en picado, la mayor¨ªa de la gente se abriga con jers¨¦is gruesos, se queda en casa y hace acopio de comida. Pero una nueva y provocativa teor¨ªa sugiere que hace miles de a?os, la diabetes juvenil podr¨ªa haberse desarrollado como una forma de calentarse. Quienes sufren la enfermedad tambi¨¦n conocida como diabetes de tipo I, tienen niveles excesivos de az¨²car, o glucosa, en la sangre. La teor¨ªa afirma que la diabetes juvenil podr¨ªa haberse desarrollado en pueblos ancestrales que vivieron en el norte de Europa hace unos 12.000 a?os, cuando las temperaturas cayeron 10 grados de media en s¨®lo unas d¨¦cadas y lleg¨® una ¨¦poca glaciar pr¨¢cticamente de la noche a la ma?ana.
La diabetes juvenil se diagnostica m¨¢s en invierno que en verano y los niveles de glucosa en sangre aumentan en los meses fr¨ªos
Muchos cambios metab¨®licos se observan tambi¨¦n en animales que toleran bien el fr¨ªo: una rana segrega az¨²car para hibernar semicongelada
Las pruebas arqueol¨®gicas indican que innumerables personas murieron congeladas, mientras que otras huyeron hacia el sur. Pero Sharon Moalem, experto en medicina evolutiva de la Escuela de Medicina Mount Sinai, de Nueva York (EE UU), cree que algunas personas podr¨ªan haberse adaptado al fr¨ªo extremo. Unos niveles elevados de glucosa en sangre impiden que las c¨¦lulas y tejidos formen cristales de hielo, afirma Moalem. En otras palabras, la diabetes de clase I habr¨ªa impedido que estos antepasados murieran congelados.
La teor¨ªa se describe en la edici¨®n digital del 30 de mayo de Medical Hypotheses, una revista que publica teor¨ªas biom¨¦dicas audaces, e incluso radicales. Clive Gamble, catedr¨¢tico de Geograf¨ªa y experto en migraci¨®n humana de la antig¨¹edad de la Universidad de Londres, afirma que la teor¨ªa secunda un creciente conjunto de pruebas de que los europeos descienden de cazadores con una tolerancia a los climas fr¨ªos y no de agricultores de climas c¨¢lidos. "Para m¨ª, como brit¨¢nico", se?ala, "tiene mucha l¨®gica", dice. Para Robert Hegele, experto en diabetes y gen¨¦tica de la Universidad del Este de Ontario, la teor¨ªa es "un intento interesante de ayudar a comprender la patog¨¦nesis de la enfermedad, pero presenta un importante fallo: no logra explicar la naturaleza autoinmune de la patolog¨ªa".
Los especialistas en diabetes son esc¨¦pticos con la idea. Uno de ellos coment¨®: "?Bromean? La diabetes de clase I provocar¨ªa una grave cetoacidosis y muerte prematura". No necesariamente, replica Moalem en una entrevista. En aquella ¨¦poca, la esperanza de vida era de unos 25 a?os. Los que ten¨ªan unos niveles elevados de glucosa en sangre no viv¨ªan lo suficiente como para sufrir complicaciones. Pero, a pesar del fr¨ªo extremo, viv¨ªan lo suficiente como para reproducirse. Ahora la gente vive mucho m¨¢s, y por lo tanto aparecen las secuelas a largo plazo.
Moalem defiende la perspectiva evolutiva para comprender por qu¨¦ el cuerpo no est¨¢ mejor dise?ado y, por tanto, por qu¨¦ existen las enfermedades. Estudiando los entornos ancestrales en los que se desarrollaron los humanos, dice, deber¨ªa ser posible ver si ciertas enfermedades ofrecen ventajas protectoras. Por ejemplo, una afecci¨®n que provoca niveles perjudiciales de hierro en la sangre, la hemocromatosis, protege contra la plaga bub¨®nica. La anemia falciforme, un trastorno sangu¨ªneo, reduce la capacidad del par¨¢sito de la malaria para destruir los gl¨®bulos rojos. La fibrosis qu¨ªstica protege contra la fiebre tifoidea. La enfermedad de Tay-Sachs puede haber evolucionado para combatir la tuberculosis.
Existen dos tipos de diabetes: la de tipo I se produce cuando el sistema inmunol¨®gico destruye las c¨¦lulas que fabrican insulina, una hormona que ayuda a transportar glucosa por todo el cuerpo; la de tipo II se produce cuando las c¨¦lulas de todo el cuerpo no asimilan cantidades normales de insulina. En ambos casos se produce como consecuencia una concentraci¨®n anormal de az¨²car en sangre. Seg¨²n Moalem, la diabetes de clase II se encuentra en todo el mundo, principalmente en ancianos con sobrepeso. Pero la diabetes de clase I muestra un patr¨®n inexplicable. Prolifera entre descendientes de europeos del norte. Finlandia y Suecia presentan ¨ªndices muy altos, pero es poco frecuente en poblaciones africanas, asi¨¢ticas e hispanas. Los indios americanos y los nativos de Alaska casi nunca la sufren.
La diabetes de tipo I se diagnostica m¨¢s a menudo en invierno que en verano. En quienes sufren la enfermedad, los niveles de glucosa aumentan en los meses m¨¢s fr¨ªos, independientemente de la dieta. Pero en climas m¨¢s c¨¢lidos no var¨ªan con las estaciones.
Numerosos genes confieren susceptibilidad a la diabetes juvenil, seg¨²n Moalem. Los factores de riesgo se heredan de ambos progenitores. Aparte de eso, la mayor¨ªa de expertos creen que algo el entorno puede contribuir a desencadenar la enfermedad. Puede ser un virus, o el aire fr¨ªo. El fr¨ªo puede activar una o m¨¢s rutas metab¨®licas que participan en la g¨¦nesis de esta diabetes.
De hecho, muchos de los cambios metab¨®licos observados en la diabetes de tipo I se observan tambi¨¦n en animales que toleran bien el fr¨ªo. Kenneth Storey, bioqu¨ªmico de la Universidad de Carleton, Ottawa, estudia la rana selv¨¢tica, que se encuentra en altas latitudes del hemisferio Norte, incluso en el C¨ªrculo ?rtico. Es del tama?o del dedo pulgar y en cuanto se le empieza a congelar la piel en invierno, su h¨ªgado comienza a verter glucosa en la sangre. Esto reduce el punto de congelaci¨®n de los fluidos corporales, de forma similar a una bebida medio derretida, y coloca una barrera protectora alrededor de las prote¨ªnas. Finalmente, la rana fabrica tanta glucosa que sus tejidos est¨¢n completamente protegidos del fr¨ªo. Queda totalmente congelada, sin ritmo cardiaco, circulaci¨®n, respiraci¨®n o movimiento muscular. En primavera, la rana se descongela y retoma su vida normal. Su diabetes es reversible.
Tanto los humanos como otros animales expuestos al fr¨ªo tiemblan para producir calor, explica Moalem. Pero al cabo de un rato, generan m¨¢s calor quemando una clase especial de grasa: el tejido adiposo marr¨®n. La capacidad de este tejido para producir calor depende de si se tiene una gran cantidad de glucosa. No es necesaria la insulina. Por ello, ser diab¨¦tico ayudar¨ªa a desviar la glucosa desde la sangre hacia la ruta generadora de calor del tejido adiposo marr¨®n. Seg¨²n Moalem, los ratones y las ratas expuestos al fr¨ªo se vuelven resistentes a la insulina.
La mayor¨ªa de adaptaciones al fr¨ªo se habr¨ªan desarrollado de forma gradual, conforme los microbios, plantas y animales aprend¨ªan a lidiar con los climas cambiantes, se?ala Moalem. Pero los n¨²cleos de hielo de Groenlandia revelan un periodo ¨²nico de la historia humana que podr¨ªan haber obligado a la gente a adaptarse r¨¢pidamente o morir. El clima, especialmente en Europa, comenz¨® a enfriarse hace 14.000 a?os. Hace unos 12.600 a?os, las condiciones empeoraron. Durante d¨¦cadas se produjeron grandes ca¨ªdas de las temperaturas.
Las condiciones glaciales duraron 1.300 a?os. Aunque el norte de Asia sufri¨® una glaciaci¨®n en la misma ¨¦poca, no parece que se produjera con la misma rapidez y ferocidad, cuenta Moalem, lo cual explicar¨ªa tal vez por qu¨¦ los esquimales y otras poblaciones con una prolongada historia de vida en climas glaciales no desarrollaron respuestas similares de protecci¨®n contra el fr¨ªo. En cambio, desarrollaron un tipo distinto de defensa contra la hambruna, llamado genes ahorrativos. La gente con dichos genes gana peso si ingiere m¨¢s de 1.000 calor¨ªas al d¨ªa. En el mundo actual, tan rico en calor¨ªas, eso podr¨ªa predisponerles a la diabetes de tipo II.
Las mutaciones gen¨¦ticas tardan mucho tiempo en acumularse, afirma Moalem. Pero los llamados factores epigen¨¦ticos, que modifican los patrones de expresi¨®n de los genes sin alterar su estructura b¨¢sica, pueden producir adaptaciones en s¨®lo unas generaciones.
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