La hora de la justicia
Dos a?os despu¨¦s del accidente del Yak-42 en el que murieron 62 militares espa?oles, mientras regresaban de una misi¨®n humanitaria en Afganist¨¢n, podemos decir que se sabe algo de la verdad. Se sabe, por ejemplo, que los militares fueron sometidos a un peligro innecesario, por un concepto de la disciplina militar mal entendido, al obligarles a volar, en contra de su voluntad, en unos aviones estropeados sobre los que hab¨ªan escrito numerosas quejas a las que sus mandos no prestaron atenci¨®n.
Tambi¨¦n se sabe que el avi¨®n incumpl¨ªa la normativa y jam¨¢s debi¨® ser autorizado a despegar; que la tripulaci¨®n, carente de la capacitaci¨®n y experiencia necesarias para ese viaje, funcion¨® como era moneda corriente en su proceder, es decir, elaborando un plan de vuelo falso y excediendo las horas de actividad permitidas para evitar la fatiga.
A estas alturas, se conoce de sobra que se falt¨® al respeto m¨ªnimo debido a los difuntos; que el Gobierno de entonces nos dio informaci¨®n falsa a los parientes de las v¨ªctimas; que ni el fiscal ni la juez de la Audiencia Nacional Teresa Palacios quisieron investigar el caso y que fueron las familias las que tuvieron que poner sobre la mesa pruebas incontestables acerca de los innombrables errores cometidos con los restos mortales de nuestros seres queridos.
Nadie puede ya alegar ignorancia. Todo el mundo sabe que en el funeral celebrado en la base a¨¦rea de Torrej¨®n el 28 de mayo de 2003 por la tarde hab¨ªa 30 cad¨¢veres no identificados; que al Rey se le oblig¨® a condecorar err¨¢ticamente f¨¦retros de militares con los nombres cambiados; que los generales que se responsabilizaron de las tareas de identificaci¨®n y repatriaci¨®n de los cuerpos fueron premiados jer¨¢rquica y econ¨®micamente inmediatamente despu¨¦s de sus desastrosas gestiones por el entonces m¨¢ximo responsable del Ministerio de Defensa, Sr. D. Federico Trillo-Figueroa Mart¨ªnez-Conde.
Se sabe que el entonces ministro sigue siendo diputado y no ha sido reprobado por el Parlamento, a pesar de que le minti¨® en el caso Yak-42. Se sabe que los militares defend¨ªan a todos los espa?oles y no a ning¨²n color pol¨ªtico en particular. Se sabe que hubo seis empresas subcontratadas, que ha desaparecido un contrato y hay otro con el precio borrado; que, adem¨¢s de la desidia en la inspecci¨®n, la t¨¦cnica de la "subcontrataci¨®n infinita" es el terreno abonado para que alg¨²n Judas pudiese vender la seguridad de nuestros militares por un pu?ado de euros; se sabe que, inexplicablemente, ahora como antes, la investigaci¨®n judicial tropieza con obst¨¢culos y parece empe?ada en pasar de puntillas sobre este caso sin entrar al fondo del asunto; se sabe que hubo m¨¢s responsables de este desastre que los dos generales imputados... S¨ª, todo esto se sabe, y es una verdad tan amarga como tr¨¢gica. Pero, ?qu¨¦ falta entonces?
Falta un elemento vital. El homenaje de la verdad es un aut¨¦ntico homenaje, por duro que resulte, pero es fragmentario, sesgado y absurdo, si no se completa con la justicia. Ahora es el turno de la Audiencia Nacional; la hora de la judicatura y de la fiscal¨ªa... Ellos tambi¨¦n murieron por servir y defender a sus jueces y fiscales. S¨ªrvanles ustedes lo que les falta y se merecen: Justicia.
Alfonso Agull¨® Canda es presidente de la Asociaci¨®n de Familias Afectadas por la Cat¨¢strofe del Accidente A¨¦reo del Yak-42
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