Trujamanes
Algunas personas vuelven a plantearse la cuesti¨®n que, a partir de cierto momento, perturb¨® el franquismo: la diferencia entre una Espa?a oficial, pol¨ªtica, gobernante, y otra Espa?a real, sin representaciones teatraloides, ajena a los gritos de rigor y el ¨¢ngelus de las doce, sin superlativos de discurso, que trataba de vivir m¨¢s libremente; y por lo menos de una manera no rid¨ªcula ni estupefaciente. La entelequia de la Espa?a actual procede, sobre todo, de las mismas personas que entonces -sus clones, sus mismos genes por lo menos intelectuales-, que gritan y alarman y se hacen apocal¨ªpticas cada d¨ªa; pero tambi¨¦n de las inseguridades de los ministeriales. Parecen m¨¢s l¨®gicas porque las personas normales admitimos bien una cierta discreci¨®n cuando se habla de treguas y conversaciones, de estatutos y de otros berenjenales. Los aficionados perturban m¨¢s, los que encabezan, dirigen o hablan como si fueran muchos, y todos de acuerdo, y sus galopes van a veces hacia un lado de la pista, a veces hacia el otro. De pronto llega una bomba -ayer- y unos dicen que es una bomba pac¨ªfica, hermosa contradicci¨®n, y otros que es el hacha de la guerra, que significa que ETA no acepta la mano tendida, o que dice que no es una mano tendida porque las detenciones siguen.
La verdad es que desde que est¨¢ este Zapatero prodigioso -como dir¨ªa Lorca- en el Gobierno la sensaci¨®n de realidad era mucho mayor. Parece como si se hubiera aproximado m¨¢s a la gente; gobierna para el p¨²blico, para un p¨²blico de pensiones y sexo, comida y colegio, y su lavado de cara de Espa?a da una idea de nueva claridad. Hasta la solicitud al Congreso para negociar con ETA. A partir de ah¨ª bullen las interpretaciones: cada uno tiene la suya, cada tipo se cree portador de verdades eternas, y se pierde el contacto con la verdad. Estamos, otra vez, en lo revuelto y gris¨¢ceo. Es verdad que el presidente del Gobierno tiene demasiados trujamanes, mucho joven de lenguas que se cree en posesi¨®n de la verdad.
La culpa no es de estos aficionados, sino del propio presidente del Gobierno, que con quien debe hablar es directamente con el pueblo -o sea, con el Congreso-; a menos que prefiera la confusi¨®n, y quede uno con la duda de saber qu¨¦ es lo que realmente est¨¢ haciendo, qu¨¦ respuestas o qu¨¦ iniciativas ha recibido, qu¨¦ significa la bomba de ayer.
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