Deslumbrante
No es una exageraci¨®n decir que fue deslumbrante la versi¨®n que la Orquesta Sinf¨®nica de Londres realiz¨® de On the waterfront, la suite que Bernstein extrajo de la banda sonora compuesta para La ley del silencio, de Elia Kazan. Y deslumbr¨® no s¨®lo por la estimulante secci¨®n de percusi¨®n o por los preciosos solos de trompa, flauta y trompeta (entre otros). Ni por las excelsas secciones de cuerda y de madera. Deslumbr¨®, sobre todo, porque esta agrupaci¨®n inglesa -hay quien piensa que es la mejor de todas las orquestas brit¨¢nicas, que son muchas y muy buenas- busc¨® sacar a la luz el genuino pensamiento musical de Bernstein, a saber: la esencia m¨¢s luminosa y espec¨ªfica de la m¨²sica americana. Ah¨ª estaban los colores del jazz y del mejor musical, el vigor r¨ªtmico inconfundible y la plasticidad de las grandes bandas sonoras para el cine. La interpretaci¨®n de On the waterfront brill¨®, sobre todo, en la primera parte de la suite, pero simplemente porque tambi¨¦n era la m¨¢s atractiva a nivel compositivo.
London Symphony Orchestra
Antonio Pappano, director. Han-Na Chang, violonchelo. Obras de Bernstein, Shostak¨®vich y Rachm¨¢ninov. Palau de la M¨²sica. Valencia, 26 de mayo de 2005.
El Concierto para violonchelo y orquesta, de Shostak¨®vich, cont¨® con la presencia de una solista muy joven: la coreana Han-Na Chang, y un coliderazgo fant¨¢stico del solista de trompa. Antonio Pappano, con la batuta, supo encontrar tambi¨¦n la expresi¨®n adecuada para estos pentagramas, de motivos mel¨®dicos inquietos combinados con secciones dulces y apasionadas. La solista respondi¨® a todos los requerimientos de la partitura, en cuanto a agilidad, afinaci¨®n e inteligencia para la polifon¨ªa con su instrumento -el Adagio de esta obra se lo exige-. Su fraseo fue excelente. La sonoridad, un tanto acre, se adaptaba mejor al car¨¢cter de los movimientos primero y cuarto, m¨¢s c¨¢usticos, que a la dulzura requerida en el segundo y tercero.
Para acabar, el rom¨¢ntico Rachmaninov de la Segunda Sinfon¨ªa. De nuevo los ingleses, dirigidos por Pappano, tocaron con el fraseo y el tono m¨¢s conveniente para desarrollarla. El director consigui¨® mantener la tensi¨®n a lo largo de toda la obra, cuya duraci¨®n es considerable (cerca de una hora). Los instrumentos m¨¢s graves de la orquesta (violonchelos, contrabajos, trombones y tuba) le dieron al primer movimiento un colorido muy especial, sin que se percibiera en su cometido ni un solo resbal¨®n. En el final del mismo result¨® admirable, tambi¨¦n, la forma en que los violines "se transformaron" en flautas al hacer imperceptible la transici¨®n entre unos y otras. La secci¨®n de trompas fue ideal, a lo largo de todo el concierto. En el Adagio, el amplio solo del clarinete sobre los segundos violines y la cuerda grave se escuch¨® de un solo trazo, como si el clarinetista no tuviera necesidad de respirar. Deslumbrante fue tambi¨¦n la ejecuci¨®n de los reguladores y la n¨ªtida expresi¨®n de las voces interiores. En fin: una delicia.
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