El azote de Putin
Esta periodista rusa se ha convertido en una de las voces m¨¢s cr¨ªticas con el Gobierno de Putin, sobre todo desde que quisieron envenenarla. En su ¨²ltimo libro, 'La Rusia de Putin' (editorial Debate), le critica sus ¨ªnfulas de zar, la guerra en Chechenia y el amordazamiento de la prensa.
Septiembre de 2004. Asedio de Besl¨¢n, Osetia del Norte. Toma de rehenes en una escuela. Rusia Tv y el Canal 1 dedican breves informaciones sobre el asalto, sin casi alterar la programaci¨®n. S¨®lo a trav¨¦s de los sat¨¦lites, conectando con la BBC o la CNN, los ciudadanos pueden conocer lo que est¨¢ sucediendo. Una periodista rusa, Anna Politkovskaya, sube en un avi¨®n para dirigirse a ese lugar. Se toma un t¨¦ y a continuaci¨®n se siente muy mal. Llama por su m¨®vil y cae inconsciente. Despierta en un hospital. Ha sido envenenada con un producto que los m¨¦dicos no logran identificar. La periodista, con aspecto de muy hacendosa y entregada, una mujer seria, enjuta y delgada, con gafas, que cruza las piernas fuertemente y tambi¨¦n las manos, ha pasado por Madrid para promocionar su ¨²ltimo libro, La Rusia de Putin. No quiere entrar en detalles sobre su terrible aventura, no quiere contar mucho al respecto. Los peri¨®dicos europeos han titulado sus cr¨®nicas sobre ella con cosas como: una periodista contra Putin. Tiene un premio de periodismo, el del Pen Club Internacional, por escribir sobre la guerra de Chechenia, por sugerir que Mosc¨² est¨¢ alimentando el conflicto b¨¦lico en beneficio de Putin.
Antes de Besl¨¢n, hab¨ªa adquirido notoriedad en 2002, cuando, siendo corresponsal de The Sunday Times, unos supuestos terroristas tomaron como rehenes a todos los espectadores del teatro Dubrovka de Mosc¨², acci¨®n que se sald¨® con 190 muertes. Anna actu¨® como intermediaria y consigui¨® que liberaran a algunos rehenes a cambio de comida. En una de sus mediaciones declar¨®: "Est¨¢n dispuestos a matar, pero no ya mismo". "El presidente Putin debe decir que pone fin a la guerra, ellos necesitan o¨ªrle decir esas palabras". Y antes de eso hab¨ªa profundizado en la violaci¨®n de los derechos humanos en la guerra de Chechenia; denunci¨® las torturas y el terror que practicaban los militares rusos con la poblaci¨®n.
Rusia no es un Estado de derecho, es el mensaje que Politkovskaya lanza tras cada una de las historias que cuenta en sus libros -La deshonra rusa, Una guerra sucia-. Incluso llega a sugerir que, comparando la era Putin con la de Stalin, no hay tantas diferencias.
Asegura que no pretende analizar, sino describir, transmitir frescos de la realidad que observa de cerca, as¨ª como las reacciones emocionales que todo eso le produce. Las frases, las p¨¢ginas, las historias personales que describe son, en efecto, un grito emocional, y requieren un lector algo familiarizado con la evoluci¨®n rusa para ser comprendidas del todo. Quiz¨¢ el lector occidental tambi¨¦n eche de menos m¨¢s datos de los que esta periodista, consciente de su papel de denunciadora casi en solitario, nos ofrece de una realidad bastante opaca de cara al exterior. Por otro lado, no hay duda de que se han violado los derechos humanos en Chechenia, de que se ha torturado; el pasado febrero, Putin ha sido condenado por ello por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Tampoco es disparatado decir que en Rusia la corrupci¨®n campa por sus respetos y que la libertad de expresi¨®n ha sido cercenada. Finalmente, es verdad que han intentado asesinarla. Todo ello es sabido, ha sido repetido. Pero nos gustar¨ªa que Politkovskaya nos ofreciera algo m¨¢s. Sobre todo porque cuando nos muestra algunos casos de corrupci¨®n, por otra parte viejo vicio entre los pol¨ªticos rusos, o los abusos de los militares rusos, a trav¨¦s de un par de casos, te asalta la duda de si no estaremos ante una mujer sincera, pero tambi¨¦n ante uno de esos personajes radicales y siempre en contra, siempre m¨¢s puros que nadie y que son incapaces de detectar el menor atisbo de cambio positivo si ¨¦ste se diera.
?Qu¨¦ le anima a usted a tener tanto valor, hasta poner en peligro su vida?
Soy una fan¨¢tica de mi profesi¨®n. Es un trabajo que nos da la posibilidad de contar lo que en realidad sucede. Ahora mismo, no puedo hacerlo de una manera tan activa como antes, cuando pod¨ªa intervenir en televisi¨®n. Pero yo no le tengo miedo a las restricciones, porque en Rusia hay gran tradici¨®n de samesdak, que es literalmente autoedici¨®n. En la ¨¦poca sovi¨¦tica no pod¨ªamos editar libros ni leerlos, y los copi¨¢bamos a mano.
?Se editan sus libros en su pa¨ªs?
Solamente fue editado un libro m¨ªo, que se vendi¨® muy bien; al reeditarlo, en muchos lugares se impidi¨® la distribuci¨®n en las librer¨ªas. Pero no ser¨ªa justa si me quejara de falta de atenci¨®n.
Me ha llamado la atenci¨®n que a veces contrapone a Putin con Yeltsin, al que hace pasar por alguien mucho m¨¢s tratable en un sentido pol¨ªtico, m¨¢s liberal, m¨¢s dem¨®crata. ?Es que Yeltsin le gustaba realmente?
?Qu¨¦ ha podido pasar para que ahora Yeltsin nos parezca una persona incluso simp¨¢tica? S¨ª, en cuanto a la libertad de prensa, por ejemplo, ¨¦sa es la realidad. En los tiempos de Yeltsin pod¨ªamos escribir todo. Es m¨¢s; Yeltsin reaccionaba a lo que escrib¨ªamos y el gran m¨¦rito de los periodistas de aquella ¨¦poca fue que le convencieron de que cesara la primera guerra en Chechenia. Finalizada la guerra, Yeltsin aprob¨® leyes que permitieron pagar unas compensaciones a la gente por sus casas destruidas y unas pensiones dignas a los soldados heridos. Ahora todo aquello se ha derrumbado. Los mutilados de guerra tienen sus pensiones suspendidas y los soldados que vuelven de la batalla tienen que aguantar con una limosna que da verg¨¹enza; a un soldado que ha perdido sus piernas le pagan 20 d¨®lares. Y en cuanto a los chechenos, absolutamente nada para ellos. Los chechenos est¨¢n cargando con la responsabilidad colectiva de lo que est¨¢ pasando. Todos ellos responden por lo que hacen algunos. Y refiri¨¦ndonos a Putin, no hay un solo canal de televisi¨®n independiente que pueda ofrecer informaci¨®n alternativa que difiera de la postura oficial. No s¨®lo en lo que se refiere a la guerra, sino a las actividades del Parlamento, al Gobierno, o a la situaci¨®n calamitosa que est¨¢n viviendo ciertas capas de la sociedad. La situaci¨®n de la tercera edad o la educaci¨®n son temas demasiado dolorosos para Putin como para hablar de ellos.
?Qu¨¦ piensan los rusos comprometidos de la actitud pasiva de Occidente ante esa situaci¨®n de violaci¨®n de los derechos humanos en Chechenia y de corrupci¨®n y falta de libertad de expresi¨®n para los rusos?
No puedo decir, en general, c¨®mo se juzga o analiza esto en Occidente, porque s¨®lo puedo seguir la prensa inglesa y poco m¨¢s. Pero por intuici¨®n me parece que hay poco inter¨¦s por lo que nos ocurre. Cuando me envenenaron, me visitaron muchos periodistas extranjeros que trabajan en Mosc¨²; me dijeron abiertamente, y les agradezco su sinceridad, porque yo no quer¨ªa conceder entrevistas sobre este asunto, que deb¨ªa convencerme de la conveniencia de hacerlas, porque lo que me hab¨ªa ocurrido era un pretexto para que pudieran hablar de lo que suced¨ªa en Rusia. Por eso acced¨ª.
En su libro creo que menciona la existencia de una sola radio independiente.
S¨ª. S¨®lo hay una emisora de radio que ofrece una informaci¨®n alternativa. Pero cuando ped¨ª al director de esta emisora, que se llama Eco Mosc¨², que nos dejara proponer que los periodistas pod¨ªamos garantizar con nuestra presencia la primera ronda de negociaciones con los chechenos, como personas sin inter¨¦s por cobrar un dividendo pol¨ªtico, sino ¨²nicamente interesadas en el fin de la guerra, el director de la emisora no pudo dar su visto bueno, porque la presi¨®n que ejerc¨ªa sobre ¨¦l la gente del presidente era muy fuerte. Lo que me dijo fue simplemente: si no, nos van a hacer da?o? Solamente queda Internet. Es el mejor medio para saber qu¨¦ ocurre. Lo malo es que, siendo la fuente de informaci¨®n m¨¢s libre en Rusia, s¨®lo es accesible para el 18% de la poblaci¨®n. Rusia sigue siendo un pa¨ªs agr¨ªcola.
?Hasta qu¨¦ punto la experiencia de la 'revoluci¨®n naranja' de Ucrania puede servirles de ejemplo a los rusos? ?Hay deseos de imitarla?
La revoluci¨®n naranja ha ejercido una influencia enorme. A mucha gente se le abrieron los ojos. Incluso a nosotros mismos, los de la era postsovi¨¦tica, nos ha sorprendido lo que ha influido. Nos consideramos pasivos. Estamos acostumbrados a ser esclavos, porque la esclavitud nos hizo as¨ª sin darnos cuenta; unos seres incapaces de protestar, de luchar contra la corrupci¨®n o contra la falsificaci¨®n en unas elecciones. Y, de pronto, en Ucrania hemos visto que es posible. Bueno, primero en Georgia y luego en Ucrania. Pero los caucasianos son distintos; sobre todo los del sur, son m¨¢s emocionales. Pero es que los ucranios son pr¨¢cticamente como los rusos, y sin embargo se han atrevido. Todo diciembre estuvo marcado por este pensamiento que martilleaba las mentes de la gente: ellos han podido, ?por qu¨¦ nosotros no? ?Por qu¨¦ nunca hemos podido hacer nada? La gente en Rusia se enamor¨® de esa revoluci¨®n.
Pero Ucrania sufri¨® el estalinismo de una manera especial. All¨ª murieron millones de personas de hambre; los dejaron morir de hambre a prop¨®sito, para dominarlos. Se puede pensar que eso que se llama la memoria colectiva les impulsaba a separarse del dominio ruso; pudo haber sido el verdadero motor de la 'revoluci¨®n naranja'. ?Cu¨¢les podr¨ªan ser los motivos de los rusos para despertar de su letargo?
Las hambrunas fueron terribles en Ucrania, pero tambi¨¦n afectaron a las regiones del Volga. No podemos decir que la naci¨®n ucrania fue la que m¨¢s sufri¨® el estalinismo; todas sufrieron, todas entregaron su gente. Entre los caucasianos hubo pueblos enteros deportados, desplazados con grandes sacrificios a otras partes del pa¨ªs. Y los rusos perdieron a la mayor¨ªa de sus mejores intelectuales, que fueron eliminados.
Han pasado 20 a?os desde la 'perestroika'. En ese momento, mientras a los europeos nos parec¨ªa muy importante lo que representaba Gorbachov, y la 'perestroika' y la 'gl¨¢snost' fueron palabras casi m¨¢gicas, descubr¨ªamos que los rusos no quer¨ªan a Gorbachov. Hablaban mal de ¨¦l, aunque sin dar mucho detalle, como si los males que acarreaba fueran obvios. En cambio, enseguida comenzaron a hablar bien de Yeltsin, sin llegar a comprender muy bien por qu¨¦.
Personalmente tengo muy buena opini¨®n sobre Gorbachov, pero ese rechazo del que habla tiene una explicaci¨®n. En primer lugar, ¨¦l destruy¨® la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Los rusos, sobre todo los rusos, estaban muy en contra de la desaparici¨®n de la URSS, porque estaban acostumbrados a ser el Gran Hermano, el imperio, el principal componente de este imperio. Gorbachov permiti¨® la desuni¨®n. Su perestroika condujo a que la Uni¨®n Sovi¨¦tica se desintegrara.
Pero fue Yeltsin quien llev¨® a cabo el desmembramiento?
S¨ª, lo hizo Yeltsin, pero fue consecuencia de la pol¨ªtica de Gorbachov. Gorbachov fall¨® en conseguir un nuevo acuerdo entre las rep¨²blicas, y, como resultado de eso, se produjo el encuentro en el que Yeltsin firm¨® un trato con los l¨ªderes de Bielorrusia y Ucrania sobre la separaci¨®n. La segunda cr¨ªtica que se le hace a Gorbachov es m¨¢s bien de car¨¢cter freudiano y est¨¢ relacionada con Ra¨ªsa Gorbachova. No se ve¨ªa con buenos ojos que la primera dama destacara tanto. No era la costumbre en Rusia, y la mayor¨ªa del pa¨ªs no pod¨ªa aceptar ese cambio de comportamiento. Eso irrit¨® mucho y Yeltsin lo aprovech¨®.
No parece un motivo consistente cuando los cambios propuestos por Gorbachov significaban realmente una revoluci¨®n?
Lo de Ra¨ªsa tuvo su importancia; es una de esas cosas que permanecen tenazmente en la memoria de la gente, que por s¨ª solas no movilizan a muchos, pero que unidas a otras razones? Y las otras razones eran muy serias. Era ese desmembramiento del imperio; la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y la retirada de las tropas de Alemania del Este fueron percibidas por la mayor¨ªa de los rusos como una rendici¨®n. Se le acus¨® a Gorbachov de haber vendido el pa¨ªs, de haberse vendido a los alemanes. ?sa era una raz¨®n de mucho peso. Recuerde que cuando Putin lleg¨® al poder y dijo que consideraba que la desaparici¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica era un tr¨¢gico error y que iba a intentar volver a unirla, la mayor¨ªa de la gente le aplaudi¨®. Putin gan¨® con esa propuesta. Y no s¨¦ si se ha fijado en que la mujer del primer mandatario ha vuelto a ser alguien sin presencia pol¨ªtica. No se la ve nunca, no dice nada. Y eso es muy aplaudido.
Pero se podr¨ªa pensar que muchos rusos antepon¨ªan las libertades que ofrec¨ªa la apertura de Gorbachov a la desaparici¨®n del imperio sovi¨¦tico. ?O eso no era as¨ª para ustedes, lo era s¨®lo desde el punto de vista de los europeos?
No, esa deducci¨®n no era v¨¢lida, salvo para los j¨®venes. La juventud s¨ª quer¨ªa y quiere estar en Europa, sentirse europea de pleno derecho. Las mujeres j¨®venes quieren hacer carrera profesional, en contra de una creencia arcaica popular rusa de que todas las mujeres son tontas. Porque el comunismo no cambi¨® la situaci¨®n de la mujer; s¨®lo cre¨® unas im¨¢genes para sugerir lo contrario; hab¨ªa hasta una mujer cosmonauta. As¨ª que los j¨®venes son el sector de la sociedad que siempre ha elegido la democracia en vez de la vuelta al imperio.
Y usted, ?qu¨¦ salvar¨ªa de la ¨¦poca comunista?
(Suspira profundamente). No s¨¦ qu¨¦ puedo decir. Me es dif¨ªcil encontrar algo positivo. Soy una periodista que empez¨® a trabajar cuando a¨²n exist¨ªa la URSS. ?Pero qu¨¦ hubo de bueno all¨ª? Cuando estall¨® la guerra de Afganist¨¢n, no solamente ten¨ªamos prohibido escribir sobre ella, sino hasta pensar en ella.
Ahora, en EE UU tampoco dejan sacar im¨¢genes de los ata¨²des con los soldados que vuelven muertos de Irak. Esa represi¨®n de la informaci¨®n hubiera sido imposible de mantener en la guerra de Vietnam. ?Vamos hacia atr¨¢s?
No s¨¦. En Rusia no se pod¨ªa ni mencionar. Hubo muchas v¨ªctimas; era una guerra injusta que dio vida, al fin y al cabo, a personajes como el propio Bin Laden. Nosotros sab¨ªamos que los militares tra¨ªan drogas, que las primeras partidas llegaron a Rusia desde Asia Central. Entonces fue cuando empezaron los primeros problemas con la drogadicci¨®n, en un pa¨ªs que viv¨ªa aislado; tanto que ni siquiera conoc¨ªamos la palabra hero¨ªna.
?No encuentra nada positivo del r¨¦gimen comunista?
Nada, no encuentro nada positivo.
Antes hac¨ªa referencia a la pasividad del pueblo ruso, a su falta de decisi¨®n para hacer que las cosas cambien. ?Qu¨¦ consecuencias tiene esa actitud de resignaci¨®n desde el punto de vista psicol¨®gico; tiene que ver con la depresi¨®n?
S¨ª, est¨¢ claro que la sociedad sovi¨¦tica ha sido y es muy depresiva, y que el optimismo oficial contrasta con esa depresi¨®n casi colectiva.
?Pero qu¨¦ cambio quer¨ªa la gente, que, sin embargo, no soportaba a Gorbachov?
Bueno, lo que mucha gente quer¨ªa era un socialismo mejorado. Y esa fue la idea de Gorbachov, es decir, modificar algo el sistema, pero solamente algo. Lo que ocurri¨® es que cuando empez¨® a remendarlo, todo se le vino abajo, porque estaba podrido por dentro. Midi¨® mal sus propias fuerzas. ?Pero qu¨¦ otra cosa pod¨ªa hacer, siendo un representante de lo viejo, un funcionario, una persona que se licenci¨® en la escuela del partido? Todos nosotros tuvimos grandes lagunas en nuestra educaci¨®n. Todo eso conforma una mentalidad.
A menudo quienes hacen una transici¨®n proceden del viejo r¨¦gimen, como ocurri¨® en Espa?a con Adolfo Su¨¢rez. Sin embargo, ?les falt¨® a ustedes una voluntad expresa de consenso? Los pol¨ªticos espa?oles, en aquel tiempo, hablaban en plural, lo que respond¨ªa a un acuerdo de m¨ªnimos en el que todos participaban honestamente. Pero en Rusia no pasaba eso, todos daban su f¨®rmula m¨¢gica, cada uno en su propio nombre, como si cada uno fuera un zar.
S¨ª, primaba el individualismo. El individualismo de la ¨¦lite. Mientras tanto, no era un secreto que cuando la gente empez¨® a salir por primera vez al extranjero y ver c¨®mo viv¨ªan los europeos, la simpat¨ªa de la gente, la limpieza de las calles y todo lo dem¨¢s, de pronto quisieran ser como ellos. Porque la imagen que nos hab¨ªan transmitido de los europeos era completamente distinta. Nos hab¨ªan dicho que era una sociedad podrida. Esa reacci¨®n tambi¨¦n se produjo.
Volvamos a Putin. Parece que la gente le sigue apoyando. ?Esa propuesta suya prometiendo volver a unir todas las naciones de la Uni¨®n puede m¨¢s que las infracciones contra los derechos humanos o el amordazamiento de la prensa?
Las estad¨ªsticas de Rusia son sovi¨¦ticas. Si mira los sondeos de opini¨®n independientes, ver¨¢ que Putin no tiene un 50% de apoyo, como dicen ellos. S¨®lo cuenta con un 30%. Pero ya he dicho que la capacidad de oponerse no es el punto m¨¢s fuerte del pueblo ruso. Nosotros resistimos muy bien al enemigo externo, pero no sabemos oponernos a los opresores que intentan devolvernos al tiempo de la esclavitud. Ah¨ª es donde conectan enseguida los instintos de conservaci¨®n. Las familias intentan sobrevivir, piensan en la ¨¦poca de Stalin, el miedo les ocupa la mente. Se preguntan c¨®mo pueden luchar contra el KGB y se convencen de que no pueden. Si el KGB, en este caso el Servicio Federal de Seguridad, est¨¢ de nuevo en el poder, lo que hay que hacer es intentar sobrevivir, conservar la familia, protegerla, porque eso ya es bastante. Esa defensa de la familia es un sentimiento muy fuerte entre nosotros. Mi familia muchas veces me dice que tenga m¨¢s cuidado, porque su supervivencia depende de la m¨ªa. Y la historia no pasa en vano. El estalinismo no est¨¢ erradicado de las conciencias de la gente. Tanto en la ¨¦lite como en la gente normal ha de pasar todav¨ªa mucho tiempo. Sabemos que es as¨ª, y, al mismo tiempo, que no hay que rendirse, porque si no lo intentamos, nunca suceder¨¢ nada. Seguiremos resignados con la corrupci¨®n y la mentira.
En Espa?a podr¨ªamos decir que ¨¦stos no son buenos tiempos para la l¨ªrica.
En Rusia decimos que es tiempo de encerrarse en la cocina, de dedicarse a la peque?a l¨ªrica de la casa y callarse.
?Ve similitudes entre Berlusconi y Putin en el manejo de los medios de comunicaci¨®n?
Creo que tanto Berlusconi como Putin saben c¨®mo se puede dirigir un pa¨ªs con ayuda de las mafias, o, para ser m¨¢s exactos, con ayuda de las relaciones de tipo mafioso. Sin duda, tenemos en com¨²n problemas con la libertad de expresi¨®n, pero nosotros, adem¨¢s, no encontramos protecci¨®n en los tribunales, porque el poder judicial tambi¨¦n act¨²a bajo las presiones del Gobierno. En Italia no pasa eso. Los jueces ponen a Berlusconi en entredicho. En Rusia, en cuanto un juez se queja de que est¨¢ siendo presionado lo echan? y se acab¨® el problema. Este sistema permite que el presidente del Gobierno nombre a los jueces. Nosotros, en vez de una asociaci¨®n de Manos Limpias, tenemos una asociaci¨®n de jueces destituidos. As¨ª que estamos peor que en Italia.
Cuando a Putin se le recuerda la mala situaci¨®n de la democracia en Rusia y que debe ponerle remedio, contesta que s¨ª, pero que la democracia debe hacerse de acuerdo con la tradici¨®n rusa. ?Sabe a qu¨¦ se refiere?
Sinceramente, no. Intentando explicarnos lo que quer¨ªa decir, nos dijo que cada pa¨ªs tiene su propia tradici¨®n, y puso como ejemplo a Bokassa, que se com¨ªa directamente a sus adversarios pol¨ªticos. Al escuchar aquello, la gente se qued¨® presa del p¨¢nico. Entonces, ?est¨¢ hablando de una democracia esclavista? Porque eso no es una democracia. A mediados del siglo XIX fue abolida la servidumbre en Rusia, pero no dur¨® mucho esa libertad, porque pronto comenz¨® la esclavitud sovi¨¦tica. As¨ª que, ?a qu¨¦ tradici¨®n democr¨¢tica se refiere Putin? Los rusos estamos precisamente en contra de esa tradici¨®n. A Putin la sociedad no le dio permiso para hacer una democracia a su medida. ?l no es un zar, aunque se atribuye las competencias de un zar. El zar es el representante de Dios en la Tierra; ¨¦sa es la tradici¨®n rusa. En cuanto a Putin, no podemos hablar de ninguna providencia ni ning¨²n designio de Dios. ?l es un se?or que proviene de un entorno contrario a la religi¨®n; as¨ª que, de verdad, ?de qu¨¦ habla?
?El hecho de haber sido condenado por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, cree que le har¨¢ cambiar?
Por ahora no le ha afectado nada. Todos esos desmanes en Chechenia han sucedido no porque Putin no los conociera, no por culpa de algunos militares perversos, sino que ¨¦l ten¨ªa, y tiene, los ojos bien abiertos y es consciente de lo que pasa. Dentro del pa¨ªs hemos comentado muchas veces esta cuesti¨®n.
Dice usted que los militares torturan, matan a civiles, hacen lo que quieren sin el menor temor a ser castigados, que los jueces no pueden trabajar. Pero en el libro cuenta el caso de un general llamado Budanov que viola y mata a una joven chechena, que es absuelto por un juez, pero que, en una segunda vuelta, es condenado. Al menos hubo una rectificaci¨®n, ?no?
Primero la Administraci¨®n neg¨® que Budanov tuviera que ser condenado y un juez instruy¨® el caso en este sentido. Y luego las organizaciones pro derechos humanos, las fuerzas democr¨¢ticas lograron, a trav¨¦s de Joschka Fischer, entrevistarse con el canciller alem¨¢n, Schr?der; su mediaci¨®n ante Putin, dici¨¦ndole que un violador no pod¨ªa escapar a la justicia, sirvi¨® para que el presidente sustituyera al juez. Y este nuevo juez ten¨ªa otra tarea asignada, que era la de condenar a Budanov. Pero eso no es una prueba de la independencia del juez, ni una haza?a personal. Es que recibi¨® otras instrucciones. Ya me gustar¨ªa poder darle las gracias por haberse jugado algo personalmente, pero fue otro mandado. Igual que el primero. No es serio que los l¨ªderes europeos anden con mediaciones de vez en cuando. Aqu¨ª se trata de respetar los principios, no de acceder graciosamente a una petici¨®n. La modificaci¨®n del sistema judicial en Rusia, un cambio legislativo, arreglar¨ªa muchas cosas.
Al mismo tiempo que se produc¨ªa la intervenci¨®n de Schr?der, en Mosc¨² hab¨ªa manifestaciones a favor del general.
S¨ª, pero hubo incluso algunos militares en contra de ese general.
?Es ¨¦sa una se?al de que algo se est¨¢ moviendo?
No nos enga?emos; para ellos es muy habitual matar, pero hay que conocer la mentalidad de esta gente. ?Por qu¨¦ no la fusil¨® directamente, por qu¨¦ ensuciarse viol¨¢ndola? ?sta fue la reacci¨®n entre los oficiales. Violar es algo que puede permitirse un soldado, pero no est¨¢ bien visto entre los oficiales. Les repugna. En cuanto a las manifestaciones, fueron dirigidas por un movimiento reaccionario de nacionalistas rusos que dec¨ªan que un oficial ruso no puede sufrir por culpa de una chechena.
?Se ha fomentado el racismo desde Rusia hacia las dem¨¢s rep¨²blicas?
S¨ª. En la ¨¦poca sovi¨¦tica existi¨® esa actitud paternalista desde arriba hacia abajo. Eso de nosotros sabemos c¨®mo tienen que vivir ellos. Una mentalidad imperialista, que en la ¨¦poca de Yeltsin intentaron erradicar sus asesores democr¨¢ticos. Pero cuando Putin lleg¨® al poder, lo que hizo fue jugar de nuevo con estos sentimientos, utilizarlos. Y tanto en Ucrania como en Georgia, lo que se dec¨ªa era: ?pero qui¨¦nes son ¨¦stos, los que se est¨¢n revelando contra nosotros? S¨®lo pueden actuar como nosotros digamos, nosotros somos superiores. De eso a decir que los rusos son una raza superior, pues no faltaba m¨¢s que un paso. En la ola de este nuevo imperialismo ruso, que se basa en la seguridad de que nadie sabe hacer nada si no se lo ense?an los rusos, el reflejo condicionado imperialista sigue funcionando. Rusia mand¨® a sus mejores relaciones p¨²blicas para asegurar la victoria de Yanuk¨®vich en Ucrania, pero se produjo lo que nosotros llamamos pisar el rastrillo; es decir, que te das con el mango.
Esa actitud me recuerda un episodio escrito por Milan Kundera: los rusos entran en Praga con sus tanques y la gente les tira piedras; un soldado ruso se pone a llorar y pregunta: pero ?qu¨¦ os pasa?, si venimos porque os queremos.
S¨ª, es eso. El paternalismo.
?Piensa que Putin se cree que puede reconstruir el imperio o lo usa simplemente como reclamo electoral?
S¨ª, lo dice y lo cree. Pero ha pasado mucho tiempo desde la ¨¦poca de Gorbachov y nadie quiere volver a formar un imperio. Ahora lo que est¨¢ de moda es comprar un apartamento en Kiev (Ucrania), si te lo puedes permitir, porque es la oportunidad de vivir aqu¨ª, pero cerca de Europa.
?Qu¨¦ dice su familia de la vida que lleva usted, de los peligros que corre?
Que no siga. Que lo deje. Quieren que me busque otra cosa; cuando me invitan a Estados Unidos a dar conferencias, me piden que me quede una temporada all¨ª. Es que todos se quedaron muy impresionados con el intento de envenenamiento. He tenido suerte con mis dos hijos; mantengo una relaci¨®n muy estrecha con ellos y se ponen muy contentos cuando estoy fuera de Rusia porque consideran que as¨ª estoy a salvo.
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