Cartelera de espect¨¢culos
Hab¨ªamos quedado en que la famosa globalizaci¨®n s¨®lo es la sincronizaci¨®n del planeta. A fin de cuentas, la mayor parte de los problemas actuales se reducen a meros asuntos de sincron¨ªa: entre el euro y el d¨®lar, entre los continentes arruinados y las multinacionales opulentas, entre el eurocapitalismo lentorro y el turbocapitalismo norteamericano, entre la sobredosis informativa y las brechas tecnol¨®gicas, entre el consumo chic de las ¨¦lites y la supervivencia hard de las masas, entre las carteleras ricas y las carteleras pobres. La globalizaci¨®n, en definitiva, como sincronizaci¨®n entre el reloj digital de cosm¨®polis situado en los despachos de las altas torres de cristal, acero y aluminio de Metr¨®polis y la hora desfasada que se?ala el campanario anal¨®gico y chaparro de las provincias del imperio. Y de esa concreta asincron¨ªa nacen las nuevas asimetr¨ªas sobre las que rota el globo.
Y hab¨ªamos quedado tambi¨¦n, por otra parte, en que la televisi¨®n siempre fue la Gran Sincronizadora. La pantalla del cuarto de estar como meridiano de cristal que se?alaba con exactitud el horario del mundo y condicionaba sus ocios, consumos y carteleras. Pues bien, acabo de darme una vuelta este fin de semana por los espacios sincronizados de la ciudad, incluido mi cuarto de estar, y tenemos que matizar. La tele, al menos la espa?ola, ya no sincroniza nada. Su destartalado reloj anal¨®gico est¨¢ parado a mediados del siglo pasado y s¨®lo emite en diferido programas, sonidos, im¨¢genes y ficciones que nada tienen que ver con la globalizaci¨®n, sino que nos remiten a su casticismo original, fundacional. Telecomedias vecinales en la tradici¨®n de Arniches y que no van m¨¢s all¨¢ del 13 Rue del Percebe de Ib¨¢?ez; cotilleos rosas o verdeamarillos que ya, a estas alturas de la telebasura, donde un d¨ªa fuimos los reyes cat¨®dicos del trash, aburren a las piedras; informativos, debates y tertulias ¨²nicamente politiqueros y encima basados en ese minutado pol¨ªticamente correcto y de raza transicional; noticias internacionales del carril de agencia, cl¨®nicas, gemelas, intercambiables: telediarios trillizos; telerrealidades de la muy global Endemol, pero con irrefrenable tendencia a castizar, paletizar, desglobalizar; variedades, comicidades y galas que s¨®lo nos conectan con las noches prehist¨®ricas de Prado del Rey. Un mediocre y muy tedioso purgatorio local desincronizado de esos cielos e infiernos globales donde hoy ocurren las cosas. No s¨®lo es que nuestras tres cadenas generalistas sean muy pocas para un pa¨ªs de esta cala?a industrial, que lo son; es que son id¨¦nticas y encima las tres andan extraviadas de siglo: berlusconizadas por acci¨®n empresarial (Telecinco /Antena 3) o italianizadas por contagio competitivo (TVE), como en Italia le ocurre a la RAI.
En cambio, sales a la calle o entras en Internet y te encuentras por todos los lados de la ciudad con la cartelera de espect¨¢culos admirablemente sincronizada. Las discotecas y clubes espa?oles est¨¢n puntualmente globalizados y pagas la copa precisamente para eso, para estar seguro de que all¨ª dentro escuchar¨¢s y danzar¨¢s los mismos sonidos que componen la banda sonora del globo (que ahora, luego del rock, es el hip-hop). Los multicines estrenan al mismo tiempo que la Metr¨®polis los megahits mundiales; incluso, a veces, alguna peli local felizmente sincronizada. Las macrotiendas de libros, ced¨¦s y deuved¨¦s, para bien o para mal, tambi¨¦n participan de esta imparable sincronizaci¨®n. Lo mismo que nuestros Centros de Arte moderno, cada d¨ªa m¨¢s numerosos, globales y deslocalizados. Y si te atreves con los salones recreativos de los centros comerciales, entonces compruebas que las pantallas de los videojuegos infantiles est¨¢n igual de concordadas que las pantallas de los videojuegos senior de las bolsas de Nueva York o Tokio.
En cuanto a Internet, basta abandonar la navegaci¨®n por la superficie de la Red y sumergirse en lo que llamo el ciberground, por analog¨ªa evidente con el viejo underground, para comprobar que all¨¢ abajo la mayor parte de nuestros bitacoreros, altermundialistas, frikis o como diablos se llamen los nuevos submarinistas, est¨¢n sincronizados en tiempo real con los latidos del mundo.
S¨®lo la cartelera de nuestra tele generalista est¨¢ desfasada, es provinciana hasta la m¨¦dula, ¨²nicamente practica el reestreno y adem¨¢s se niega a emitir o maltrata con sus horarios imposibles esas maravillosas series TV que, hoy por hoy, seducen al globo y lo sincronizan mucho mejor que las pelis independientes o el hip-hop rebelde. Desde Los Soprano, El ala oeste de la Casa Blanca y A dos metros bajo tierra, enterradas en vida, hasta lo que ya est¨¢ runruneado, y no s¨®lo en el ciberground, que ser¨¢n los ¨¦xitos indiscutibles dentro de dos o tres temporadas nacionales y no se las pierdan: Nip/Tuck, Mujeres desesperadas o Perdidos (Lost).
En realidad, habr¨ªa que extender este juego de carteleras sincronizadas. Aplicado, por ejemplo, a la actual cartelera de espect¨¢culos del PP se obtienen resultados espl¨¦ndidos y met¨¢foras in¨¦ditas en nuestro querido columnismo, tan poco sincronizado. Resulta entonces, para no salir de las muy recomendables series TV, que nuestra derecha, gracias a ese potente sincronizador ideol¨®gico llamado Faes, no s¨®lo est¨¢ conectada on line con el ala oeste de la Casa Blanca, los sopranos del FMI y los especialistas del Vaticano en pompas f¨²nebres, sino que, a pesar de la moderna superconexi¨®n Adsl con la red neocon, nuestros entra?ables peperos se parecen cada vez m¨¢s a los n¨¢ufragos de Lost y a las Mujeres desesperadas sencillamente porque ni siquiera han intentado hacerse la cirug¨ªa est¨¦tica de Nip/Tuck, estilo Berlusconi. Basta darse una vuelta por la Calle 13 y el canal Fox de la avenida digital para comprobar la potencia de las nuevas y sincr¨®nicas met¨¢foras de la temporada global.
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