Democracia con desarrollo
Recientes pol¨¦micas sobre la continuidad del embargo de armas a China o el suministro de material militar a Venezuela han permitido al menos volver a poner encima de la mesa un tema algo olvidado, como es la repercusi¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica del comercio armamentista, as¨ª como su influencia en la formaci¨®n de din¨¢micas regionales de militarizaci¨®n. En una ¨¦poca tan particular como la que vivimos en el inicio del milenio, deber¨ªa discutirse seriamente si el descontrol de este comercio impide configurar pol¨ªticas globales de seguridad.
Los detonantes de la discusi¨®n son s¨®lo eso, detonantes, es decir, simples ejemplos de un proceso de una amplitud mucho mayor, y en la que participan bastantes pa¨ªses, sea como vendedores o como compradores de armas. En el fondo de todo, las preguntas de siempre: ?cu¨¢les son los l¨ªmites razonables en cuanto a posesi¨®n de armas para la seguridad nacional? (el "cu¨¢nto es suficiente"), ?no son las armas un instrumento cada vez m¨¢s obsoleto en cuanto a su capacidad de generar seguridad?, y una ¨²ltima: ?en el siglo XXI es razonable continuar pensando en pol¨ªticas de seguridad nacionales basadas en lo militar, en vez de avanzar en pol¨ªticas regionales basadas en la cooperaci¨®n no militar y muy centradas en la resoluci¨®n de conflictos?
La venta de armas es la peor estrategia para crear confianza y seguridad
Volvamos a los detonantes, como simple excusa para un an¨¢lisis de mayor alcance. Rusia se ha convertido, en los ¨²ltimos a?os, en el primer exportador mundial de armas pesadas, superando incluso a Estados Unidos, y con unas ventas de 7.000 millones de d¨®lares en el 2003. Sus grandes clientes, India y China, pero con una larga lista que incluye ahora a Venezuela, pa¨ªs al que piensa suministrarle 100.000 fusiles AK-47 y otros productos. Pero han sido justamente los fusiles los que han merecido preocupaci¨®n, tanto por la posibilidad de ser desviados hacia las guerrillas colombianas, como por ser la plasmaci¨®n de proyectos de defensa popular que comportar¨ªa un tipo de militarizaci¨®n social propia de otros tiempos. Puede arg¨¹irse que Venezuela tiene el mismo derecho que otros pa¨ªses para ponerse al d¨ªa en cuanto a material que resulta anticuado. Siendo ello evidente, la pregunta que me parecer¨ªa m¨¢s oportuna es la de si Venezuela no podr¨ªa obtener las garant¨ªas leg¨ªtimas de no ser invadido y prestarse a colaborar en un proyecto latinoamericano de seguridad compartida basada en cooperaciones tecnol¨®gicas, econ¨®micas y de otro tipo, como algunas que se plantearon en la reciente cumbre de Guyana, a la que asisti¨® el presidente Zapatero.
?Qu¨¦ es m¨¢s oportuno para Espa?a: relanzar su industria armamentista a costa de rearmar a pa¨ªses o regiones que necesitan inversi¨®n social, o ser coherentes con el discurso de "pacto de civilizaciones", lucha contra el hambre y cumplimiento de los Objetivos del Milenio? No pueden hacerse ambas cosas a la vez, y es un p¨¦simo precedente que un ministro de Defensa torpedee las l¨ªneas maestras de una pol¨ªtica exterior innovadora, civilista y con capacidad de arrastre. Remediar el problema de Izar no puede hacerse a costa de la incongruencia. Y volviendo al escenario internacional, no deja de haber una gran dosis de cinismo entre unos y otros al debatir si ha de levantarse el embargo de armas a China, cuando hay tan pocos miramientos a la hora de hacer negocios con esta potencia emergente. A Estados Unidos le preocupa sin duda el aumento sostenido e importante del gasto militar chino, pero ello no ha sido obst¨¢culo para que pueda rearmar a sus vecinos, e incluso que tenga un proyecto de venta de armas por valor de 1.200 millones de d¨®lares para el Nepal, cuando ning¨²n avi¨®n de combate traer¨¢ la democratizaci¨®n de este o de cualquier otro pa¨ªs. India y Pakist¨¢n, por ejemplo, est¨¢n llevando a cabo una extraordinaria suma de medidas de confianza que pueden lograr un final feliz sobre Cachemira, pero su rearme de la mano de Rusia y Estados Unidos puede frenar en el momento menos pensado esta evoluci¨®n. En estos instantes hay m¨¢s de veinte pa¨ªses con programas de Desarme y Desmovilizaci¨®n, que permitir¨¢n que unos 300.000 combatientes vuelvan a la civilidad. ?No ser¨ªa mejor financiar estos procesos que estar torpedeando una y otra vez mediante el rearme varios procesos de paz que est¨¢n en curso?
En un mundo en donde se est¨¢ buscando intensamente el fin de la violencia en dos de cada tres conflictos armados, la venta de armas es la peor estrategia para crear confianza y seguridad nacional o regional, particularmente en las zonas de tensi¨®n. El siglo que hemos empezado necesita de nuevas miradas que no pasen por la ego¨ªsta e insensata actitud de mantener en pie unas industrias que en Espa?a no han sabido reconvertirse en su momento, y que sin embargo tienen tanta capacidad de desestabilizar y de contrarrestar las estrategias de seguridad humana.
De entrada, pues, urge reforzar las pol¨ªticas de transparencia y de control parlamentario y social sobre este negocio, cumplir de manera clara el C¨®digo de Conducta europeo sobre las transferencias de armas, cooperar para un estricto control de las ventas de armas ligeras e impulsar el establecimiento de un c¨®digo de conducta a nivel internacional, pero sin olvidar que antes o despu¨¦s habr¨¢ que encarar los aspectos m¨¢s de fondo se?alados anteriormente. Espa?a deber¨ªa revisar algunos de los pasos que est¨¢ dando ¨²ltimamente en esta materia, pues de lo contrario nos situaremos de nuevo en un lugar destacado del ranking del cinismo. Disting¨¢monos por exportar talante, democracia y desarrollo, y no armas para zonas inestables.
Vicen? Fisas es director de la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
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