T¨¢ctica de camuflaje
Los informes anuales de Amnist¨ªa Internacional (AI) sobre el estado de los derechos humanos en el mundo son cada vez m¨¢s alarmantes. Lo son no s¨®lo porque los Estados que desconocen los derechos humanos en sus leyes los vulneran de manera sistem¨¢tica, sino, sobre todo, porque tambi¨¦n son cuestionados o suplantados por pr¨¢cticas claramente contrarias a ellos por no pocos Estados que los sit¨²an en el frontispicio de sus constituciones. As¨ª lo confirma el informe correspondiente a 2005, que acaba de hacerse p¨²blico.
Estados Unidos asume una buena parte de responsabilidad en el dr¨¢stico retroceso producido en la generalidad de los pa¨ªses en materia de libertades y derechos. S¨®lo se avanza -y es importante- en la erradicaci¨®n de la pena de muerte: 84 pa¨ªses, 5 m¨¢s que en 2003, la tienen abolida en la actualidad. La amenaza terrorista, materializada tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, y el modelo de guerra dise?ado para combatirla -preventiva y con recorte de garant¨ªas y libertades individuales- sirven a muchos Gobiernos para blindarse frente a la cr¨ªtica, reprimir a sus adversarios y aprobar leyes restrictivas o contrarias a los derechos humanos. El informe de AI se?ala un hecho inquietante: la t¨¢ctica de camuflaje utilizada por la Administraci¨®n de Bush -e imitada por otros Gobiernos- para ocultar bajo una terminolog¨ªa neutra, e incluso tranquilizadora, lo que constituyen verdaderos atentados contra los derechos de la persona. La tortura ya no es tal, sino "posturas estresantes", "manipulaci¨®n sensorial" o "manipulaci¨®n medioambiental". Tampoco los detenidos que desaparecen sin dejar rastro son "desaparecidos", con los efectos jur¨ªdicos que ello conlleva, sino "detenidos fantasma".
La Administraci¨®n de Bush considera "rid¨ªculas e infundadas" las cr¨ªticas de AI y reivindica para su pol¨ªtica el m¨¦rito de "hacer progresar la libertad y la democracia en el mundo". Pero esa reivindicaci¨®n se compadece mal con algunas de las disposiciones de la Patriot Act, la persistencia de ese gulag de nuestro tiempo llamado Guant¨¢namo, la tenue respuesta a las pr¨¢cticas degradantes descubiertas en Abu Ghraib (Irak) o la "subcontrataci¨®n de la tortura" en pa¨ªses poco o nada reticentes a la hora de aplicarla. En Espa?a, AI observa que el Gobierno no recurri¨® tras los atentados del 11-M a la pol¨ªtica del miedo y la inseguridad para orientar su estrategia antiterrorista, pero registra denuncias de casos de tortura y malos tratos, muchos de ellos de ¨ªndole racista o relacionados con la detenci¨®n incomunicada. El Ministerio del Interior tendr¨ªa que aclararlos.
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