Matar en nombre de Dios
El te¨®logo y pensador Enrique Miret Magdalena publica un nuevo libro en el que contin¨²a con sus tareas de cr¨ªtico social y maestro de sabidur¨ªa pr¨¢ctica o eudemonolog¨ªa, ya reflejadas en sus obras m¨¢s recientes: ?Qu¨¦ nos falta para ser felices?, C¨®mo ser mayor sin hacerse viejo y La vida merece la pena ser vivida (todas en Espasa). En ¨¦stas se centraba principalmente en cuestionar la vida del individuo moderno, que ha perdido sustancia y sentido al carecer de una base ¨¦tica y espiritual firme que la sustente en una sociedad hostil al pensamiento y la serenidad.
En La paz es posible, el infatigable Miret se despega un tanto del ¨¢mbito de la conducta y la fe individuales para atender al fen¨®meno universal de la violencia, aunque estudi¨¢ndolo en el ejemplo concreto y fat¨ªdico de la violencia religiosa, actualmente encarnado con cruel evidencia en el terrorismo islamista, un c¨¢ncer casi incomprensible, gratuito y absurdo que ataca el coraz¨®n de nuestras sociedades desarrolladas. Pero no son las ideas sobre este tipo de terrorismo el n¨²cleo del libro, sino las que suscita la violencia desatada a causa de todas las religiones a lo largo de los siglos.
LA PAZ ES POSIBLE
Enrique Miret Magdalena
Espasa Calpe. Madrid, 2005
250 p¨¢ginas. 19 euros
Con ese estilo tan suyo, coloquial y directo, Miret se acerca a los principios b¨¢sicos de las grandes religiones: cristiana, musulmana, jud¨ªa y budista; demostrando que todas ellas son gen¨¦ricamente pacifistas y que, en sus inicios, ense?aron a sus fieles principios tan claros como que la paz es siempre mejor que la guerra o que la violencia s¨®lo engendra m¨¢s violencia.
Como tambi¨¦n es t¨ªpico de este entra?able autor -tan grave ¨¦l y tan razonable, tan exento de iron¨ªa cuando trata de cuestiones esencialmente serias-, son cientos de otros autores los que pueblan su libro: sabios antiguos y sabios modernos. A ellos recurre para repartir rapapolvos o elogios, censurar y aconsejar. Entre otros muchos cita a Avicena, Averroes, Vitoria, Su¨¢rez o fray Luis de Le¨®n, quienes hace m¨¢s de 500 a?os abogaron por la tolerancia religiosa desde sus respectivas creencias; si sus correligionarios hubieran asimilado sus ideas en vez de ignorarlas, el repudio general a quienes matan en el nombre de Dios hubiera triunfado sobre la intolerancia. Miret, cr¨ªtico siempre con la religi¨®n cat¨®lica y sus representantes, se muestra tambi¨¦n en esta ocasi¨®n muy duro con el cristianismo de sacrist¨ªa obtusa y Santa Inquisici¨®n, con el fundamentalismo, fanatismo e integrismo que tantas veces lo caracterizan, id¨¦nticas lacras propias tambi¨¦n del islamismo o de las bandas de neonazis por sus ra¨ªces comunes: cerraz¨®n, estrechez de miras, incultura, miedo a lo ajeno y la infelicidad esencial del sujeto fanatizado. Poco de ello hay en los dogmas de las grandes religiones, sino todo lo contrario: apertura y tolerancia incluso en la mahometana, a cuestas con su pol¨¦mica yihad o "guerra santa", que cada vez m¨¢s estudiosos se esfuerzan por interpretar desde un punto de vista ilustrado, defini¨¦ndola como "un esfuerzo personal para ser justos con todos y practicar una justicia social y moral universal, sin luchas cruentas".
Miret reflexiona tambi¨¦n sobre el fen¨®meno de las sectas seudorreligiosas, sus peligros y las formas en que se apoderan de la mente de cuantos incautos caen en sus redes; y asimismo se explaya sobre la violencia gregaria de las pandillas juveniles, cuyos miembros parecen sombras de la m¨¢s negra edad de piedra. Hay muchas cosas en este ensayo, puro reflejo de su autor: un hombre libre en sus convicciones, optimista, abanderado siempre del sentido com¨²n y del pensamiento, pero n¨¢ufrago tambi¨¦n del barco destruido de la bondad humana, torpedeado con sa?a a diario por la falta de raz¨®n y de conciencia.
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