Abanderada de la dignidad
Ha sido presidenta de Irlanda y comisionada de la ONU para los Derechos Humanos. A sus 61 a?os podr¨ªa vivir un retiro dorado, pero sigue en la brecha. Pol¨ªtica sin partido y l¨ªder social cargada de ideales, quiere servir de puente entre los m¨¢s poderosos y los m¨¢s d¨¦biles del planeta.
Es una mujer irlandesa, de sesenta a?os, y de piel muy blanca. Muy delgada, y alta. Es conocida por su tozuda manera de ser; lleva a?os luchando por los derechos humanos, sin cansarse, sigue y sigue, como si acabara de empezar y sus fracasos en Naciones Unidas, de donde la apartaron los americanos, no fueran m¨¢s que peque?os episodios. Nunca fue ubicada en la categor¨ªa de funcionaria internacional d¨®cil a los intereses de las grandes potencias, as¨ª que su nombramiento, en el elenco de la ONU, para un cargo un tanto desdibujado, fue celebrado por las ONG implicadas en la causa de las libertades. La verdad es que eran otros tiempos. Porque Mary Robinson, que tom¨® posesi¨®n como alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en 1997, empez¨® a repartir cr¨ªticas a diestro y siniestro: a Rusia, por abusar de su poblaci¨®n y cometer cr¨ªmenes de guerra en Chechenia; a China, por las m¨²ltiples violaciones de los derechos humanos; a Estados Unidos, por los bombardeos de 1999 contra Serbia censurando el t¨¦rmino "da?os colaterales" para referirse a las bajas civiles. A lo largo de 2001, la alta comisionada volvi¨® a generar pol¨¦mica por sus amonestaciones p¨²blicas, en particular a Estados Unidos e Israel. Luego, lleg¨® el 11 de septiembre, y Robinson exigi¨® a Bush una pausa humanitaria en los bombardeos contra el r¨¦gimen de los talibanes. Ah¨ª comenz¨® su declive como alta comisionada. Al a?o siguiente abandon¨® el cargo, no sin antes, en mayo de 2002, calificar como "una se?al muy peligrosa" la decisi¨®n del Gobierno norteamericano de no ratificar el Tratado constitutivo de la Corte Penal Internacional.
Anteriormente, de 1990 a 1997 fue presidenta de Irlanda. Y antes, senadora. Y antes a¨²n trabaj¨® como profesora universitaria y jurista de enorme prestigio. Hoy habla de su pa¨ªs como de un lugar lleno de ensue?o, donde tuvo que trabajar duro. Se expresa con cautela, pero va al grano, y sonr¨ªe, y mide el tiempo, preocupada por dejar una buena impresi¨®n. La entrevista es precisa, contundente, y se acaba cuando ella quiere. Entonces se despide, da la mano, sonr¨ªe, le falta tiempo para todo. Y cuando ve que no me lo creo todo, o que van a seguir las dificultades con el algod¨®n de Mozambique, por ejemplo, y al ver que yo la miro con cara de pocos amigos, porque ya hace muchos a?os que me dicen lo mismo, me mira, sonr¨ªe, y me responde aquello de que todo es verdad.
Puesto que la globalizaci¨®n es inevitable, quiz¨¢ lo que tenemos que hacer es hacerla entrar en raz¨®n, hacer que sea una globalizaci¨®n ¨¦tica.
Eso es exactamente lo que intentamos hacer. De momento, la globalizaci¨®n econ¨®mica est¨¢ dividiendo el mundo; algunos pa¨ªses son cada vez m¨¢s ricos, pero muchos se encuentran estancados en la pobreza. Por eso, lo que tratamos de hacer es incluir una perspectiva de derechos humanos y de igualdad de sexos en la globalizaci¨®n. Por eso, ahora estoy trabajando en el aspecto del comercio y el desarrollo, el derecho a la salud, con las repercusiones en materia de acceso a los f¨¢rmacos, enfermedades olvidadas y, por supuesto, la pandemia del VIH/sida. Hay un tercer ¨¢mbito, que es el de la inmigraci¨®n, que constituye el lado humano de la globalizaci¨®n, un lado siniestro y vulnerable, con el tr¨¢fico de mujeres, ni?as y ni?os; el contrabando, los inmigrantes sin papeles? Necesitamos que la globalizaci¨®n se gu¨ªe m¨¢s por los valores. Nosotros decimos que tenemos esos valores, no hace falta que inventemos unos nuevos. Todos los pa¨ªses han ratificado varios instrumentos de derechos humanos. Ahora se trata de llevarlos a la pr¨¢ctica.
Pero la experiencia nos muestra que los congresos y reuniones est¨¢n muy bien, toman decisiones como la del 0,7%, que luego nunca se cumplen, o dicen que la pobreza tiene que disminuirse hasta tal grado, pero luego no se hace realmente nada. ?C¨®mo cree que va a poder hacer cumplir todo eso?
Estamos tomando medidas pr¨¢cticas en distintas instancias. Mantenemos conversaciones con el Banco Mundial, el FMI, la OMC, sobre la necesidad de emprender reformas. Reformar las condiciones de pertenencia y el equilibrio de poder en esos organismos. Al mismo tiempo, trabajamos desde la base, en colaboraci¨®n con Oxfam, una ONG que lucha contra el hambre en el mundo. En diciembre estuve en Mali, para ver personalmente, junto con una delegaci¨®n de importantes personalidades, la importancia del cultivo de algod¨®n en aquel pa¨ªs. Ahora quiero ser una voz en el Congreso de Estados Unidos y en la cumbre ministerial de la Organizaci¨®n Mundial del Comercio, que se celebrar¨¢ en Hong Kong a finales de a?o, con el apoyo de Oxfam. Fui a Mozambique, con las secciones de Oxfam que trabajan all¨ª, con un parlamentario espa?ol y con el presidente de la asociaci¨®n de europarlamentarios por ?frica, para examinar la importancia de la producci¨®n de az¨²car. Es un caso claro en el que la pol¨ªtica de la Uni¨®n Europea tiene que ayudar a Mozambique a desarrollar su sector azucarero, no arrebatarle posibilidades de salir de la pobreza. Como ve, son formas muy pr¨¢cticas de introducir el elemento de derechos humanos.
Pero despu¨¦s de los a?os que lleva luchando por los derechos humanos y todo lo que le ha costado, ?c¨®mo mantiene la moral? ?Por qu¨¦ tuvo que irse de su puesto en las Naciones Unidas?
Primero le dar¨¦ una respuesta seria, y luego, otra no tan seria, aunque igual de sincera. Mi inspiraci¨®n es la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos; la visi¨®n de Eleanor Roosevelt y los dem¨¢s juristas que proclamaron estos valores como un derecho inalienable de la persona, ya desde el art¨ªculo 1: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos". La dignidad, antes que los derechos. Luego est¨¢ el art¨ªculo 29, que no se cita lo suficiente: "Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad". Pero no hemos hecho realidad esa visi¨®n. Sobre todo nosotros, los que nos dedicamos a trabajar en favor de los derechos humanos. Hemos hecho hincapi¨¦ siempre en la mitad de la agenda, que es muy importante -no a la tortura, no a los asesinatos extrajudiciales, independencia de los jueces, libertad de prensa, libertad religiosa-, todo muy importante. ?Pero c¨®mo es posible que los m¨¢s pobres no vean que los derechos humanos son sus aliados, sus amigos? ?Por qu¨¦ los Gobiernos m¨¢s pobres, que se esfuerzan por mejorar la situaci¨®n de su pueblo, no ven que los derechos humanos sean una cosa positiva, sino que los consideran algo de lo que necesitan librarse? Tenemos que cambiar esa situaci¨®n, y a eso pienso dedicar mi vida. Debemos destacar el derecho b¨¢sico de las personas a tener comida, agua potable, salud, educaci¨®n. ?sos tambi¨¦n son derechos humanos. Los derechos humanos tienen que adoptar la agenda de la dignidad y los derechos. Dignidad, es decir, el respeto a uno mismo, la identidad cultural, todas las formas de hacer una globalizaci¨®n mejor.
En cuanto a la respuesta menos seria, hace poco, mi vida ha sufrido una transformaci¨®n maravillosa; he sido dos veces abuela, de un ni?o que tiene un a?o y de una ni?a que tiene seis d¨ªas. Y eso me ha dado nuevas energ¨ªas, nuevo impulso. Estos ni?os, nacidos en Irlanda, tienen unas posibilidades fant¨¢sticas de vida. En cambio, todos los d¨ªas nacen miles de ni?os que mueren de hambre, de enfermedades prevenibles. Me siento muy motivada.
Pero en los a?os que trabaj¨® en la ONU se sinti¨® un poco frustrada, as¨ª que al acabar su primer mandato decidi¨® que no iba a prolongarlo. ?Qu¨¦ le hizo cambiar de opini¨®n y seguir en el cargo?
Respecto a mi trabajo en las Naciones Unidas, los primeros cuatro a?os de mi primer mandato me sent¨ª un poco frustrada, as¨ª que, al acabar, decid¨ª que no iba a prolongarlo. Pero la gente que trabaja en derechos humanos desde la base me pidi¨® que me quedara, y dije que estaba dispuesta a permanecer un a?o m¨¢s, cosa que aprob¨® la Asamblea General. Es decir, iba a estar cinco a?os. Pero, cuando faltaba un a?o, ocurri¨® el terrible atentado del 11-S, y entonces vi que los derechos humanos iban a estar en peligro, que Estados Unidos y otros Gobiernos estaban olvid¨¢ndose de sus valores: los presos retenidos en Guant¨¢namo sin que su situaci¨®n estuviera clara, los abusos de las leyes sobre inmigraci¨®n, etc¨¦tera. Todo lo vi. De modo que los defensores de los derechos humanos volvieron a pedirme que no les abandonara, y acept¨¦ permanecer dos mandatos enteros, o sea, ocho a?os. Pero creo que, cuando el secretario general hizo sus consultas al respecto, se encontr¨® con dificultades, sobre todo por parte de Estados Unidos. No quise armar ning¨²n esc¨¢ndalo que pudiera comprometer el cargo. De todas formas, ten¨ªa claro que iba a ocuparme de los derechos humanos, dentro de la ONU o de alguna otra forma, y ten¨ªa muchas ideas que estoy deseando llevar a la pr¨¢ctica.
Desde entonces, trabajo en estrecha colaboraci¨®n con mis colegas de la ONU, con mi sucesora en el cargo de Alto Comisionado, Louise Arbour, que es una buena amiga, as¨ª como con Unicef? Yo creo en la labor de la ONU; necesita una reforma, pero tiene un papel muy importante.
?Por qu¨¦ era frustrante su trabajo en la ONU?
Es un trabajo que no dispone de los recursos que necesita, en absoluto. Derechos Humanos, que era mi cometido, obtiene menos del 2% del presupuesto regular de la ONU, para toda la labor de campo, los expertos, la oficina del Alto Comisionado, las misiones, todo.
?Era libre de decidir?
Era libre porque pensaba que el Alto Comisionado de Naciones Unidas representa las tres primeras palabras de la Carta: "Nosotros los pueblos". Por tanto, aunque los Estados miembros eran mis jefes, yo representaba a los pueblos, y nunca me dej¨¦ limitar.
Pero, por ejemplo, ?pod¨ªan prestarle menos financiaci¨®n para que dejara de hacer algo?
En realidad, si dispusi¨¦ramos de m¨¢s fondos, podr¨ªamos trabajar mucho mejor. Pero nunca dej¨¦ que los pa¨ªses donantes tuvieran todas las riendas, siempre tuve la flexibilidad necesaria para que lo importante fuera sacar adelante nuestras prioridades, aunque no pudiera hacer todo lo que quer¨ªa.
Desde que dej¨® la ONU hasta ahora, ?c¨®mo ha empeorado la situaci¨®n de los derechos humanos? Porque si miramos los 10 a?os anteriores, da la impresi¨®n de que todo eran logros; f¨ªjese, por ejemplo, en la Corte Penal Internacional, cuando especul¨¢bamos sobre ella y dec¨ªamos: ?Por qu¨¦ los americanos no querr¨¢n suscribir la f¨®rmula de condena a sus soldados? Y ahora? Vamos a mucha m¨¢s velocidad que entonces, pero en el sentido contrario?
En Estados Unidos, la trama de los atentados del 11-S produjo la reacci¨®n de sentirse en guerra contra el terrorismo, y, en una guerra, los derechos humanos pueden salir perdiendo. Y otros pa¨ªses han seguido el ejemplo. Cuando trabajaba en la ONU y le dec¨ªamos a un pa¨ªs que no deb¨ªa ampliar sus leyes de seguridad hasta el l¨ªmite de colisionar con la libertad de prensa, ni llamar terroristas a la oposici¨®n pol¨ªtica, nos respond¨ªan: "Ah, es que los criterios han cambiado, f¨ªjense en Estados Unidos". Fue, y sigue siendo, una etapa dif¨ªcil. Por eso es tan importante la conferencia de Madrid [la Cumbre sobre Democracia, Terrorismo y Seguridad celebrada en la capital de Espa?a en marzo de este a?o], y tan necesaria. Llama la atenci¨®n que en esta conferencia, en todos los grupos, se haya hecho hincapi¨¦ en el imperio de la ley, se haya destacado que los actos terroristas son actos criminales, pero que la democracia debe responder con medidas de seguridad, pero siempre respetando el imperio de la ley y los derechos humanos.
?Cree que estas reuniones, estos acontecimientos llenos de gente, sirven para algo, o s¨®lo acallan nuestras conciencias?
Es una pregunta que conviene hacerse muy en serio. Lo que hemos intentado hacer, y yo lo he apoyado todo lo posible, es proporcionar un espacio para el di¨¢logo, para el intercambio de ideas, y ahora hay que llevar adelante esas ideas, proseguir el debate y emprender las medidas que salgan de esta cumbre. Dentro de 18 meses habr¨¢ otra reuni¨®n para examinar lo que se haya avanzado. Conf¨ªo en que la cumbre de Madrid sirva para cambiar en la pr¨¢ctica todos los aspectos tan complejos que implica tener m¨¢s seguridad, respetar nuestros valores y luchar eficazmente contra el terrorismo.
Pero la gente es muy esc¨¦ptica con estas cosas. Les hemos fallado muchas veces?
Es comprensible. Yo creo que necesit¨¢bamos la cumbre. Estoy totalmente convencida de ello. Desde el 11-S hay incertidumbre, se han rebajado los criterios en el respeto a los valores, pero es que nadie tiene una posici¨®n clara sobre la tortura, el trato a los presos? ni en c¨®mo hacer que la gente se sienta m¨¢s segura. La conferencia ha profundizado en esos aspectos, ha examinado las causas y la complejidad, los actores involucrados. No se trata de que volvamos a casa con la conciencia tranquila despu¨¦s de Madrid. Volvemos comprometidos a hacer avanzar el proceso, se va a actuar en todas las instancias. No es una cosa perfecta, pero creo que va a marcar una diferencia.
Hay cierto cinismo, porque, cuando salieron a relucir las fotograf¨ªas de Abu Ghraib, todo el mundo se escandaliz¨®, pero el caso es que, despu¨¦s del 11-S, el Gobierno estadounidense aprob¨® que los organismos secretos tuvieran libertad para actuar, incluso para matar, y nadie dijo nada.
Por eso es preciso que nos reunamos, que reconozcamos que somos pa¨ªses democr¨¢ticos y que, por tanto, estamos obligados a reforzar los valores del imperio de la ley y el respeto a los derechos humanos. Es el mensaje m¨¢s claro salido de Madrid, un mensaje que hay que impulsar.
Hay una cuesti¨®n un poco parad¨®jica. Los occidentales no se han ocupado seriamente de la pobreza; se ve por la tele, se mira mientras se cena? Ahora, al estudiar los motivos del terrorismo, entre otras causas, ha salido a relucir la pobreza. ?Podr¨ªa darse la paradoja de que, gracias al terrorismo, decidan ponerle remedio?
Hay algo de eso, s¨ª, y, en cierto modo, no me importa. Mientras haya motivaci¨®n? En mi opini¨®n, lo que se est¨¢ produciendo, y que me parece prometedor, es una alianza muy amplia de gente en todo el mundo, lo que llamamos grupos de la sociedad civil, que responden al llamamiento mundial, a la acci¨®n contra la pobreza. Est¨¢ empezando a ser un aut¨¦ntico poder popular, que es algo a lo que los pol¨ªticos hacen caso. Tengo la impresi¨®n de que este mismo a?o veremos a gente llevando la banda blanca que simboliza el poder popular: el 1 de julio, con ocasi¨®n de la reuni¨®n del G-8; el 10 de diciembre, ante la reuni¨®n de la Asamblea General sobre los Objetivos del Milenio, y tambi¨¦n, coincidiendo con la cumbre ministerial de la OMC en Hong Kong. ?Sabe? El poder popular tambi¨¦n se est¨¢ globalizando, hemos pasado de manifestaciones contra la globalizaci¨®n a una globalizaci¨®n m¨¢s inspirada en los valores, m¨¢s justa, que pide el comercio justo, la cancelaci¨®n de la deuda, el cumplimiento de los Objetivos del Milenio, el aumento de la ayuda al desarrollo hasta el 0,7%. Creo que es un gran cambio que tendr¨¢ mucha influencia en a?os venideros, si podemos consolidar este poder popular. Entre otras cosas porque, como dec¨ªa antes, los pol¨ªticos reaccionan ante las movilizaciones p¨²blicas. Es un movimiento muy amplio, que incluye a sindicatos, grupos religiosos, incluso empresarios. Es la combinaci¨®n de fuerzas m¨¢s amplia de la historia, y eso es muy significativo. La gente est¨¢ harta de ret¨®rica y quiere una globalizaci¨®n m¨¢s justa.
Eso es cierto, y se ve que, en los ¨²ltimos a?os, la ciudadan¨ªa mundial se ha globalizado totalmente.
Ha habido un factor que no s¨¦ qu¨¦ influencia seguir¨¢ teniendo: el tsunami. El maremoto conmovi¨® a la gente, porque fue de proporciones b¨ªblicas. Afect¨® tanto a los ricos que estaban de vacaciones en Tailandia o Sri Lanka como a los pescadores m¨¢s pobres, y la gente reaccion¨® con enorme generosidad, mucha m¨¢s generosidad que los Gobiernos. Los Gobiernos fueron aumentando la ayuda oficial porque la gente exig¨ªa cada vez m¨¢s. Fue un fen¨®meno muy simple, pero que, en mi opini¨®n, devolvi¨® cierto sentido de solidaridad a nuestro mundo. Ahora tenemos que conservar esa solidaridad a trav¨¦s de este movimiento de masas; vuelvo a pensar en el principio de nuestros deberes respecto a la comunidad, como parte de los derechos humanos.
Sus padres eran m¨¦dicos. ?Qu¨¦ relaci¨®n hay entre el ambiente que vivi¨® en su casa con el hecho de que haya seguido este camino?
Creo que tuvo una profunda influencia, aunque tard¨¦ en comprenderlo. Yo ve¨ªa a mi padre que acud¨ªa a los hogares m¨¢s pobres -Irlanda era muy pobre, y nosotros viv¨ªamos en la regi¨®n m¨¢s pobre, en el oeste- y que ten¨ªa un enorme sentido de la dignidad y amaba a la gente. Por muy pobres que fueran, o incultos o ancianos, siempre les trataba con enorme empat¨ªa y compasi¨®n. Era un hombre muy religioso. Tambi¨¦n estaba mi abuelo, que era abogado y siempre defendi¨® a las personas corrientes contra los poderosos, a los peque?os arrendatarios contra sus caseros? Siempre trabaj¨® por la justicia. A esa mezcla de empat¨ªa y compasi¨®n, de mi padre, y sentido de la justicia, de mi abuelo, hay que a?adir la capacidad de organizaci¨®n de mi madre, que dirig¨ªa dos casas, la nuestra y la de mi abuelo, y que me ense?¨® que, para lograr cosas, hay que cambiar sistemas. No basta con una voz o una acci¨®n, hay que actuar dentro del sistema para cambiarlo. Adem¨¢s, por emplear de nuevo un tono un poco menos serio, yo crec¨ª como la ¨²nica chica entre cuatro hermanos varones, dos mayores y dos menores que yo: no tuve m¨¢s remedio que aprender a luchar por mis derechos.
?Desde el principio, usted tuvo muy claro lo que quer¨ªa hacer y lo hizo?
Parece como si hubiera sido f¨¢cil, y no lo fue. En realidad, yo siempre tengo la sensaci¨®n de que muchas cosas se han quedado sin hacer, muchas cosas no han salido como yo quer¨ªa. Pero s¨ª es verdad que he sido muy afortunada. He podido gozar del m¨¢ximo honor posible, que fue ser escogida presidenta de mi pa¨ªs. Pude contribuir a dar forma a una nueva identidad s¨®lida y moderna para Irlanda, mucho m¨¢s integradora, y que es una contribuci¨®n importante al mundo. He tenido la suerte de pertenecer a la direcci¨®n de la ONU y trabajar por los derechos humanos. Y ahora estoy en una situaci¨®n que me permite trabajar con m¨¢s flexibilidad para explicar mejor a la gente que los derechos humanos son unos derechos inalienables desde que nacemos, que necesitamos un mundo en el que haya unos derechos m¨ªnimos indiscutibles al alcance de todos. Junto a todo esto, puedo decir que tengo una vida personal plenamente satisfactoria.
?Y ahora, qu¨¦ es lo que m¨¢s le interesa?
Estoy intentando trabajar con los movimientos de mujeres para abordar el derecho de las mujeres a la salud. Hemos logrado la colaboraci¨®n de ministras de Sanidad y mujeres que ocupan puestos directivos, tanto en el sector p¨²blico como en el privado, para centrarnos en la vulnerabilidad de las mujeres y las ni?as frente al VIH/sida. ?ste es el tipo de cosas que mi trabajo me permite hacer, conectar a las bases con los l¨ªderes, colaborar con las bases de los movimientos de mujeres y conseguir la cooperaci¨®n de las autoridades. E intento moverme con la misma facilidad en los dos ¨¢mbitos. Admiro profundamente a las mujeres que luchan sobre el terreno frente a tantas dificultades, y trato de lograr el m¨¢ximo apoyo para ellas. Para todo esto es muy ¨²til mi experiencia de haber sido presidenta de un pa¨ªs, estar ahora al frente del Consejo Mundial de Mujeres Dirigentes y pertenecer al Club de Madrid. Es importante tener todos esos contactos, no por ninguna cuesti¨®n de prestigio personal, sino porque puedo utilizarlos para ayudar a las personas necesitadas, proporcionarles el apoyo y el inter¨¦s de quienes tienen el poder de cambiar las cosas.
En Irlanda trabaj¨® con el Partido Laborista. ?Fue tal vez la ¨²nica experiencia de la que no ha salido satisfecha?
Empec¨¦ como independiente en el Senado, dedicada a la educaci¨®n y la liberalizaci¨®n de las leyes irlandesas, y me incorpor¨¦ al Partido Laborista porque quer¨ªa hacer m¨¢s para luchar contra la pobreza y la desigualdad en nuestra sociedad. Pero encontr¨¦ que el proceso pol¨ªtico dificultaba mucho el trabajo. Tengo la impresi¨®n de que no se me dio muy bien la pol¨ªtica de partido. Despu¨¦s surgi¨® un problema con la posici¨®n respecto a Irlanda del Norte y dimit¨ª del partido por una cuesti¨®n de principios. Es complicado de explicar, pero, en resumen, me pareci¨® que el primer acuerdo anglo-irland¨¦s no dejaba suficiente espacio a los protestantes; una opini¨®n que no era precisamente popular, pero me parec¨ªa que era necesario ser lo m¨¢s integradores posible. As¨ª que volv¨ª a ser independiente, sal¨ª reelegida, y el Partido Laborista me design¨® candidata a la presidencia. Les dije que me sent¨ªa muy honrada, pero que s¨®lo estaba dispuesta a hacerlo si me apoyaban como candidata independiente. Creo que el hecho de que triunfara pese a ser una candidata de la minor¨ªa se debi¨®, en parte, a que trat¨¦ de ser verdaderamente independiente e integrar todos los apoyos. Si hubiera sido candidata del partido, no habr¨ªa ganado. No es que no conf¨ªe en los partidos pol¨ªticos, sino que tengo la impresi¨®n de que a m¨ª, personalmente, me va m¨¢s tener lazos abiertos e independientes, espero que sin perder la integridad.
Parece que la ayuda humanitaria est¨¢ contaminada, que los pol¨ªticos la utilizan constantemente. ?Hasta qu¨¦ punto las ONG pueden hacer frente a esto, pueden tener una estrategia, o corren el riesgo de convertirse en ej¨¦rcitos?
Es un verdadero problema. La restricci¨®n del espacio humanitario, los peligros que eso supone para los miembros de organizaciones humanitarias e incluso los representantes de la ONU. Hemos dedicado un grupo de trabajo al tema. Se dijeron varias cosas muy interesantes. Es preciso que los mandatos est¨¦n muy claros. Asimismo, todas las organizaciones y todos los organismos de Naciones Unidas deben mostrarse muy firmes en la defensa del derecho humanitario internacional y la legislaci¨®n internacional sobre derechos humanos. Si queremos disponer de un espacio humanitario, hay que tener claro que somos nosotros quienes debemos crearlo, y eso no siempre es f¨¢cil. Piense en Irak, por ejemplo.
Cuando muri¨® el representante de la ONU en Irak, que era su sucesor, Sergio Vieira de Mello, ?qu¨¦ pens¨®?
Fue uno de los peores d¨ªas de mi vida. ?ramos amigos, hab¨ªamos hecho una transici¨®n amistosa, y estaba con otros dos amigos, Arthur Helton y Gil Loescher, que hab¨ªan ido a verle para hablar de los refugiados en Irak. Me qued¨¦ destrozada. El ¨²nico superviviente es Gil, que ha perdido las piernas, y es un hombre muy valiente. Me mantengo en estrecho contacto con ¨¦l y su familia. A veces nos reunimos para recordar y honrar a los muertos, pero tambi¨¦n hay que recordar -como sucede con los atentados en Madrid- a los que resultaron heridos, a sus familias. El atentado fue un tremendo golpe para Naciones Unidas y supuso una p¨¦rdida desoladora para m¨ª.
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