Junio
El mes de junio, tan luminoso, en el que grana la espiga, florece el mirto y el placer de la carne est¨¢ a punto de romper las costuras de todos los trajes, arrastra el karma de la declaraci¨®n de la renta. Un ejercicio tan desagradable deber¨ªa haber sido asignado, como una forma laica de penitencia, para el tiempo de cuaresma, cuando los d¨ªas son l¨ªvidos y el viento morado. Es una desgracia que el fantasma del inspector de Hacienda se apodere de nuestro sue?o en estas noches de primavera mientras el ruise?or canta en el casta?o. Desde ni?o llevo asociado el mes de junio a los n¨ªsperos, al Coraz¨®n de Jes¨²s y a los albaricoques. Habiendo quedado atr¨¢s las cerezas y las flores a Mar¨ªa, en junio entran en celo los erizos, comienzan a cantar las cigarras, por los sembrados corren las polladas de las perdices y en el monte se pasean las zorras j¨®venes con el pelo muy brillante so?ando con gallinas. De ni?o el Coraz¨®n de Jes¨²s me parec¨ªa una fruta roja, como un kaki envuelto en llamas, con unas espinas clavadas en ¨¦l que lo hac¨ªan sangrar un zumo muy dulce. La Hacienda rompe ahora aquel encanto, pero junio aun puede ser peor si, en medio de la declaraci¨®n de la renta, el m¨¦dico pide que te hagas unos an¨¢lisis de sangre y de orina. En este caso no sabr¨¢s a qu¨¦ rabo de santo agarrarte. El mes de junio tiene fiestas muy se?aladas: san Erasmo es abogado contra el mal de vientre; san Antonio de Padua es el patr¨®n de los tenderos de pa?er¨ªas y de mafiosos m¨¢s o menos italianos; san Luis Gonzaga muestra el falo de un lirio en la mano como signo de pureza; s¨®lo las hogueras de san Juan , que obligan a enloquecer a las serpientes negras, pueden remediar nuestra neurosis. Si en junio los enemigos de las frutas y hortalizas son el pulg¨®n, las babosas y las orugas, el peligro para los ciudadanos lo constituye Hacienda, que llega acompa?ada de la astenia y el polen de primavera. Para defender a los tomates y berenjenas de las babosas basta con rodear la planta con un cerco de ceniza; en cambio, en este mes tan pegado a la felicidad, en que se cubren las calles con alfombras de rosas y espliego para que se deslicen sobre ellas los ni?os de la Eucarest¨ªa, es imposible apartar del esp¨ªritu el terror tributario. Si junto a la declaraci¨®n de la renta uno se ve obligado a abrir el sobre de una anal¨ªtica y se mezclan las bases imponibles con los hemat¨ªes, los linfocitos y la urea con el patrimonio, el colesterol con aquel ingreso no declarado, la inocencia perdida y el placer de junio estallar¨¢n bajo tus pies.
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