Barcelona es una milonga
Hace unos d¨ªas me lleg¨® un e-mail informativo de Arnau Vilardeb¨®. Arnau, entre otras cosas, se dedica a aglutinar toda la informaci¨®n de esos espect¨¢culos de peque?o formato que pululan por la ciudad y no llegan a los medios de comunicaci¨®n, ocupados en hablar de "grandes" cosas. En la lista de "nius", como los llama ¨¦l, encontr¨¦ una propuesta que parec¨ªa interesante, o al menos curiosa: una bailarina de tangos propon¨ªa un encuentro en el centro de la plaza de Catalunya de Barcelona para bailar tangos. La cita era a las nueve y media y se prolongar¨ªa hasta las doce de la noche. "?Venite!", animaba Chechu Garc¨ªa. "Me llaman la Biscuit y bailar es mi pasi¨®n. Vengo con una semilla entre las manos para plantarla en el coraz¨®n de Barcelona. Queridos amigos, traigo para convidar tangos, milongas y valses y estar¨¦ esper¨¢ndote en la estrella de la plaza de Catalunya. Deja que el tango entre en tu coraz¨®n, para sentir, de alg¨²n modo, que todav¨ªa estamos vivos". Y all¨ª me fui.
La Biscuit invita, a todo el que quiera, a bailar tangos en el centro de la plaza de Catalunya cada mi¨¦rcoles por la noche
A las nueve y media, en el centro de la plaza, no hab¨ªa nadie, pero en un entarimado, cerca de la fuente, un chico daba un envidiable masaje (con ropa) a una turista alemana. Al lado, otro chico vestido de negro me indic¨® que esperaba a la Biscuit y que, si quer¨ªa, pod¨ªamos aprovechar los minutos bailando un tango. Casi no tuve tiempo de decir que s¨ª o que no, porque me agarr¨® y me encontr¨¦ en medio de una pista improvisada que ten¨ªa por fondo el ruido de los coches, en este marco incomparable que es la plaza de Catalunya. Alguna vez he bailado en la calle, pero nunca un tango, y mucho menos sin m¨²sica y a¨²n menos en el centro de esta plaza. Terminamos como pudimos y ¨¦ramos los mismos: el masajista y su cliente y un c¨¢mara de BTV que, por suerte m¨ªa, a¨²n no gravaba. Mi partenaire me cont¨® que los milongueros no eran muy puntuales, pero que llegar¨ªan. Y llegaron. Tambi¨¦n me cont¨® que era profesor de tango. Me lo tem¨ªa. Me dijo que hab¨ªa vivido dos a?os en Mil¨¢n y que los italianos eran unos forofos de este baile. Igual que los alemanes, que eran capaces de viajar a Buenos Aires s¨®lo para bailar. M¨¢s tarde comprobar¨ªa que los catalanes hacen lo mismo. A las diez menos diez se oy¨® una voz que ven¨ªa de lejos: una chica vestida de negro, con zapatos de tac¨®n rojos, medias de rejilla y un marab¨² en el cuello animaba al p¨²blico, a¨²n inexistente, a sumarse a la fiesta. Era la Biscuit. Arrastraba su equipo de m¨²sica montado en unas ruedas y encima destacaba una olla roja para las propinas. Los primeros turistas despistados se acercaban a la estrella central de la plaza mientras los del pa¨ªs, a¨²n reticentes, se la miraban de lejos. El masajista y su clienta se quedaron solos en la tarima.
Chenchu, o la Biscuit, micr¨®fono en mano, explicaba que cada mi¨¦rcoles la encontrar¨ªan all¨ª para quien quisiera bailar con ella o con cualquiera. Empez¨® a sonar una milonga y como nadie daba el primer paso lo dio ella y sac¨® a bailar a una chica que supuestamente ya conoc¨ªa. Pasaba el tiempo y el corro de gente era considerable. Se notaba qui¨¦n ven¨ªa a bailar y qui¨¦n a mirar. Como en las sardanas, los bailarines dejaban sus cosas en el suelo, pero en lugar de hacerlo en el centro lo acumulaban al lado del equipo de m¨²sica. Casi todos los hombres vest¨ªan de negro. Las mujeres se sacaban del bolso los zapatos de tac¨®n, aunque hubo alguna con unas botas de excursionista que no le imped¨ªan puntear un vals. Al fondo, el masajista segu¨ªa d¨¢ndole a la espalda y a las piernas de su clienta, totalmente traspuesta.
Tradicionalmente, Barcelona ha sido la tercera capital del tango, detr¨¢s de Buenos Aires y Par¨ªs. Gardel pas¨® temporadas en la ciudad, grab¨® discos con la gran orquesta argentina Iruesta Furgarof Demare, que se instal¨® aqu¨ª durante 10 a?os. Esos discos fueron destrozados en la Guerra Civil. Ahora, unas 400 personas bailan el tango regularmente en esta ciudad. El 60% son catalanes. Exceptuando el lunes, cada noche se encuentran en un local distinto. Toni Barber es uno de ellos. Trabaja en una compa?¨ªa de seguros, pero hace unos 15 a?os que cada noche baila tangos, y ha viajado a Buenos Aires para perfeccionar el estilo. Ahora organiza una de estas sesiones de milonga en el Caf¨¨ de les Arts, en la calle de Val¨¨ncia, cada martes a partir del d¨ªa 14 de junio. Toni es una fiera, bailando. Parece que no se mueve, pero su compa?era, literalmente, vuela. "La gente se engancha al tango por la emotividad. Nos falta contacto y el tango nos lo da. Es una v¨¢lvula de escape", comenta Toni. M¨¢s tarde, la Biscuit me explica que nos han educado que la calle es peligrosa y ella quiere demostrar que no es as¨ª. "Es necesario un espacio donde sentirnos vivos". En su ciudad, Mendoza, la gente baila en la plaza de Alem y en Buenos Aires en la Glorieta. "Me gustar¨ªa instaurar esta plaza para milongas como ¨¦sta y que cada mi¨¦rcoles se llenara de tanguistas". En la plaza de la catedral, casi cada d¨ªa hay alguna pareja que baila "a la gorra". Ella, de momento, no se plantea su sueldo porque ya da cursos de tango y adem¨¢s es actriz. De repente, aparece una muchacha con empanadas de carne a¨²n calientes. El corro se ensancha. El masajista ha terminado. Recuerden que cada mi¨¦rcoles la plaza de Catalunya se convierte en un espacio de libertad.
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