Regularizar empleos
"Entre el ser humano y el ciudadano siempre hay una cicatriz que es el extranjero". Esta afirmaci¨®n de la escritora francesa Julia Kristeva me produce algo as¨ª como un revulsivo c¨ªvico por su profundo calado ideol¨®gico y estrat¨¦gico. Siempre que se producen deficits de ciudadan¨ªa, de desigualad y de discriminaciones ante la ley, de recortes de derechos sociales y pol¨ªticos, aparecen en la sociedad cicatrices, que afectan a personas concretas y a colectivos sociales. Sin duda alguna, donde m¨¢s profundas, manifiestas y visibles se hacen es en relaci¨®n con los derechos de los inmigrantes. Ser¨ªa ¨²til modificar el concepto de extranjeros y de inmigrantes, contemplando sus derechos no a pie de las fronteras, cuando llegan, sino cuando alguien se ve obligado a abandonar el pa¨ªs en busca de futuro. De esta forma, conseguir¨ªamos dotar de una dimensi¨®n m¨¢s global y completa al derecho a la libre circulaci¨®n de personas y trabajadores: el derecho a emigrar y no emigrar, a permanecer y a retornar.
La inmigraci¨®n tiene la virtud de ponernos a cada cual ante nuestras propias contradicciones
La Inmigraci¨®n, con may¨²sculas, tiene la virtud de ponernos a cada cual ante nuestras propias contradicciones. Y al hablar de inmigraci¨®n se mezclan, interesadamente, no pocas cosas. Vayamos por partes: un alem¨¢n no es un inmigrante; un portugu¨¦s, tampoco. Y es que en las cifras que peri¨®dicamente se nos ofrecen se mezclan casi siempre, y no de forma ingenua, comunitarios y extracomunitarios. A los primeros no se les aplica la normativa de extranjer¨ªa, pero hay quienes, para justificar tal o cual medida, los meten en el bote. Como quienes ahora andan diciendo que en Euskadi quedan 20.000 irregulares. Ser¨¢ que a¨²n no se han enterado de que los comunitarios, que son la gran mayor¨ªa de esos 20.000, no necesitan permiso.
Un dato positivo a a?adir: a golpes de sentencias de los jueces se va avanzando en la regularizaci¨®n laboral de los derechos de los trabajadores inmigrantes. Primero fue la salud laboral, ya que hab¨ªa accidentes de trabajadores sin permiso. Luego vino la regularizaci¨®n salarial en las mismas circunstancias. En fechas recientes hemos conocido una sentencia en Donostia, a instancias de UGT, que reconoce el despido improcedente a un trabajador sin permiso de trabajo. As¨ª se hace el camino del trabajo con derechos.
Y respecto a quienes s¨ª necesitan permiso, parece necesario recordar, por en¨¦sima vez, que vienen, fundamentalmente, en busca de trabajo, de unas condiciones laborales dignas, con derechos y deberes. Y si su destino es el mercado de trabajo, lo l¨®gico es que sus condiciones, igual que las del resto de trabajadores, se aborden por los agentes sociales en el di¨¢logo social. Porque si cuando est¨¢n enfermos van al m¨¦dico, como todos los dem¨¢s, cuando trabajan tienen que tener sus condiciones reguladas, como todos los dem¨¢s, lo que les servir¨¢ de protecci¨®n. Un ejemplo sencillo: el servicio dom¨¦stico es el sector que, actualmente, est¨¢ absorbiendo mayor n¨²mero de mano de obra extranjera. Su regulaci¨®n se recoge en un real decreto que data de 1985 y que, en ocasiones, tiene m¨¢s semejanzas con el servilismo que con una relaci¨®n laboral. Pues bien, son los agentes sociales quienes est¨¢n abordando ahora su reforma, con un grupo de trabajo espec¨ªfico dentro del di¨¢logo social. Son los agentes sociales, como por otra parte es l¨®gico, quienes van a mejorar las condiciones laborales de miles de trabajadores extranjeros, sobre todo trabajadoras. Y este ejercicio de responsabilidad no puede estar m¨¢s alejado de posiciones paternalistas que juegan a la falsa justicia y no consiguen m¨¢s que perpetuar situaciones discriminatorias.
Es cierto que reducir al inmigrante a una visi¨®n economicista no es justo. Pero proteger las condiciones laborales de todos, incluidos los extracomunitarios, es distinto de centrarse en cu¨¢nto aportan y cu¨¢nto no. El proceso migratorio debe ser un mecanismo de distribuci¨®n de riqueza y extensi¨®n de derechos, no lo contrario. Por eso el juego de las cifras en la inmigraci¨®n siempre va a ser perverso. Hay que centrarse en qu¨¦ problemas hay y qu¨¦ soluciones se aportan. Y el ejercicio de responsabilidad sindical realizado en esta materia contrasta con las nulas aportaciones de algunas organizaciones (tambi¨¦n algunas sindicales) que, m¨¢s all¨¢ de la cr¨ªtica demag¨®gica, mantienen un silencio c¨®mplice en torno a una situaci¨®n que parece que les gusta. El ejemplo m¨¢s palpable lo encontramos en las cr¨ªticas al recientemente finalizado proceso de normalizaci¨®n de trabajadores extranjeros. Dicho proceso fue denunciado por algunas voces porque lo confundieron con un proceso de regularizaci¨®n de extranjeros. Como su propio nombre indica, una "una regularizaci¨®n de extranjeros" no es una normalizaci¨®n de trabajadores extranjeros. Esta ¨²ltima se circunscribe s¨®lo a trabajadores, con el objetivo de combatir la econom¨ªa sumergida y regularizar trabajadores y empleos. Y siendo este el objeto de valoraci¨®n, es justo lo que muchos no han entrado a valorar, porque la desaparici¨®n de la inmigraci¨®n irregular es contraria a sus intereses directos. Este procedimiento tiene, adem¨¢s, dos virtudes adicionales. Por un lado, los requisitos que establec¨ªa van a permitir a quienes ahora se documenten poder renovar sus permisos dentro de un a?o. Y al poder renovarlos podr¨¢n ejercer tambi¨¦n la reagrupaci¨®n familiar, de manera que los hijos y c¨®nyuges que est¨¢n aqu¨ª y a los que el proceso de normalizaci¨®n no ha afectado, podr¨¢n documentarse indirectamente gracias a este proceso.
Hay que decirlo alto y claro: los trabajadores irregulares (no s¨®lo de extranjeros) suponen ping¨¹es beneficios para no pocas personas y sectores. Cuando se dice que faltan inmigrantes, lo que de verdad se afirma es que se necesita mano de obra barata. Esto crea inseguridad y amenaza real en amplios sectores asalariados, dada la presi¨®n que los colectivos con salarios bajos est¨¢n ejerciendo en el conjunto de las condiciones de trabajo. No se puede olvidar que una realidad econ¨®mica donde la inseguridad y la precariedad se est¨¦n institucionalizando, produce un caldo de cultivo para actitudes que fomenten el racismo y la xenofobia. Como dice el profesor V. Navarro, "no es racista el m¨¢s ignorante, sino el que se siente m¨¢s inseguro". Por ello, criticar gratuitamente los intentos de combatir esta situaci¨®n que envenena las relaciones labores, es, como poco, irresponsable.
Vaya por delante que la normalizaci¨®n no agota las v¨ªas para regularizar trabajadores y empleos. Hay otras f¨®rmulas, como el arraigo laboral o los acuerdos que emanen de la Comisi¨®n Laboral Tripartita, formada por el Gobierno, UGT, CCOO y CEOE. Hay que evidenciar tambi¨¦n la aparente contradicci¨®n de quienes, como el PNV, el consejero de Justicia y Empleo en funciones, la Direcci¨®n de Inmigraci¨®n del Gobierno vasco y alguna ONG, se posicionaron contra este proceso y luego han pedido su pr¨®rroga. Lo m¨¢s grave ha sido la preocupaci¨®n prevalente y dominante de integrar a los inmigrantes en la identidad vasca. El asimilacionismo ¨¦tnico prima sobre la integraci¨®n laboral . Y es que, acabando como he empezado, la Inmigraci¨®n nos sit¨²a a cada uno frente a nuestras propias contradicciones.
Carlos Trevilla es representante de UGT en el Consejo Econ¨®mico y Social (CES) vasco.
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