Sin perd¨®n
No tengo m¨¢s remedio que reconocer que mi acera ha acabado fenomenal tras el acoso y derribo en el que nos quedamos hace un par de semanas: se puede andar y parece firme. As¨ª que, porque s¨¦ que Gallard¨®n quiere pasar a la Historia como ese alcalde que dio un vuelco al urbanismo de esta ciudad (y le imagino so?ando con que dentro de dos siglos exista el Madrid de Gallard¨®n como ha perdurado, por ejemplo, el Madrid de los Austrias), le pido perd¨®n por las molestias que hayan podido causarle mis cr¨ªticas: "Estoy trabajando por tu mandato", rezar¨ªa yo misma de ser una valla amarilla de obras ("estamos trabajando por tu ciudad") como las que se?alaban el circuito de gimkana en el que se hab¨ªa convertido mi calle. Ten¨ªa hasta gracia.
Lo que no le perdono a Gallard¨®n es lo de los ¨¢rboles, que gracia no tiene ninguna. S¨®lo en lo que va de obras de ampliaci¨®n de la M-30 ya se han talado 6.000 ¨¢rboles, y se estima que habr¨¢n sido 12.000 dentro de dos a?os, cuando termine el desastre. Lo de 12.000 ¨¢rboles se dice pronto; uno s¨®lo no lo deja ver pero, juntos, es un bosque: ?se atrever¨ªa el alcalde a acabar con un bosque que ocupara buena parte de la ciudad? Es probable que s¨ª, pero ?se lo consentir¨ªamos? En la ribera del Manzanares van a desaparecer grupos de ¨¢rboles cuya conservaci¨®n ni siquiera impedir¨ªa la marcha del pol¨¦mico proyecto, que, por cierto, aumentar¨¢ sustancialmente la entrada de coches al centro de esta ciudad ya congestionada por el tr¨¢fico. Si es factible no talar los ¨¢rboles, ?por qu¨¦ se talan? No se me ocurre otra raz¨®n que por comodidad bestial, es decir, primero se arrasa, para disponer del suelo sin discriminaci¨®n, y luego ya veremos: ?unos alevines con macet¨®n, que son m¨¢s f¨¢ciles de destruir, llegado el caso?
Pero el caso que ha llegado ahora es que muchos de esos ¨¢rboles que se quiere cargar el Ayuntamiento tienen m¨¢s de cien a?os, y doscientos y trescientos, como los olmos y los pl¨¢tanos del paseo del Prado, a cuyos troncos enormes uno puede abrazarse furtivamente si le asalta un desconsuelo urbano. Monumentos naturales del paisaje y el ¨¢nimo de la ciudad, los ¨¢rboles centenarios llevan impresa nuestra memoria y, a su vez, nos recuerdan que tambi¨¦n nosotros estamos hechos de nervios y de savia, que echamos ra¨ªces o nos muda la piel y que van cayendo las hojas de nuestra biograf¨ªa. En este h¨¢bitat de cemento y asfalto, nos recuerdan que no somos de piedra. Y con sus copas alt¨ªsimas y frondosas, nos protegen como abuelos grandes y nos dan aliento: el del ox¨ªgeno que nos roban los coches de la M-30. Acabar con esos ¨¢rboles es un crimen. Y se comete por aquella pereza y por incultura. Por eso Trinidad Jim¨¦nez, para evitar la tala de varios de esos ¨¢rboles centenarios que sobreviven con dignidad junto al puente del Rey, y que deben desaparecer para realizar las obras de la v¨ªa de circunvalaci¨®n de la M-30, ha pedido a Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad y miembro, por cierto, de una familia c¨¦lebre por su riqueza en ¨¢rboles, en forma de latifundio particular, que promueva la declaraci¨®n de la Casa de Campo como Bien de Inter¨¦s Cultural. Debiera hacer caso la ilustre Esperanza, miembro de esa familia arb¨®rea y, por cierto, ilustrada.
Porque la "exigente apuesta municipal en materia medioambiental", de cara a lo del a?o 2012, curiosamente va pareja a la tala de nuestros olmos. Y la apuesta, de cara al 2012, de unos Juegos Ol¨ªmpicos sin veh¨ªculo privado y en falaz convivencia con la bicicleta, va pareja a la tala de nuestros pl¨¢tanos, que es lo ¨²nico que le queda al ciudadano para esparcirse un poco, ya que no dispone de instalaciones deportivas municipales y asequibles. Y la plaza de la Cibeles, donde la cantante Shakira, de cara al 2012, promocion¨® su nuevo disco (que lleva el dudoso t¨ªtulo de Fijaci¨®n oral) apoyada por el cantante Alejandro Sanz (con quien cant¨® un tema, La tortura, de t¨ªtulo mucho menos dudoso), es hermosa gracias a los pl¨¢tanos que la circundan. Y en banderas gigantes ya ¨¦ramos campeones, con la de Col¨®n, as¨ª que, de cara a lo del 2012, bien podr¨ªamos haber competido por el r¨¦cord de los ¨¢rboles m¨¢s grandes en una capital. Si hubiera existido esa categor¨ªa en la valoraci¨®n del COI, a lo mejor estar¨ªamos mejor situados de lo que estamos y, desde luego, a Gallard¨®n no se le ocurrir¨ªa talar los ¨¢rboles que nos quedan. Por lo menos hasta el 2013.
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