El Derby sin Guillermo
Le dije a F¨¦lix de Az¨²a: "El pr¨®ximo junio ir¨¦ a Epsom para ver mi Derby n¨²mero treinta: consecutivos. Y ser¨¢ la primera vez que despu¨¦s no cene con Guillermo Cabrera Infante". R¨¢pido como el humor o, a¨²n m¨¢s, como el propio Guillermo, F¨¦lix complet¨® el lamento de la melancol¨ªa: "Treinta tristes Derbys...". No lo fueron los dem¨¢s, desde luego, pero inevitablemente ¨¦ste s¨ª lo ser¨¢. Mi primer Derby sin Guillermo... y el ¨²ltimo tambi¨¦n, si me atengo a lo que dije. El a?o pasado, despu¨¦s de cenar, coment¨¦ que el Derby n¨²mero treinta ser¨ªa el ¨²ltimo: un n¨²mero redondo para poner fin a un demasiado prolongado ritual h¨ªpico. En alg¨²n momento debemos empezar a interpretar la sinfon¨ªa de los adioses... "Pero... ?por qu¨¦ vas a dejarlo?", me pregunt¨® Guillermo. No supe qu¨¦ responderle. Tampoco habr¨ªa podido contestar a quien indagase los motivos por los que me he obstinado en volver un a?o tras otro a Epsom, como si me fuera la vida en ello. Y en ello se me ha ido la vida. ?Treinta a?os! La edad que hoy tiene mi hijo. Y mientras pasaban, mis padres han muerto, los amores nacieron y se marchitaron, acab¨® la dictadura, por cada amigo perdido obtuve diez conocidos, me corr¨ª juergas y libr¨¦ batallas, aprend¨ª que no hay peor derrota que imaginarse haber vencido. Todo cambi¨® alrededor de m¨ª y tambi¨¦n dentro de casa. Sin embargo, contra el universal trastorno, entre agobios y disgustos, mantuve algunos compromisos: siempre com¨ª y beb¨ª a mis horas, nunca me salt¨¦ voluntariamente la siesta y no me perd¨ª ni un Derby. A mi modo, he defendido la causa del cosmos frente al caos... Pero ya es suficiente: treinta bastan.
Como cada a?o, el Derby 2005 tambi¨¦n empez¨® por ser un pu?ado de interrogantes: ?lograr¨ªa ganar por tercera vez consecutiva Kieren Fallon, haza?a que ni siquiera estuvo al alcance del gran Lester Piggott?, ?se romper¨ªa el maleficio que impide al campe¨®n Dettori a?adir esta prueba reina a su abrumador palmar¨¦s, con victorias en todos los continentes? Sobre todo, lo que m¨¢s preocupaba a los aficionados: ?podr¨ªa finalmente John Murtagh montar al favorito Motivator, a pesar de una inoportuna sanci¨®n que parec¨ªa condenarle a quedarse a pie precisamente en la gran jornada? Los amantes de la genealog¨ªa de los purasangres ten¨ªamos nuestra propia intriga, la cual nos remontaba al a?o 2000. Esa temporada conoci¨® la hegemon¨ªa de dos grandes campeones que, cada uno por su lado, conquistaron de manera impresionante las pruebas m¨¢s destacadas: Montjeu y Dubai Millenium. Fueron dos de los protagonistas de mi libro A caballo entre milenios. Cierro los ojos y veo al altivo Montjeu, que siempre corr¨ªa con la cabeza alta y las orejas erguidas, distanci¨¢ndose de sus rivales en Ascot sin aparente esfuerzo como un noble entre plebeyos; y en la c¨¢lida noche de Nad al Sheba, junto al golfo P¨¦rsico, rememoro a Dubai Millenium ganando de punta a punta a competidores llegados de todos los pa¨ªses, mientras los dubait¨ªes vestidos con blancas chilabas le vitoreaban incansables. La supremac¨ªa de cada uno de ellos ten¨ªa partidarios entusiastas, pero nunca llegaron a enfrentarse y a final del dos mil ambos fueron retirados para cumplir su grato deber de sementales. Dubai Millenium muri¨® muy poco despu¨¦s, v¨ªctima de una plaga contra la que nada pudieron los esfuerzos millonarios del jeque que lo idolatraba. Dej¨® s¨®lo un pu?ado de hijos y uno de ellos, Dubawi, participa en el Derby montado por Dettori: no habr¨¢ otro ya en la gran carrera para recordar el nombre de su padre. De Montjeu, convertido en el m¨¢s cotizado de los j¨®venes padrillos, corren dos hijos, los primeros que llegan a Epsom: el propio Motivator y Walk in the Park. De modo que es como si el aplazado duelo entre los dos magn¨ªficos fuera a tener lugar en cierto modo por intermedio de sus descendientes...
El s¨¢bado del Derby, la tarde de Epsom adopta un clima modelo irland¨¦s, quiz¨¢ como homenaje meteorol¨®gico a esa tierra h¨ªpica entre todas: una sonrisa celestial soleada y casi calurosa, luego una brusca ducha de lluvia inopinada, m¨¢s solecito para que los bobos se quiten la gabardina, otra racha h¨²meda de frescura criminal y as¨ª alternando. Desde mi asiento en las alturas de la tribuna, lanzo sobre las verdes ondulaciones abigarradas por leyendas y gent¨ªo la habitual mirada de saludo amoroso. Sigue siendo un lugar magn¨ªfico y una ocasi¨®n sublime, pero en tres d¨¦cadas no faltan los cambios. Por supuesto, hace pocos a?os apareci¨® la mole cristalina y algo esnob del Queen's Stand, que ahora contiene la mayor concentraci¨®n de pamelas y chisteras que puede verse en este por otra parte tan mesocr¨¢tico recinto deportivo. Pero para m¨ª lo m¨¢s llamativo no es un a?adido, sino una ausencia: la del gesticulante tel¨¦grafo con que los boomakers se transmit¨ªan las cotizaciones de cada caballo seg¨²n un c¨®digo ancestral, rubricado por voces no menos cr¨ªpticas que me recordaban las de los apostadores en los frontones vascos y que para m¨ª constitu¨ªan la banda sonora de Epsom. Los tel¨¦fonos m¨®viles y los paneles electr¨®nicos han acabado con aquel sistema de comunicaci¨®n vistoso y primitivo: hoy los bookies desempe?an su cometido con el mismo pintoresquismo que cabe esperar de una sucursal bancaria...
Vemos desfilar ante las tribunas a los contendientes, buscando entre ellos la sorpresa que haya escapado a los pronosticadores. A mi juicio, siempre viciado por caprichos romanticoides, podr¨ªa ser Kong, al que vi ganar una prueba preparatoria en Lingfield. ?Acaso no espero con ansia a que llegue el pr¨®ximo diciembre la pel¨ªcula con que Peter Jackson revivir¨¢ al gorila de mi coraz¨®n? Para m¨ª, todo Kong es King... Y precisamente Gipsy King se llama el hermoso potro con el que Kieren Fallon intentar¨¢ su personal triplete de Derbys. ?Con qu¨¦ elegante garbo camina ese gitano de sangre azul! No falta tampoco el toque de augurio misterioso: un periodista del Times asegura haber so?ado ayer con la tarde que ahora vivimos. En su sue?o, vio llegar a la reina vestida de verde Nilo y luego asisti¨® al triunfo de Oratorio. Busco con los gemelos a Elisabeth Regina y, en efecto, va vestida de verde, aunque no s¨¦ si es un verde Nilo o un simple verde lechuga. ?Basta el verde regio, cualquiera que sea su matiz, para garantizar que Oratorio acabar¨¢ esta tarde en un "aleluya"? Mi ignorancia del mundo de la moda me impide no s¨®lo disfrutar de las bodas principescas, sino hasta aprovechar en el hip¨®dromo los soplos del or¨¢culo...
Pronto salimos de dudas. Reunido gracias a la benevolencia de los ¨¢rbitros con su habitual jinete Murtagh, Motivator se destaca a media recta sobre sus rivales y se va a ganar con tranco potente y f¨¢cil, erguidala cabeza orgullosa al estilo de su padre, el campe¨®n Montjeu. Su hermano Walk in the Park remata para el segundo puesto, arrebat¨¢ndoselo de finales a Dubawi. Dos de dos, el semental puede estar satisfecho all¨¢ en Kentucky... y a¨²n m¨¢s sus due?os. Por cierto, la victoria de Motivator tambi¨¦n hace felices a otros muchos, porque el triunfador tiene nada menos que doscientos treinta propietarios (entre ellos, el m¨²sico Lloyd-Webber), que componen el consorcio The Royal Ascot Racing Club. Como suele decirse en la loter¨ªa, este a?o el primer premio ha estado muy repartido... En el recinto de ganadores s¨®lo dejan entrar a doce de ellos para fotografiarse con su atleta, sudoroso y confiado: "Esperad, que lo mejor est¨¢ a¨²n por venir... soy muy joven", parece asegurarles.
En De vita beata previene S¨¦neca contra el excesivo dolor por la muerte de un amigo. Debemos recordar como consuelo el regalo imperecedero de la amistad, no el natural incidente de su desaparici¨®n f¨ªsica. Insiste S¨¦neca en que no resulta aconsejable esquivar el dolor "por medio de deportes o entretenimientos", sino que es preciso vencerlo cara a cara. "?En qu¨¦ nos mejora la experiencia de la vida, si no nos ense?a a padecer?". Llevo tiempo y m¨¢s tiempo leyendo a S¨¦neca: le doy en casi todo la raz¨®n, pero soy incapaz de portarme seg¨²n sus ense?anzas. Guillermo, hoy no cenaremos en la Bombay Brasserie juntos. Ni te pregunto a d¨®nde fueron estos treinta a?os, porque s¨¦ lo que vas a decirme: puro humo. Buenas noches, pues, amigo m¨ªo. Adi¨®s, Epsom.
Fernando Savater es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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