L¨®gica o Historia
Me encontr¨¦ con una antigua alumna, ahora periodista. Charlamos de temas de actualidad, pero pronto me di cuenta de que cuanto yo le dec¨ªa parec¨ªa no entenderlo o considerarlo innecesariamente rebuscado y complicado. Para reforzar sus puntos de vista me dec¨ªa: "Esto es l¨®gico" o "no es l¨®gico". Se refer¨ªa al funcionamiento de nuestras instituciones. O sea, a aspectos de la realidad social y pol¨ªtica. Pero ?qui¨¦n hab¨ªa hecho creer a esta chica que la realidad haya de ser l¨®gica?
Empezando por la vida privada, las relaciones de amor o de amistad entre las personas no responden a reglas de l¨®gica, sino m¨¢s bien al curso de su historia. Detalles, a veces nimios, contribuyen a fortalecer una relaci¨®n o conducirla a un estado de fragilidad tal que puede resultar imposible mantenerla. Lo que les ha sucedido, o mejor dicho, el modo en que se han enfrentado a lo que les ha sucedido, bueno y malo, determina el curso de su relaci¨®n y pueden verse sometidos a un destino implacable... forjado por ellos mismos.
En las instituciones sociales encontramos que tampoco se mueven por la l¨®gica, sino por la historia. Aunque sus protagonistas no siempre lo sepan.
A comienzos del siglo XX dos poderosos movimientos pujaron por dominar el mundo desde un racionalismo extremo. El nazismo y el bolchevismo fundaron sus razones en la l¨®gica: de las razas, unos, y de las clases, los otros. Ambos compart¨ªan una fe desmesurada en la ingenier¨ªa, que no es m¨¢s que otra aplicaci¨®n de la l¨®gica. Stalin lleg¨® a firmar como autor un tratado de L¨®gica. Por suerte para las siguientes generaciones, su ceguera hacia los efectos laterales de sus actos les llev¨® a la perdici¨®n. Por desgracia, tambi¨¦n arrastraron en su horror a muchos millones de inocentes de aquella generaci¨®n.
A finales del siglo XX cre¨ªmos haber aprendido la lecci¨®n que podr¨ªa resumirse en: "cuidado con la prisa; con las simplificaciones; con olvidarnos del pasado".
Pero ha pasado un siglo y, ahora, los nuevos pol¨ªticos y profesionales de cualquier rama, hacen lo que todos hicimos a su edad: borrar la pizarra e intentar comenzar en blanco, confundiendo la imagen que dibujan, con la realidad. Pero la testaruda realidad sigue su curso ah¨ª fuera, indiferente a los trampantojos.
El encuentro con mi exalumna me ha mostrado que en mi ense?anza fui incapaz de transmitirle el mensaje completo. Ella se qued¨® con un fragmento del mosaico: "Lo quiero porque es l¨®gico". A s¨®lo un paso del famoso "querer es poder". Su fe en la l¨®gica no le deja ver lo esencial: que la capacidad, siempre limitada, de comprender la realidad en su devenir, exige comenzar por un acto de humildad.
A pesar de todo aprender¨¢, claro est¨¢. De sus propios errores, aprender¨¢. Ya que no de los errores de sus padres ni maestros.
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