Historia de un maldito
De manera enfermiza, terca, obsesiva, la biograf¨ªa de Eduardo Haro Ibars (1948-1988) est¨¢ cruzada de unas poqu¨ªsimas cosas: un s¨ªndrome de Peter Pan profundamente destructivo (como todos los s¨ªndromes de Peter Pan), una inmadurez anclada en la patol¨®gica necesidad de llamar la atenci¨®n en busca de reconocimiento, apoyo, afecto (y en primer lugar, los de su padre, Haro Tecglen) y la calamitosa complicidad con los chismes y toxinas de la ¨¦poca de la transici¨®n en forma de toda sustancia psicotr¨®pica, presunto animal cargado de vida sobreexcitada, transgresora, desafiante, absurdamente heroica. Todo junto hace un amasijo de tragedias diminutas y continuas y, vistas desde hoy, tan previsibles como dif¨ªcilmente alterables: la fascinaci¨®n por el rock y los mitos precoces del caballo o de Jim Morrison, la urgencia irracional del irracionalismo est¨¦tico y literario, la acu?aci¨®n de la identidad en la transgresi¨®n (con una sexualidad agresiva, promiscua, provocadora).
EDUARDO HARO IBARS: LOS PASOS DEL CA?DO
J. Benito Fern¨¢ndez
Anagrama. Barcelona, 2005
412 p¨¢ginas. 20 euros
Benito Fern¨¢ndez no tiene piedad para relatar esta historia que ser¨ªa menor si no acabase con un pu?ado de muchachos muertos por una propia mano diferida o aplazada, la del sida, la sobredosis y el alcoholismo. Encadena sin cesar un hecho detr¨¢s de otro y casi todos, incluidos los m¨¢s visiblemente nimios, que son muchos, tienen que ver con lo mismo: sexualidad atropellada, fren¨¦tica, m¨²sica, versos, y drogas de todo tipo y hasta el final. Pero las virtudes positivistas del libro a veces son tambi¨¦n los defectos de una ausencia de selecci¨®n de lo relevante e incluso la inhibici¨®n del autor hasta el extremo de propender, creo que involuntariamente, a la mitificaci¨®n de un poeta con los da?os de la ¨¦poca, con todos los dolores posibles concentrados y diseminados en torno suyo. El eje central es el que seguramente pone un l¨²cido perif¨¦rico de esta vida atropellada como es Fernando Savater, al avisar, muy al principio de este libro, que "en la vida real, los malditos son inaguantables", lo cual subraya la distancia que va de la gracia de ver a un maldito que no mancha, ni vomita, ni escupe, ni ladra ni se te echa encima (porque todo eso lo hace en el papel o en la pel¨ªcula) a verlo y tratarlo de verdad: entonces se ha esfumado la distancia entre vida y literatura, porque primero se le ha esfumado a ¨¦l de la cabeza. La sensaci¨®n m¨¢s honda de este libro, aunque casi no la ponga el autor, sino la peripecia misma de estos muchachos destruidos, es que hay etapas de la historia que propician mucho m¨¢s que otras las confusiones entre el espacio de la vida imaginada y la vida real de cada d¨ªa en la que los excesos, los disparates, la estupidez misma tienen un coste alt¨ªsimo, porque no est¨¢n recreados en hermosos versos visionarios sino que los versos irracionales e il¨®gicos son reflejos documentales del caos real, como un espejo deformado de la destrucci¨®n galopante en que algunos se instalaron entonces y de la que ya no supieron salir. No simpatizo nada con los mitos de la autodestrucci¨®n ni tampoco con su ret¨®rica presuntamente fascinadora: me sublevan como filfa tan sarc¨¢sticamente negra como los muertos y las muertas que se acumulan en las ¨²ltimas p¨¢ginas de este libro.
El esfuerzo de m¨¦todo e in
vestigaci¨®n (y alguna conversaci¨®n se remonta a 1995, porque estas p¨¢ginas vienen a ser ap¨¦ndice de un libro de mayor fuste y envergadura del mismo autor, El contorno del abismo. Vida y leyenda de Leopoldo Mar¨ªa Panero) se ha enfocado tan concentradamente en el perfil escueto de un brillante letrista de la Orquesta Mondrag¨®n, cabeza caliente del orgullo gay y periodista precoz de drogas y nuevas m¨²sicas que en el fondo a m¨ª me queda de veras el mal sabor de imaginar lo que podr¨ªan dar de s¨ª esas herramientas de trabajo puestas a trabajar sobre un objetivo m¨¢s ambicioso sin salir del cuadro: la complejidad acorazada y racionalizada que encarna Eduardo Haro Tecglen, el colaborador de este mismo peri¨®dico que aparece sin aparecer en este libro y fue el padre pr¨¢cticamente ausente de Haro Ibars. De acuerdo en que es una fantas¨ªa que no ata?e al valor del libro, pero cuando se va hundiendo el ¨¢nimo en cada nueva borrachera, cada nuevo pico, cada nueva extravagancia dolorosa, la reacci¨®n es la misma en mi caso: conjeturar el libro que explicase la segunda mitad del siglo XX desde la perspectiva ideol¨®gica, pol¨ªtica, literaria, period¨ªstica y, sobre todo, moral, de Haro Tecglen y su silencio.
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