Miedo y miseria en la patera de T¨¢nger
Los inmigrantes de otra lancha acusan a dos hermanos marroqu¨ªes de ser los responsables del naufragio con 12 fallecidos
Dos hermanos marroqu¨ªes parecen ser los jefes de la red de traficantes que flet¨® la patera cuyo naufragio, ocurrido la madrugada del pasado lunes cerca de T¨¢nger, cost¨® la vida a seis mujeres subsaharianas y a sus seis hijos peque?os. La polic¨ªa espa?ola ha remitido al Ministerio del Interior marroqu¨ª los apodos y las caracter¨ªsticas f¨ªsicas de esos individuos, en cuya localizaci¨®n ponen "el m¨¢ximo empe?o" las autoridades del pa¨ªs vecino.
Las declaraciones de los 49 inmigrantes marroqu¨ªes -44 hombres y 5 mujeres- detenidos en una embarcaci¨®n que lleg¨® el lunes a la costa de Tarifa (C¨¢diz) permiten reconstruir la tragedia ocurrida hace seis noches en Sidi Kenkuch, una playa de rocas situada 15 kil¨®metros al este de T¨¢nger.
Los inmigrantes hab¨ªan contactado en esa ciudad con miembros de la organizaci¨®n de traficantes, a los que cada uno pag¨® por adelantado entre 1.000 y 1.500 euros a cambio de un viaje en patera hasta C¨¢diz.
Fueron reunidos en un bosque a medio camino entre T¨¢nger y Ceuta. Cobijados en tiendas y chabolas hechas con pl¨¢sticos, esperaron la salida de la embarcaci¨®n. Las cinco mujeres fueron recluidas en una casa de las proximidades. Muy cerca de su campamento hab¨ªa otro, de inmigrantes subsaharianos, en el que poco antes de la noche de la tragedia dar¨ªa a luz una mujer. Ella y su beb¨¦ fueron, presumiblemente, dos de las 12 v¨ªctimas del naufragio.
Durante su estancia en el bosque, los traficantes s¨®lo les entregaban una barra de pan por persona y d¨ªa. Los dem¨¢s alimentos se los vend¨ªan a precios dos y tres veces superiores a los de mercado.
En este estado de opresi¨®n, miseria y miedo pasaron los inmigrantes hasta dos meses, pues el mar estaba intratable en el Estrecho. Desesperados, algunos reclamaron la devoluci¨®n del pasaje. Los mafiosos les respondieron que pod¨ªan irse, pero que se olvidaran del dinero.
El d¨ªa de la partida, los traficantes los reunieron en un claro. Estaban armados con estacas y espadas. Les retiraron los documentos de identidad y les advirtieron de que eran hombres muertos si se les ocurr¨ªa revelar a la polic¨ªa espa?ola alg¨²n dato sobre la organizaci¨®n o sobre el lugar en el que hab¨ªan permanecido ocultos. En cambio, si se portaban bien les rebajar¨ªan el precio de un segundo viaje, en caso de que fueran interceptados y devueltos a Marruecos.
Amparados en la noche, los propios inmigrantes tuvieron que cargar la embarcaci¨®n, una zodiac gris de ocho metros de eslora y dos de manga, equipada con un motor Yamaha de 60 caballos. El camino hasta la playa estaba formado por grandes piedras, sobre las que era dif¨ªcil mantener el equilibrio. Uno de los expedicionarios resbal¨® y se rompi¨® una pierna. Sus compa?eros no volvieron a saber de ¨¦l.
Ya en la playa, vieron otra lancha, abarrotada de subsaharianos, que ten¨ªa problemas con el motor. El hijo de uno de los traficantes subi¨® a bordo y consigui¨® ponerlo en marcha. Luego descendi¨® y cedi¨® el tim¨®n al patr¨®n.
Fue entonces cuando A. M., de 26 a?os y patr¨®n de la expedici¨®n de los marroqu¨ªes, en prisi¨®n incondicional desde ayer, se volvi¨® hacia sus pasajeros y les explic¨®: "Los negros son un cebo para entretener a los espa?oles. Mientras los rescatan a ellos, nosotros podremos entrar en Espa?a".
Minutos despu¨¦s se produjo la tragedia.
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