Recuperar el Consell de Cent, una deuda pendiente
Pasados m¨¢s de seis a?os desde que el Parlament aprob¨® la Carta de Barcelona, parece que su ratificaci¨®n en Madrid est¨¢ m¨¢s cerca que nunca. Recientemente, el ministro Jordi Sevilla ha declarado que la negociaci¨®n est¨¢ pr¨¢cticamente cerrada sugiriendo que el reconocimiento oficial de la singularidad de Barcelona es inminente. No obstante, el hecho de que la futura Carta no incluya de forma expresa los criterios de financiaci¨®n, ha generado desconfianza. Cabe recordar que en la actualidad el conjunto de municipios del entorno inmediato de Barcelona, con una poblaci¨®n equivalente a la de la ciudad de Madrid (3.150.000 habitantes), recibe unos 60 millones de euros menos de la Participaci¨®n de los Ingresos del Estado (PIE). Sin embargo, en el acuerdo alcanzado, la evaluaci¨®n de esos costes de capitalidad, que se concretar¨¢n en forma de convenios quinquenales, se deja para una negociaci¨®n ulterior. El Gobierno de Rodr¨ªguez Zapatero, a pesar de reconocer el trato discriminatorio hacia Barcelona, no parece dispuesto a incluir esa deuda en la PIE, puesto que a su parecer representar¨ªa un trato singular hacia la capital catalana: son los municipios los que reciben el subsidio del Estado, y el municipio de Barcelona, con s¨®lo 1.580.000 habitantes, no puede disponer, bas¨¢ndose en la PIE, de los mismos recursos que Madrid, con cerca del doble de poblaci¨®n. Para el Gobierno central, por tanto, s¨®lo ser¨¢ posible la plena equivalencia de ingresos entre Madrid y Barcelona una vez sea reconocida en la nueva organizaci¨®n territorial de Catalu?a el ?rea Metropolitana.
La discriminaci¨®n que padece Barcelona se ha mantenido fruto de un pacto de silencio entre la derecha nacional espa?ola y la catalana
El fondo de la cuesti¨®n no es econ¨®mico. Tiene una naturaleza claramente pol¨ªtica. La discriminaci¨®n financiera que padece Barcelona es resultado directo de la fragmentaci¨®n de su territorio. Fragmentaci¨®n que, hace falta recordarlo, es el resultado de una acci¨®n de guerra. La guerra de Sucesi¨®n, con los hechos del 11 de septiembre de 1714, represent¨® la p¨¦rdida, adem¨¢s de las instituciones de la Generalitat, de las del gobierno de la ciudad: el Consell de Cent, principal baluarte de la defensa de las libertades catalanas. Este castigo de guerra represent¨® la desmembraci¨®n del ¨¢mbito de jurisdicci¨®n de la capital del Principado: el Pla de Barcelona, es decir, el territori ample delimitado por el cerro de Montgat, Collserola y el macizo del Garraf. El nacimiento de los municipios de los valles del Llobregat y del Bes¨°s que hoy conocemos, creados fruto de la aplicaci¨®n del Decreto de Nueva Planta, son el resultado de este acto de guerra.
De esta discriminaci¨®n hacia Barcelona no qued¨® libre de culpa, ni mucho menos, el franquismo. La reforma del mapa municipal, entre 1947 y 1954, es una prueba: en este periodo, mientras que el municipio de Madrid pasaba de 66 kil¨®metros cuadrados a los 606 actuales, a Barcelona s¨®lo se le reconoc¨ªa una comarca de planeamiento urban¨ªstico com¨²n de 478 kil¨®metros cuadrados, compuesta por 27 municipios y tutelada por el Gobierno central. Con el franquismo no s¨®lo permaneci¨®, sino que se ahond¨®, el agravio a Barcelona. Lo m¨¢s preocupante, sin embargo, no es que el Gobierno central nunca haya reconocido esta deuda (pol¨ªtica) pendiente. A¨²n es peor que aqu¨ª, en nuestra propia casa, no se haya planteado como una cuesti¨®n central en el proceso de reconstrucci¨®n nacional la recuperaci¨®n del territorio y de la capacidad de gobierno del cap i casal de Catalu?a. El ideario nacional hegem¨®nico elaborado a partir de la Renaixen?a olvid¨® de forma escandalosa la defensa de Barcelona, quiz¨¢ excesivamente izquierdista y progresista, de tal manera que ya nunca m¨¢s se reivindic¨® la recuperaci¨®n del Consell de Cent, ni la plena jurisdicci¨®n del Pla de Barcelona. En este contexto cultural dominante, la ponencia para la divisi¨®n territorial, nombrada por la Generalitat en 1932, olvidar¨ªa el Pla de Barcelona confirmando as¨ª la fragmentaci¨®n del territorio barcelon¨¦s mediante la creaci¨®n de la minimalista comarca del Barcelon¨¨s.
La parte hegem¨®nica del catalanismo pol¨ªtico no ha sido, por tanto, indiferente al agravio a Barcelona. Al contrario, lo ha fomentado y profundizado. Ha contrapuesto Catalu?a a Barcelona, olvidando de forma irresponsable que Catalu?a nada ser¨ªa sin Barcelona, de la misma manera que Barcelona no existir¨ªa sin Catalu?a. Esta oposici¨®n ficticia lleg¨® a su paroxismo con la desaparici¨®n, el a?o 1987, de la Corporaci¨®n Metropolitana: las nuevas comarcas nac¨ªan de la mano de la desapoderaci¨®n a Barcelona de su ¨²nico (y muy limitado) instrumento de gesti¨®n del entorno inmediato.
El agravio a Barcelona se ha mantenido, por tanto, fruto de un pacto de silencio entre la derecha nacional espa?ola (que no acepta, bajo ninguna condici¨®n, la equiparaci¨®n entre Madrid y Barcelona) y la catalana (temerosa de que el poder de Barcelona pusiera en entredicho su hegemon¨ªa pol¨ªtica). 1714, acci¨®n de guerra, y 1987, acto democr¨¢tico, vienen as¨ª indisolublemente vinculados.
El agravio a Barcelona contin¨²a sin ser reparado. No se trata s¨®lo de una reivindicaci¨®n sentimental, ni de la defensa de un simple instrumento funcional, de gesti¨®n metropolitana (cuando la metr¨®poli se ha extendido mucho m¨¢s all¨¢ de los confines de ese territorio). No se trata s¨®lo de financiaci¨®n. Es mucho m¨¢s que esto. Es el reconocimiento pol¨ªtico de la capacidad de gobierno de Barcelona sobre su territorio. Es la reafirmaci¨®n del derecho del cap i casal a continuar siendo el motor de Catalu?a. Y es la vindicaci¨®n del derecho de los ciudadanos de Barcelona, sin distinci¨®n del municipio de pertenencia, a vivir en una ciudad habitable y sostenible. El gobierno de la ciudad tiene que poder proyectar el futuro de la Barcelona real. Debe tener, en definitiva, territorio y poder. Territorio que no puede ser otro que el hist¨®rico: el Pla de Barcelona, y poder que s¨®lo puede ser ejercido de forma democr¨¢tica; es decir, por la v¨ªa de la elecci¨®n directa del alcalde del cap i casal (junto a los alcaldes y concejales de los municipios que conforman el territorio de Barcelona). El alcalde de Barcelona, la del territori ample del Consell de Cent, tiene que basarse en un poder electivo directo de todos. Esta Barcelona ha de representar una entidad territorial plena, no una unidad funcional como hasta 1987 era la Corporaci¨®n Metropolitana. Una entidad espec¨ªfica, propia de la capital de Catalu?a, del estilo de Greater London, donde la unidad jurisdiccional y representativa del conjunto de la ciudad real de Londres acompa?a un estricto respeto de las competencias y la personalidad de los 33 boroughs que la conforman.
La articulaci¨®n de distritos y municipios en este nuevo Consell de Cent no ser¨¢ cosa f¨¢cil. Juega en contra una tradici¨®n demasiado arraigada de car¨¢cter particularista resultado de la fragmentaci¨®n municipal de la Nueva Planta. La actual Carta Municipal, impulsada cuando los nacionalismos conservadores catal¨¢n y espa?ol estaban en el poder, puede ser un primer paso en este camino, pero todav¨ªa es insuficiente: fue redactada en funci¨®n de la correlaci¨®n de fuerzas de aquel momento, contrario al reconocimiento de la singularidad barcelonesa. Es preciso dar un paso adelante en la resoluci¨®n de la injusticia cometida en 1714 (y ratificada y ampliada en 1987). El actual Gobierno de la Generalitat tiene, por primera vez en la historia reciente de Catalu?a, la sensibilidad de ver en Barcelona no una opositora, sino una aliada: la fuerza que representa el apoyo y el sost¨¦n del cap i casal. La nueva organizaci¨®n territorial que se anuncia tiene la oportunidad de reparar, de forma definitiva, el viejo agravio a Barcelona, y el Gobierno del Estado tambi¨¦n puede contribuir a superar este viejo contencioso. En palabras de Laureano Figuerola, ministro de Hacienda (1869) cuando se devolvieron a la ciudad los terrenos de la Ciutadella: "Cabe compensar a Barcelona". Este es el reto pendiente.
arquitecto y director del Centro de Pol¨ªtica del Suelo y Valoraciones.
Josep Roca Cladera es
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