Contra la inmortalidad
Debo de estar haci¨¦ndome viejo, porque cada vez hay m¨¢s d¨ªas en que el peri¨®dico me parece una broma. Una ma?ana cualquiera abro El Mundo por una p¨¢gina cualquiera y leo en un titular a cuatro columnas que un tal Aubrey de Grey declara: "Pronto podremos vivir 1.000 a?os como si tuvi¨¦ramos 20 a?os biol¨®gicos". Me da un ataque de risa; luego, mientras trato de dominar las convulsiones, comprendo que la broma es demasiado evidente: el apellido del chiflado alude transparentemente a Dorian Gray -el protagonista de aquella f¨¢bula en que Oscar Wilde narraba la historia de un joven hedonista que vende su alma a cambio de la juventud eterna-, y su nombre, a Aubrey Beardsley, el ¨ªntimo de Wilde e ilustrador de su obra Salom¨¦. Paso p¨¢gina; obviamente, la broma sigue: "La Audiencia dice que los etarras de Chamart¨ªn ten¨ªan intenci¨®n de matar y les impone 27 siglos de c¨¢rcel" (27 siglos: ni uno m¨¢s, ni uno menos). Es evidente que este titular est¨¢ ligado al anterior, y que es una forma humor¨ªstica de subrayar que s¨®lo si el chiflado de De Grey tiene raz¨®n, los etarras podr¨¢n cumplir la condena que merecen. Sinti¨¦ndome muy satisfecho de mi perspicacia, me digo que desde que los peri¨®dicos abandonaron la costumbre tan sana como idiota de incluir inocentadas el D¨ªa de los Inocentes hay que andarse con mucho tiento al leerlos porque pueden col¨¢rtelas de matute en cualquier momento.
Pero ninguno de los dos titulares es una broma. Dejemos ahora lo de los etarras, que es cosa de la justicia; en cuanto a Aubrey de Grey, resulta que existe. A juzgar por las fotograf¨ªas, parece en efecto un chiflado, pero eso no significa que sea un genio; viste como una mezcla de hippy y de profeta, pero eso tampoco significa que est¨¦ chiflado. En realidad, es investigador del muy serio Departamento de Gen¨¦tica de la muy seria Universidad de Cambridge, donde dirige un proyecto muy serio llamado Strategies for Engineered Negligible Senescence. Oscar Wilde afirma que el dinero no da la felicidad, pero da una cosa tan parecida, pero tan parecida a la felicidad que a veces es casi imposible distinguirla de ella. De Grey afirma que su proyecto no persigue la inmortalidad, pero lo que persigue es algo tan parecido, pero tan parecido a la inmortalidad que a veces es casi imposible distinguirlo de ella. Lo que persigue es la cura del envejecimiento. Seg¨²n De Grey -o seg¨²n las declaraciones de De Grey a Ana Romero, que es quien le entrevista para el peri¨®dico-, su m¨¦todo aspira a frenar la degeneraci¨®n celular que provoca enfermedades como la diabetes, el c¨¢ncer, el parkinson, la degeneraci¨®n molecular, el colesterol o el alzheimer mediante un tratamiento de terapia g¨¦nica que trate los siete intermediarios del envejecimiento que el investigador ha aislado. As¨ª, cada cierto n¨²mero de a?os, el paciente ingresar¨ªa en un hospital y se pasar¨ªa all¨ª un tiempo -primero, un mes entero; m¨¢s adelante, un solo d¨ªa-, y saldr¨ªa nuevo, rejuvenecido. De este modo no se conseguir¨ªa la inmortalidad, porque uno siempre puede atragantarse con un calamar; pero si uno se porta bien y se cuida conseguir¨ªa prolongar su existencia indefinidamente, y no como un viejo achacoso e incapaz de disfrutar de la vida, sino como un veintea?ero exultante. De Grey sostiene que dentro de 25 a?os, si consigue los 1.000 millones de d¨®lares que necesita para llevar a cabo su proyecto -un dinero que ha empezado a recaudar a trav¨¦s de la Fundaci¨®n Matusal¨¦n y el Premio Rat¨®n Matusal¨¦n-, todo esto ser¨¢ una realidad.
Hay que reconocer que la historia suena a disparate:
la invenci¨®n de un loco desatado o de un sablista genial. Pero supongamos por un momento que no lo es, supongamos que podemos vivir de forma indefinida. S¨ª, ya s¨¦ lo que est¨¢n pensando, pasado el primer alegr¨®n: que si esto que estamos viviendo ahora lo vamos a vivir indefinidamente, entonces no tiene ning¨²n valor, porque lo que hace valioso un momento es precisamente su fugacidad, o porque lo ¨²nico que dota de sentido a la vida es la muerte. De acuerdo, ?pero se imaginan el gustazo que nos dar¨ªamos si pudi¨¦semos quedar dentro de 250 a?os en cualquier sitio, para tomarnos una cerveza y unas patatas bravas en una plaza con sol? Las ventajas no acabar¨ªan ah¨ª, desde luego (Oscar Wilde, por ejemplo, resucitar¨ªa de inmediato para asistir al espect¨¢culo y alegrarnos con su ingenio, y los etarras podr¨ªan cumplir sus condenas, por largas que fueran, sin ning¨²n problema). Pero, ?y los inconvenientes? ?Nos jubilar¨ªamos o tendr¨ªamos que trabajar como esclavos durante siglos? Y, caso de jubilarnos, ?qui¨¦n demonios pagar¨ªa las innumerables jubilaciones que habr¨ªa que pagar? ?Conservar¨ªamos nuestra capacidad reproductora y, si es as¨ª, donde demonios meter¨ªamos a tanta gente sin provocar una espantosa guerra mundial, que desde luego ser¨ªa la ¨²ltima? ?No resultar¨ªa agotadora y finalmente tediosa la exultaci¨®n de tener para siempre 25 a?os? ?Tendr¨ªamos que aguantar cada ma?ana el apocalipsis atronador de las tertulias radiof¨®nicas? ?Tambi¨¦n al presidente de la Conferencia Episcopal? Con franqueza, prefiero atragantarme ahora mismo con un calamar. Morirse es el peor de los fracasos, pero vivir para siempre tampoco arregla nada. Es in¨²til que trate de embaucarnos, amigo De Grey: esto no tiene remedio.
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