Soluciones para la Seguridad Social (y II)
En primer lugar, puedo afirmar que ¨¦sta no es una idea te¨®rica completamente nueva que jam¨¢s se haya puesto a prueba. Hace unas generaciones, Per Jacobson, admirado conservador sueco y experto en finanzas internacionales, propuso que en un momento de recesi¨®n tan profunda que un pa¨ªs se viera inmerso en una "trampa de liquidez" con tipos de inter¨¦s nominal cercanos a cero, en lugar de depender de las operaciones de mercado abierto ortodoxas para comprar bonos del Tesoro en circulaci¨®n a muy corto plazo, la Reserva Federal deber¨ªa comprar y vender bonos municipales, y (en el entorno actual) comprar y vender activos hipotecarios titulizados de organismos federales.
La l¨®gica dice que a esa lista deber¨ªan a?adirse acciones ordinarias indexadas. De hecho, la Agencia Financiera de Reconstrucci¨®n del New Deal hizo precisamente eso en la d¨¦cada de 1930. La Italia de Mussolini, en un esfuerzo por evitar el colapso financiero durante la depresi¨®n, adquiri¨® una considerable cartera de acciones de grandes sociedades an¨®nimas italianas. En a?os posteriores, el rendimiento de esta cabriola debe de haber sido respetable, muy por encima de sus m¨¦ritos estabilizadores. Tambi¨¦n despu¨¦s de la II Guerra Mundial, y tras un prolongado debate pol¨ªtico, Suecia invirti¨® en acciones una considerable fracci¨®n de los activos de pensiones; pero no necesariamente en diversificaciones dictadas por los diferentes participantes individuales en el sistema de pensiones.
"?Recordar¨¢n los libros a Bush II como el que aconsej¨® a quienes carecen de ahorros para la vejez: ?Que escojan grandes ganadores en Wall Street!?"
La propiedad p¨²blica y las operaciones p¨²blicas de compra de acciones diversificadas puede servir a un importante prop¨®sito mucho m¨¢s amplio que el campo de las operaciones de jubilaci¨®n. ?ste es s¨®lo uno de diversos ejemplos reveladores: en la d¨¦cada de 1990, el prudente super¨¢vit presupuestario de Clinton-Rubins fue justamente lo que los expertos juiciosos prescribieron para una econom¨ªa de bajo ahorro y excesivo consumo privado que se enfrentaba a una futura revoluci¨®n demogr¨¢fica.
Lo que pas¨® a continuaci¨®n es que los generalmente serios gobernadores de la Reserva Federal se convirtieron en locos nerviosos y empezaron a preocuparse demasiado por el hecho de que se liquidara tanta deuda p¨²blica como para privar al sistema financiero de la cuota de bonos de primera calidad que necesita. (Sin bonos, ?c¨®mo podr¨ªa trabajar la Reserva Federal para suavizar las recesiones y las inflaciones? Bah. ?Y en qu¨¦ medida empeorar¨ªan la deflaci¨®n y las trampas de liquidez?)
El sabio y taimado Greenspan, en lugar de ampliar el tipo de activos que la Reserva Federal podr¨ªa comprar y vender en esa situaci¨®n remota, cometi¨® el peor error de su larga y distinguida carrera: como ahora lamenta, bendijo temporalmente las desastrosas deducciones fiscales que Bush concedi¨® a los ricos.
Vivimos tiempos tragic¨®micos. Mar¨ªa Antonieta se hizo famosa por el consejo dado a los pobres: "?Que coman pastel!". ?Recordar¨¢n los libros de historia futuros a Bush II como el que, en efecto, aconsej¨® a quienes carecen de ahorros suficientes para la vejez: "?Que escojan grandes ganadores en Wall Street!"?
Hay una v¨ªa mejor que las cuentas privadas. Peter Diamond, el principal experto del mundo sobre seguridad social y privada, ha se?alado lo siguiente: si queremos dar a los activos un papel m¨¢s amplio, los activos de cuentas no privadas son la ¨²nica forma de que sucesivas generaciones de la sociedad puedan cubrir y repartir los riesgos entre la generaci¨®n de la explosi¨®n demogr¨¢fica y las generaciones posteriores.
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