Balmoral
Es el nombre de un bar en el barrio de Salamanca. Para unos cuantos madrile?os, durante varias generaciones, fue punto de encuentro, lugar seguro donde sentirse al abrigo de la muchas veces inc¨®moda realidad. No he conocido otro parecido; se inaugur¨® el d¨ªa de Santa B¨¢rbara de 1955. Lo dirig¨ªa un estupendo profesional, ya curtido en la barra del Palace, por la que pasaron cuantos contaban algo en la vida social y pol¨ªtica de la capital de Espa?a durante la II Guerra Mundial. No eran muchos en n¨²mero, pero representaban un abanico bastante amplio en la peque?a historia madrile?a. Este a?o cumple el medio siglo y la amarga noticia es que puede darse por segura su desaparici¨®n. Madrid se va despojando de cuanto la visti¨®, lo malo y lo bueno, para adquirir otros perfiles, conformar a la ciudad y sus habitantes en otras f¨®rmulas, a mi juicio, de menor calidad.
S¨®lo un bar que pasaba inadvertido, tras los ocho escalones que era preciso subir, en la calle de Hermosilla, casi esquina a Serrano. No era propiamente un antro de pijos, sino un lugar p¨²blico de personas mayores, que impon¨ªa su car¨¢cter al traspasar el umbral. Est¨¢, m¨¢s o menos, como el d¨ªa de su inauguraci¨®n y representa la armon¨ªa de los espacios, los muebles, las luces y una de las m¨¢s amplias muestras de la licorer¨ªa mundial. Algunos nost¨¢lgicos echamos de menos la avutarda disecada y las jarras de cerveza que representaban a jocundos frailes. S¨®lo eso no habr¨ªa sido bastante, sin el sello que entre el personal imprimi¨® Jacinto San Feli¨², su creador y due?o. No creo que haya habido otro lugar semejante, donde convivieron adeptos viscerales al r¨¦gimen de Franco y quienes manifestaban convicciones contrarias, en un ambiente de buenos modales que rara vez se alteraron.
Si en alguna ocasi¨®n menudearon los golpes por en medio, andar¨ªa el nombre de una dama. Un libro, que supongo agotado y de dif¨ªcil adquisici¨®n, recoge la honda historia de este local y muestra un ¨¢ngulo de la sociedad espa?ola poco conocido: la tolerancia delante de una bebida cuyo trasiego podr¨ªa ser m¨¢s o menos liberal. Se llama, el libro, Del Palace a Balmoral y est¨¢ escrito por el que fue uno de sus ¨²ltimos ma?tres, ?ngel Jim¨¦nez, con estilo terso, memoria fiel y extraordinaria amenidad. Ya en la primera p¨¢gina dice algo que considero valioso y escasamente difundido, con referencia al Madrid de los a?os cincuenta: "Hab¨ªa verdaderas ganas de vivir", describiendo el ajetreo despreocupado hasta altas horas de la madrugada en el centro de la capital, aleda?os de la Puerta del Sol y de la Gran V¨ªa. Y es verdad y l¨®gico, como reacci¨®n a la terrible experiencia de una guerra civil. Los madrile?os quer¨ªan una salida vital.
La n¨®mina de personajes y el relato de sus an¨¦cdotas, aparte de encontrarse bien reflejadas por ?ngel Jim¨¦nez, llenar¨ªa otro volumen. Los clientes encontraban all¨ª recursos en momentos de apuro econ¨®mico, por ejemplo, ante un fin de semana o puente, con los bancos cerrados y sin haberse a¨²n inventado los cajeros autom¨¢ticos. "D¨¦jame 2.000 pesetas; las devuelvo el lunes". El barman que tambi¨¦n atend¨ªa a la caja, entregaba la suma, sin que mediaran recibos ni comentarios. En su fecha o en la inmediata, se devolv¨ªa la cantidad sin a?adir un c¨¦ntimo. No era la casa de un prestamista, ni el negocio se basaba sobre el dinero. Los favores personales no devengan intereses.
Parece que el edificio entero ha sido comprado y en su lugar se levantar¨¢ otro hotel que necesita imperiosamente un espacio de aparcamiento y el sacrificado ser¨ªa Balmoral. L¨¢stima. Los actuales propietarios son camareros que conoc¨ª de botones hace 25 ¨® 30 a?os, Manolo, Agust¨ªn, complementados por Mar¨ªa ?ngeles en la registradora y los que ahora lo mantienen vivo y en servicio. Han renovado una clientela juvenil nocturna que nada tiene que ver con los que a¨²n vamos a derrumbar nuestra carcasa sobre las butaquitas y que nos parecemos cada d¨ªa m¨¢s a lo que realmente fuimos en tiempos dorados: unas arrugadas esponjas ya secas. Mi amor por este local me ha llevado a sugerir que, gracias a su distribuci¨®n, mantiene un espacio, a la derecha, donde bien podr¨ªan celebrarse el velatorio de los clientes que lo desearan, ceremonia f¨²nebre y nost¨¢lgica con derecho a consumici¨®n. Pero creo que eso tampoco remediar¨ªa la situaci¨®n por la que va a pasar, aunque quisiera que sobre su moqueta se esparcieran mis cenizas, sabedor de que por ella pasar¨¢ la aspiradora, ese juicio final que a todos nos nivela.
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