?Naci¨®n?, pues nosotros tambi¨¦n
Andaluc¨ªa necesita un nuevo Estatuto, como Espa?a precisa de una reforma en su Constituci¨®n y Europa un comenzar desde el principio. Si fu¨¦semos un Estado normal, primero debatir¨ªamos la reforma constitucional, definir¨ªamos las reformas del modelo de estado, y, una vez alcanzado el acuerdo suficiente, reformar¨ªamos los estatutos. As¨ª todo tendr¨ªa un encaje racional. Pero no, hacemos el m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa. Como nos aterra abrir el debate constitucional, permitimos que cada uno tire por su lado, en plan Pancho Villa, confiados es confeccionarle el traje constitucional al engendro resultante. Pues bueno, pues p'alante, ?qui¨¦n dijo miedo? Desde hace algo m¨¢s de un siglo, Espa?a es un pa¨ªs a la defensiva. Teme cualquier reforma en profundidad de su estructura de Estado, porque piensa que esas mutaciones dar¨ªan oportunidad a las fuerzas centr¨ªfugas que viven en su interior para desmembrar la tan cantada unidad nacional. Curioso concepto de unidad aquel que est¨¢ inseguro de ostentar la mayor¨ªa suficientes para respaldarla. Porque si la tiene, ?qu¨¦ temor hay de reformar y de llevar las propuestas a referendos o elecciones? Y si no la hay, ?de qu¨¦ unidad hablamos? Pues bien, as¨ª estamos de nuevo. Nuestra hermosa constituci¨®n del 78 es una vieja gloria, que permiti¨® una excelente transici¨®n, pero que en la actualidad hace aguas por mil sitios. Entre otros en todo lo referente a calidad democr¨¢tica, manifiestamente mejorable en nuestro pa¨ªs. Sin embargo, los grandes partidos -los grandes beneficiados por los enormes privilegios que le confiere- no quieren abrir un debate en profundidad. Prefieren que todo se centre en el interminable debate territorial, en el cual llevamos varios siglos inmersos, y del que sospecho a¨²n nos queda otro tanto.
Andaluc¨ªa debe reformar su Estatuto. Y adem¨¢s de hablar de las competencias, debe reformar su funcionamiento democr¨¢tico, limitando el monopolio de poder que gozan los partidos pol¨ªticos y reforzando una separaci¨®n de poderes hoy inexistente, toda vez que el penoso sistema de listas cerradas y bloqueadas y grupos parlamentarios en plan comisariado pol¨ªtico, consagran la absoluta dependencia del poder legislativo a los ¨®rganos del partido. Con la actual configuraci¨®n, el Parlamento de Andaluc¨ªa (tambi¨¦n el Congreso de los Diputados) resulta prescindible. Bastar¨ªa que los partidos se reunieran en una mesa camilla y decidieran por voto ponderado a su resultado electoral. La ley Electoral, el Reglamento del Parlamento, y los diversos ¨®rganos de participaci¨®n deben reformarse en profundidad para permitir mayor participaci¨®n de los ciudadanos que no desean militar en partido alguno. Pero no hay espacio para profundizar.
Simplemente querr¨ªa reflexionar sobre la inclusi¨®n o no de la expresi¨®n naci¨®n en nuestro estatuto. No s¨¦ muy bien qu¨¦ es una naci¨®n, despu¨¦s de leer varios ensayos sobre el tema, y participar en m¨²ltiples seminarios sobre la materia. ?Es una cuesti¨®n cultural o de lengua? ?De un pasado compartido? ?Lo definen las conquistas militares o el azar de la historia? ?Manda la cartera, el coraz¨®n o la espada? No lo sabe nadie. En todo caso, los estados-naci¨®n vienen reivindicando la exclusividad del t¨¦rmino, mientras que fuerzas nacionalistas, m¨¢s pegadas al hecho diferencial hist¨®rico, ¨¦tnico o ling¨¹¨ªstico reclaman para s¨ª el concepto naci¨®n, palabra que a m¨ª, reconozco, no me gusta nada de nada, en ninguno de sus acepciones territoriales. Pero eso es otra materia. En todo caso, en principio, parecer¨ªa que en nuestra vigente constituci¨®n no cabe m¨¢s naci¨®n que la espa?ola. Si, como parece, el estatuto catal¨¢n lo recoge, ser¨ªa necesario un prodigio de contorsionismo pol¨ªtico para que tuviese encaje en nuestra ordenaci¨®n actual. Otra cosa ser¨ªa que se cambiara la Constituci¨®n, en cuyo caso podr¨ªa enmarcarse con normalidad. Ahora bien, si al final, por las buenas o por las malas, se termina aceptando para Catalu?a, o cualquier otra, el t¨¦rmino naci¨®n, tendremos que reclamar id¨¦ntico tratamiento para Andaluc¨ªa.
Miles de a?os antes que en Catalu?a existiese ninguna estructura pol¨ªtica organizada, ya florec¨ªan en Andaluc¨ªa ciudades-estado como la de Los Millares o important¨ªsimas civilizaciones como la tart¨¦sica. El Reino Peninsular m¨¢s importante de la Baja Edad Media fue nuestro, andaluz, y se llam¨® Al ?ndalus. ?Qui¨¦n pude competir con nosotros en razones para naci¨®n hist¨®rica? Por evidentes hechos de nuestro pasado, tenemos galones m¨¢s que suficientes para ostentar la m¨¢xima distinci¨®n pol¨ªtica. Distinto ser¨¢ el para qu¨¦ se quiera ser naci¨®n. ?Para querer abandonar a los dem¨¢s? ?Para romper la solidaridad entre diversas regiones? Los andaluces nunca lo usar¨¢n para eso. Nosotros queremos sumar, compartir, participar en proyectos comunes. As¨ª fuimos desde la antig¨¹edad. Pero esa generosidad de nuestro pueblo no puede ser percibida como debilidad o entreguismo. Por eso, nosotros como el que m¨¢s. Sin complejos, y aunque a alguno pueda escocerle. No necesitamos el t¨¦rmino naci¨®n en nuestro Estatuto; ahora bien, si alguno otro lo ostenta, nosotros tambi¨¦n. Por eso, no corramos en su tramitaci¨®n. Vayamos avanzando y decidamos al final, una vez visto el cuadro resultante.
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