Los valencianos y la crisis de la UE
La Uni¨®n Europea est¨¢ en crisis. Frente a ella, de nada sirve recordar lo conseguido ni, menos todav¨ªa, enarbolar grandes esl¨®ganes sin contenido, como se empe?an algunos entre nosotros. Sea por el claro distanciamiento entre sus instituciones y los ciudadanos, sea por la cada vez mayor asimilaci¨®n de su Consejo a un simple foro de intereses nacionales contrapuestos, lo evidente es que la UE atraviesa por una de sus fases menos brillantes. El retraso sine die de las consultas pendientes (excepto en Luxemburgo) sobre el tratado constitucional es una buena muestra de los primero. Y el fracaso de la aprobaci¨®n de su presupuesto 2007-2013 en la reciente cumbre de Bruselas un excelente exponente de lo segundo. La concreci¨®n del proyecto europeo necesita ser repensada y en este proceso Espa?a no debiera estar, de nuevo, ausente. Ni menos todav¨ªa la Comunidad Valenciana. No s¨®lo porque durante buena parte de la negra y larga noche del franquismo, algunos valencianos enarbolaron, casi en solitario dentro de Espa?a, la defensa de la integraci¨®n en la entonces CEE, sino porque nuestro bienestar depende, en una medida mucho mayor de la que son probablemente conscientes gran parte de los ciudadanos, del papel que acabe desempe?ando la UE en la econom¨ªa mundial.
Sin infravalorar los aspectos sociales o los estrictamente pol¨ªticos, el proyecto europeo del siglo XXI no puede ser otro, como acaba de recordar Peter Mandelson, que colocar en el centro de la actuaci¨®n de sus instituciones el empleo y el crecimiento. Lo cual exige que sus l¨ªderes muestren, con mucha mayor eficacia, que la unidad y la integraci¨®n econ¨®micas; que el mercado y la moneda ¨²nicos, conforman un marco adecuado para poder desarrollar una pol¨ªtica com¨²n con la cual hacer frente con ¨¦xito a las amenazas de la globalizaci¨®n. Esto implica, entre otras cuestiones, mayor responsabilidad por parte de los dirigentes pol¨ªticos. Sin duda de los representantes de los Estados miembros. Pero tambi¨¦n de otros como los valencianos.
M¨¢s sensatez, por ejemplo, de la que est¨¢n demostrando algunos miembros del Consell a la hora de exigir los fondos de cohesi¨®n. Los recursos no son ilimitados y la solidaridad que tanto se reclama a la hora de reivindicar agua, deber¨ªa tambi¨¦n aplicarse a la continuidad de unos fondos creados con el fin de ayudar al desarrollo de los m¨¢s pobres. Y hoy, afortunadamente, la Comunidad Valenciana ya no forma parte del furg¨®n de cola en renta por habitante dentro de la UE. ?O es que nuestros gobernantes defienden que los pa¨ªses del este de Europa no tienen el mismo derecho que tuvimos nosotros a recibir estas ayudas?
La demag¨®gica pol¨¦mica sobre el mantenimiento de las subvenciones es s¨®lo un indicio de la necesidad de desarrollar un debate sin pasiones in¨²tiles y desde la seriedad para intentar evitar aqu¨ª el aumento de las opiniones contrarias a la uni¨®n europea cada d¨ªa m¨¢s difundidas -y no sin motivos- en otros Estados miembros. Un debate dominado por la pedagog¨ªa y dentro del cual no debiera obviarse la reflexi¨®n sobre si se puede seguir defendiendo un presupuesto cuya principal partida (cerca del 40%) son las subvenciones al sector agr¨ªcola cuando su peso en el empleo y el PIB es irrisorio (menos del 5,5% y del 2% respectivamente). Porque a no ser que se propugne que el empleo en esta actividad, y los que a ella se dedican, tiene mayores derechos que el resto de la poblaci¨®n laboral no parece posible justificar la situaci¨®n vigente, cuando el desempleo afecta en Alemania, Francia o Espa?a a m¨¢s del 10% de la poblaci¨®n en edad de trabajar.
En el centro del problema est¨¢n sin duda las continuas componendas de la Comisi¨®n, resultado directo del Tratado de Niza, pero tambi¨¦n la renuncia de los pol¨ªticos a dedicar parte de su tiempo a explicar con sencillez y rigor las ventajas del proyecto europeo. En otras palabras, su falta de liderazgo para abordar las cuestiones de las que depende nuestro futuro menos inmediato. No es un problema exclusivo de los valencianos, puesto que ni Prodi, antes, ni Barroso, ahora, han demostrado capacidad suficiente para esta tarea. Pero es tambi¨¦n un problema de los l¨ªderes valencianos. De hecho, sus opiniones, no ya propuestas, sobre temas que van m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites de la Comunidad Valenciana, como es un proyecto europeo para el siglo XXI, son desconocidas.
Hace casi un siglo, a prop¨®sito de las dificultades de consolidaci¨®n de la democracia en Espa?a, el diario liberal El Imparcial constataba que "Los problemas que no se resuelven por la previsi¨®n, el acierto y la habilidad de hombres de Estado, se resuelven a la postre por sus propias internas energ¨ªas". En aquel caso, las energ¨ªas internas condujeron a retrasar durante casi un siglo la democracia en Espa?a. En este caso, integrados definitivamente en un marco supranacional, dejar fuera de la agenda pol¨ªtica valenciana la Uni¨®n Europea del siglo XXI o, peor todav¨ªa, utilizarla para el enfrentamiento partidista, podr¨ªa conducir a que, una vez que desaparezcan los cerca de 6.000 millones que hemos recibido desde 1989 gracias a la solidaridad de alemanes, holandeses, brit¨¢nicos o suecos, muchos valencianos acaben por no entender para qu¨¦ sirve, y en qu¨¦ les beneficia formar parte de la Uni¨®n.
Jordi Palafox es Catedr¨¢tico de Historia e Instituciones Econ¨®micas en la Universitat de Val¨¨ncia.
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