Dejarse de filosof¨ªas
Est¨¢ muy bien ocuparse de la filosof¨ªa en la medida en que sirve para la educaci¨®n; pero, si cuando uno es ya hombre de edad a¨²n filosofa, el hecho resulta rid¨ªculo...". As¨ª le espetaba a S¨®crates el sofista Calicles, convencido de que la madurez se demuestra en el abandono de las enso?aciones para entregarse al negocio, pero tambi¨¦n de que la filosof¨ªa ten¨ªa al menos cabida en el bachillerato ateniense. Cien a?os m¨¢s tarde, la recomendaci¨®n de Epicuro va m¨¢s a fondo: "Nadie por ser joven dude en filosofar ni por ser viejo de filosofar se hast¨ªe. Pues nadie es joven o viejo para la salud de su alma". La salud del alma, ?se fijan?: eran otros tiempos. En estos actuales, y en nuestro pa¨ªs, los nuevos sofistas y epic¨²reos de andar por casa se inclinan a creer que el estudio de la filosof¨ªa est¨¢ de m¨¢s incluso en el periodo juvenil. No se nos vayan a estropear los chicos de tanto pensar.
La moda del pensamiento d¨¦bil ha dejado paso a la del pensamiento m¨¢s bien fl¨¢cido
Lo digo (y poco me importa ser tachado de juez y parte en este pleito) por el severo recorte con que se amenaza a la Filosof¨ªa en la en¨¦sima ley educativa que se nos echa encima. All¨¢ el resabiado lector si no alcanza a ver en mi alegato sino una mera -otra m¨¢s- reivindicaci¨®n gremial, la defensa de unos puestos de trabajo o de migajas de poder acad¨¦mico. Es otro signo ambiental el que ya nadie examine las razones del pr¨®jimo por lo que puedan valer por s¨ª mismas, sino desde la sospecha de qu¨¦ nos querr¨¢ vender ese pr¨®jimo con ellas.
El caso es que aqu¨ª no se denuncia un hecho imprevisto; al contrario, estamos ante algo que los mejores pensadores de la modernidad ya pronosticaron hace siglo y medio. La universalizaci¨®n de las relaciones mercantiles, el ascenso del igualitarismo democr¨¢tico, el predominio del esp¨ªritu t¨¦cnico..., todos estos fen¨®menos principales hab¨ªan de confluir en id¨¦ntico resultado: primac¨ªa del saber cient¨ªfico-t¨¦cnico sobre el human¨ªstico, de la raz¨®n instrumental sobre la raz¨®n cr¨ªtica, de la instrucci¨®n sobre la educaci¨®n; en suma, el ingreso en el reino satisfecho de la mediocridad rampante. Es un dictado de la ¨¦poca. No tenemos ya m¨¢s cultura que la cultura de masas, esa que fija el nivel de sus contenidos seg¨²n la talla del m¨¢s torpe y hace de lo espectacular su formato adecuado. Y es triste que un gobierno tenido por "progresista" comulgue con tantos tontos t¨®picos y consienta en someterse a lo que est¨¢ mandado sin amago de resistencia. Ser¨¢ que la moda del pensamiento d¨¦bil ha dejado paso a la del pensamiento m¨¢s bien fl¨¢cido.
As¨ª que nunca hab¨ªamos mentado tanto a la Filosof¨ªa, pues sabido es que no hay departamento de ventas o entrenador de f¨²tbol que carezcan de una; pero se vuelve a plantear reducir su estudio en la ense?anza media. Todos se hacen cruces de la llamada crisis de valores, aunque a nadie parece importarle que la ?tica desaparezca de los "dise?os curriculares" (y hacer hueco, por fas o por nefas, a la Religi¨®n). Cada nueva encuesta sobre actitudes pone de manifiesto la creciente apat¨ªa de la gente joven hacia el espacio p¨²blico y cuanto all¨ª ocurre, su carencia del m¨ªnimo bagaje democr¨¢tico. Bueno, pero la prometedora Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa -tan largo tiempo esperada- podr¨ªa quedar a cargo de cualesquiera profesores que la requieran para completar su dedicaci¨®n docente.
Al fin y al cabo, parece pensarse, si cada cual tiene sus propias convicciones, o sea, unos prejuicios que han de ser respetados, por Dios; y si hay que guardarse de emitir juicios de valor, porque se supone que todos ellos valen lo mismo; y si en estos saberes, a diferencia de los matem¨¢ticos, no podemos confiar en descubrir verdades sino tan s¨®lo en alcanzar opiniones; y si ya no es preciso esforzarse en fundar esas opiniones, puesto que nadie tiene derecho a pedirnos tal fundamento y adem¨¢s nos basta con ejercer nuestra libertad de expresi¨®n; y si nada hay que argumentar, pues no existe intolerancia mayor que el prop¨®sito de persuadir con razones al vecino... Si as¨ª est¨¢n las cosas, ?para qu¨¦ cursar asignaturas de Filosof¨ªa, ?tica o Pol¨ªtica, quieren decirme? Bastante se hace con dejarlas subsistir en los planes de estudio a modo de ornamento ex¨®tico o, para decirlo con el t¨¦rmino sagrado, transversal.
Vivimos en democracia y muchos creen que, en democracia como en el comercio, el ciudadano-cliente siempre tiene raz¨®n. Al menos, cuando son la mayor¨ªa. Pues bien, el grueso de esos clientes repite hasta la saciedad que vamos a dejarnos de filosof¨ªas para dar a entender que en nuestros tratos sobran las monsergas y cualesquiera especulaciones, como no sean las referidas al lucro personal. Y, por si no est¨¢ claro, a?adir¨¢ que conviene desechar las abstracciones para ir a lo concreto, como si fuera posible aproximarse a eso que llaman concreto sin pasar por los conceptos; o como si la realidad se dejara captar tan ricamente, sin poner antes a prueba nuestros presupuestos o creencias. Son legi¨®n -licenciados universitarios incluidos- esos a los que elevarse un palmo por encima del suelo les da v¨¦rtigo y para quienes lo abstracto es sin¨®nimo de abstruso.
Y que levante la mano quien, en el clima antintelectualista que nos envuelve, no haya sentenciado cien veces por hora que una cosa es la teor¨ªa y otra la pr¨¢ctica. Con lo que suelen expresarse muchas barbaridades juntas o por separado. Verbigracia, que la conducta poco tiene que ver con el pensamiento, cuando es ¨¦ste por lo com¨²n el que produce, gu¨ªa o influye en aqu¨¦lla, o como si las costumbres pudieran ser las mismas en caso de cambiar las ideas que las inducen o justifican. Pero tambi¨¦n que, como la realidad -la naturaleza humana, el estado de cosas- no va a permitir la plasmaci¨®n de ning¨²n ideal, vale m¨¢s renunciar de antemano a cualquier ilusi¨®n para quedarnos con lo que hay. Y en aquel lugar com¨²n se viene a decir asimismo que sobra todo deliberar acerca de la legitimidad de los fines, para concentrarse tan s¨®lo en la eficacia o legalidad de sus medios. Resulta entonces que la actividad p¨²blica -por ejemplo- se reduce a simple trasiego de intereses, a un juego de astucia y amenazas, pero en todo caso a algo en lo que nada cuenta la discusi¨®n acerca de principios y en ¨²ltimo t¨¦rmino el sentido de la justicia.
De espaldas a semejante miseria, varios demagogos proclamaron ufanos que cont¨¢bamos con la mejor generaci¨®n juvenil de la historia de Espa?a. Vaya usted a saber, aun cuando el ¨²ltimo informe PISA ya prob¨® que tenemos una de las m¨¢s torpes del presente en el mundo. A ello han contribuido lo suyo nuestras autoridades auton¨®micas, varias de las cuales ordenan educar en una lengua que la mayor¨ªa de los alumnos no emplea fuera de clase y consideran prioritario que los chicos conozcan el nombre del r¨ªo que pasa por su pueblo. Hasta se oyen voces que claman por la Educaci¨®n Vial como una ense?anza imprescindible... Pero si no hay garant¨ªa alguna de que la escuela acabe ense?ando a leer y escribir, debemos agradec¨¦rselo en especial al despotismo tan poco ilustrado de los pedagogos. De la inmoderada invasi¨®n de esta disciplina en ministerios y consejer¨ªas, de sus infladas pretensiones acad¨¦micas, de su pedante jerigonza tanto m¨¢s espesa cuanto m¨¢s vac¨ªa..., se ha callado durante demasiado tiempo. Lo seguro es que la obsesi¨®n acerca del c¨®mo de la ense?anza est¨¢ convirtiendo al ense?ante en un t¨¦cnico de la nada y al ense?ado en un erial. Aprender ya no tiene que ser costoso, sino divertido; la tradici¨®n es cosa de viejos y lo que ahora mismo importa es que todos se enchufen en vena a Internet. No habr¨¢ de extra?ar que una sola noche de rock duro pueda matar en nuestros mozos, al tiempo que un buen pu?ado de neuronas, los pocos conocimientos adquiridos durante la semana. ?Ah!, ?que eso es tambi¨¦n una forma de cultura...? Alg¨²n d¨ªa se pedir¨¢n responsabilidades del da?o causado por tanta estupidez.
Ser¨¢ el mismo d¨ªa (lejano, ay) en que a lo mejor se comprende que la filosof¨ªa resulta tanto m¨¢s necesaria precisamente cuanto m¨¢s in¨²til parezca. Que, donde ella falta, all¨ª florece con seguridad la superstici¨®n en sus varios ropajes; o simplemente la banalidad m¨¢s roma y tediosa, como resuena en la mayor parte de nuestras conversaciones. Y es que no hay educaci¨®n digna de tal nombre sin acercarse a las preguntas esenciales formuladas por los humanos acerca del c¨®mo vivir y c¨®mo morir; sin esa visi¨®n ¨²ltima y radical a la que -desde una conciencia laica- s¨®lo la filosof¨ªa aspira. Desprovista de ella, la educaci¨®n no pasa de ser un aprendizaje de ciertas destrezas (las llaman, como en ingl¨¦s, "habilidades"), una adquisici¨®n de saberes parciales y sin fundamento suficiente, un entrenamiento en los h¨¢bitos que el mercado exige para ganarse la vida. ?Alguien piensa de veras que as¨ª se aprende a ser libre o, en nuestra medida, a eso que llamamos ser feliz?
Pero no es f¨¢cil mantenerse en pugna continua con el entorno y la ¨¦poca. Mientras la filosof¨ªa nos inculca llegar a ser excelentes, la consigna universal manda hacernos normales. Y s¨®lo a un ser anormal como al pensador contempor¨¢neo Adorno se le ocurre sentenciar que "la normalidad es la enfermedad de nuestro siglo". Cosas de la filosof¨ªa, ya ven.
Aurelio Arteta es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Moral y Pol¨ªtica de la Universidad del Pa¨ªs Vasco.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.