M¨¢s ret¨®rica sobre Irak

Bush ha pedido a los estadounidenses paciencia sobre Irak a la vez que intenta convencerles de que mejora la situaci¨®n all¨ª. El presidente ha elegido un escenario castrense, en el primer aniversario del traspaso de poderes en el pa¨ªs invadido, para intentar recobrar al creciente n¨²mero de sus compatriotas que seg¨²n las encuestas desertan de los puntos de vista de la Casa Blanca. Son ya el 60% los que quieren que las tropas vuelvan a casa. La guerra de Irak se ha cobrado por el momento la vida de 1.700 soldados, ha volatilizado 200.000 millones de d¨®lares, y Bush comienza a ver cuestionada su pol¨ªtica incluso en las filas republicanas.

El presidente puede agradecer la inanidad dem¨®crata en este asunto. Pero se equivoca si cree que recurriendo ritualmente a la ret¨®rica patri¨®tica puede esconder la evidencia de que la aventura estadounidense en Irak descarril¨® hace mucho tiempo del gui¨®n trazado por la Casa Blanca. La violencia est¨¢ descontrolada -700 ataques contra fuerzas estadounidenses el mes pasado, sumados a matanzas de civiles en cadena- y el pa¨ªs ¨¢rabe se ha convertido en campo de experimentaci¨®n terrorista para yihadistas llegados de los cuatro confines. Rumsfeld, matizando el optimismo de su jefe, acaba de sugerir que puede llevar muchos a?os derrotar a la insurgencia iraqu¨ª, mientras el vicepresidente Cheney se pone en rid¨ªculo al afirmar que "est¨¢ en las ¨²ltimas".

La realidad que Bush se resiste a aceptar, mientras insiste en invocar una y otra vez inventados v¨ªnculos entre el terrorismo iraqu¨ª y los acontecimientos del 11-S, es que Washington no puede aguantar mucho tiempo la presencia de 140.000 de sus soldados en Irak, insuficientes a pesar de todo. Simplemente porque en poco m¨¢s de un a?o el uso de reservistas se habr¨¢ estirado hasta el l¨ªmite. Con buen criterio el presidente estadounidense rechaza fijar una fecha para el comienzo de una retirada que, en las circunstancias actuales, derivar¨ªa presumiblemente en una guerra civil de incalculables consecuencias geopol¨ªticas.

El segundo mandato de Bush va mal. Sus ¨ªndices de aprobaci¨®n son muy bajos e Irak se va alzando como un muro entre la Casa Blanca y los ciudadanos. Washington, pese a las admitidas negociaciones de sus representantes con cabecillas insurgentes, va perdiendo por momentos las opciones de reconducir un conflicto imposible de liquidar exclusivamente por medios militares. Y el elegido y decepcionante Gobierno iraqu¨ª es incapaz de manejar pol¨ªticamente la situaci¨®n, dada la atomizaci¨®n y la prevalencia de intereses sectarios, ¨¦tnicos o de clan sobre los del pa¨ªs que se desangra. Con m¨¢s de tres a?os por delante, la inquietante deriva de Irak exige que el presidente liquide su pol¨ªtica de secretismo, comience a decir la verdad y propicie en vez de esconderlo un debate nacional sobre lo que ocurre y c¨®mo afrontarlo.