Alpujarra

Me comenta mi amiga Mar¨ªa, alpujarre?a de ra¨ªces profundas, dos temas que son ramas del mismo tronco: por una parte, la implantaci¨®n de invernaderos en la comarca y, por otra, el arranque de olivos centenarios o moriscos para plantarlos en los patios de mansiones catalanas o francesas.

La Alpujarra, comarca natural enclavada en las provincias de Almer¨ªa y Granada, pas¨® a formar parte del ideal rom¨¢ntico del siglo XIX, y ha seguido si¨¦ndolo hasta nuestros d¨ªas por sus m¨²ltiples atractivos: el enclave natural entre los brazos de Sierra Nevada y los pies del Mediterr¨¢neo, la singularidad de sus pueblos, su modelo agrario y comercial, la seriedad y alegr¨ªa de su gente, y una cultura de la hospitalidad y del respeto al medio ambiente que en otros lugares desapareci¨® ya hace tiempo.

Estas peculiaridades la sit¨²an en inmejorables condiciones para que se implante un modelo de desarrollo ecol¨®gica, econ¨®mica y humanamente sostenible. Es el lugar perfecto para ello.

Pero no hay mayor ciego que el que no quiere ver ni mayor sordo que el que no quiere oir. No articular mecanismos que fomenten una econom¨ªa acorde y respetuosa con el medio es facilitar la implantaci¨®n del pl¨¢stico y el arranque de un bosque singular como lo es el de los olivos moriscos. Esto significa un cambio sustancial en la cultura alpujarre?a, un cambio depredador e insolidario.

Andaluc¨ªa tiene muchas joyas. Sin duda alguna, la Alpujarra es una de ellas. Hagamos lo posible para que su gente viva dignamente y para que los dem¨¢s podamos seguir tambi¨¦n disfrutando de ella.