Refugio entre palmeras

Ante el frenes¨ª inversor desatado en la costa mediterr¨¢nea por hoteles cada vez m¨¢s grandes y apretados entre s¨ª, tranquiliza descubrir peque?os reductos de hospitalidad. Hotelitos de impacto m¨ªnimo en su medio ambiente, y, sin embargo, m¨¢ximo en la sensibilidad de quienes se toman en ellos unas vacaciones. Como La Falconera, un oasis de silencio en medio de la comarca valenciana de La Safor, muy cerca de Gand¨ªa, en la que ya no cabe un alfiler entre tanto cemento. Aqu¨ª todav¨ªa puede uno despertarse con el trino de los p¨¢jaros, el coro de los grillos rezagados y los ladridos insistentes de los perros del vecindario.

El matrimonio galo Yves Malvolti y Th¨¦r¨¨se Gazengel se ha buscado un lugar as¨ª de perdido para vivir un sue?o hotelero germinado en los riads de Marraquech con la convicci¨®n de que la Espa?a que no mira al ladrillo es todav¨ªa un para¨ªso para existir en paz. Su hotel no exhibe una arquitectura poderosa sobre la que poder hablar. Es s¨®lo una vieja casa mimetizada entre la arboleda, de paredes bien encaladas e interiores di¨¢fanos, luminosos y sencillos, enamorados de las plantas y su funci¨®n oxigenante. Pero qu¨¦ fuelle desestresante... T¨ªmidos, m¨ªnimos, los muebles, de geometr¨ªa recta y olor a maderas orientales, evitan ser los protagonistas de la casa. Son las ventanas y el escenario al otro lado del cristal los que reclaman la mirada: el jard¨ªn de ficus, el bosque de palmeras y pinos mediterr¨¢neos. Cada habitaci¨®n es diferente, singular. La n¨²mero 3 proyecta al exterior una enorme terraza frente al jard¨ªn, en la que se puede tomar el desayuno, reconstituyente y placentero: zumo de naranjas reci¨¦n exprimidas, boller¨ªa casera y macedonia de frutas con canela. Yves y Th¨¦r¨¨se comparten con sus hu¨¦spedes un hogar agradable para vivir, un refugio ocioso para pensar. Y, sobre todo, el cultivo org¨¢nico del tiempo, el ¨²ltimo lujo de la civilizaci¨®n occidental.