Srebrenica, diez a?os despu¨¦s
En las semanas precedentes a mi tercera y ¨²ltima visita a Sarajevo durante sus cuarenta meses de asedio, 1a ofensiva croata en la Krajina, con la consiguiente expulsi¨®n o huida de la minor¨ªa serbia, hab¨ªa precipitado la respuesta de los ultranacionalistas de Karadzic y Mladic: el asalto y conquista de los ¨²ltimos enclaves bosniomusulmanes te¨®ricamente protegidos por la ONU. Se intentaba as¨ª poner al d¨ªa, conforme a las nuevas realidades creadas por la fuerza de las armas, el acuerdo pragm¨¢tico entre Milosevic y Tudjman tocante al reparto de Bosnia-Herzegovina a costa del Gobierno leg¨ªtimo de Sarajevo. Desde la irrupci¨®n de los ?guilas Blancas de Arkan y los Tigres y Escorpiones paramilitares en las poblaciones sitiadas, poco o nada se sab¨ªa oficialmente de la suerte de sus habitantes. Milosevic callaba, Unprofor tambi¨¦n, y la comunidad internacional, con la Uni¨®n Europea al frente, miraba a otro lado y fing¨ªa ignorar lo acaecido. No obstante, desde mi llegada a la ciudad el 20 de agosto de 1995, el rumor de las matanzas se hab¨ªa extendido y afianzado con el testimonio directo de algunos supervivientes. Pero la prensa internacional -las grandes agencias informativas y los escasos corresponsales acreditados en una ciudad en la que el horror no era ya noticia- no daba cuenta de ello: segu¨ªa la pauta de los mandos de Unprofor, de acuerdo con las declaraciones tranquilizadoras del comandante holand¨¦s destacado en Srebrenica, Robert Franken, seg¨²n las que "la evacuaci¨®n del enclave se [hab¨ªa] realizado de acuerdo con las normas de la Convenci¨®n de Ginebra".
Milosevic callaba, Unprofor tambi¨¦n, y la comunidad internacional, con la UE al frente, miraba a otro lado y fing¨ªa ignorar lo acaecido en la Krajina
Hab¨ªa ido a Sarajevo con una acreditaci¨®n de Le Nouvel Observateur, para el que escrib¨ª las 'Estampas de una ciudad todav¨ªa asediada', publicadas simult¨¢neamente en sus p¨¢ginas y en las de EL PA?S cuatro d¨ªas despu¨¦s de los intensos bombardeos de castigo de la aviaci¨®n norteamericana a las posiciones serbias del monte Igm¨¢n y las monta?as desde las que llov¨ªan a diario los obuses y morteradas. Mi experiencia de la colusi¨®n de Unprofor con los sitiadores y la larga lista de infamias de las que hab¨ªa sido testigo o que conoc¨ªa a trav¨¦s de fuentes de toda confianza, avalaban mis sospechas sobre lo que se escond¨ªa bajo este incomprensible silencio.
Atropellos y cr¨ªmenes
A la pol¨ªtica descaradamente proserbia de Mitterrand, al "realismo" de lord Owen y Butros Gali y a los elogios del general Briquemont al "profesionalismo" de los oficiales de Karadzic se sumaban una serie de hechos que evoqu¨¦ en mi Cuaderno y en diferentes art¨ªculos posteriores al mismo: el asesinato del vicepresidente bosnio, sacado a la fuerza de la tanqueta que lo transportaba del aeropuerto al edificio de Correos de Sarajevo ante los ojos de los soldados franceses que lo custodiaban sin que ¨¦stos movieran un dedo para salvarlo (su jefe, el coronel Sartre -?pobre Jean- Paul!- fue incluso condecorado luego con la Legi¨®n de Honor); el secuestro impune de militares de Unprofor por las huestes de Karadzic como instrumento de presi¨®n y chantaje para lograr sus fines; las atrocidades cometidas a la entrada de los patriotas en el enclave, asimismo protegido, de Bihac, con la repugnante fotograf¨ªa del chiquillo a quien hab¨ªan encasquetado un fez turco en medio del jolgorio de la soldadesca; la tentativa desesperada de Srebrenica de retener de reh¨¦n al general Philippe Morillon, al que la prensa francesa enhestaba a la categor¨ªa de h¨¦roe y denominaba Philippe de Bosnie, y que call¨® como un muerto despu¨¦s del genocidio, pese a que se hab¨ªa comprometido a impedirlo ante las futuras v¨ªctimas.
Tantos y tantos atropellos y cr¨ªmenes no auguraban nada bueno, y el comentario del inefable mediador de la ONU, Yasoshi Akashi, a los acontecimientos -"los serbios ten¨ªan motivos justificados para atacar el enclave"- pon¨ªa la guinda al nauseabundo pastel¨®n de mentiras, manipulaciones y complicidades inconfesables con el que se ocult¨® la verdad de la limpieza ¨¦tnica de la poblaci¨®n musulmana de Bosnia: el mayor genocidio ocurrido en Europa desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Nunca he sentido tanto asco por el pragmatismo del que suelen hacer gala los pol¨ªticos como aquellos d¨ªas en los que la poblaci¨®n civil inerme de Sarajevo esperaba in¨²tilmente a Godot.
Mi familiaridad de lector con el casticismo cristiano viejo espa?ol y su reinterpretaci¨®n por Manuel Garc¨ªa Morente y los heraldos de la Falange, me hab¨ªan preparado para entender mejor que mis colegas europeos y norteamericanos, educados en unos principios menos burdos y at¨¢vicos, el discurso vertebrador del totalitarismo identitario serbio, en su busca obsesiva de una pureza ¨¦tnica, nacional y religiosa exaltada por la Iglesia ortodoxa y los escritores al servicio del mito. En Sarajevo. Diario de un ¨¦xodo, Dzevan Karahasan observa que, para los poetas y novelistas mit¨®logos, la pertenencia al grupo ¨¦tnico dotado de una misi¨®n nacional y de un imperativo hist¨®rico, determina el destino y conducta de sus miembros, de forma que todos ellos "sienten, desean, respiran y piensan de acuerdo con su filiaci¨®n". Tal unanimismo colectivo, presente en el teatro de Lope de Vega y de otros autores del Siglo de Oro, refleja fielmente una tradici¨®n castiza: la de una supremac¨ªa identitaria dogm¨¢ticamente asumida en las costumbres a lo largo de los siglos tanto en Serbia como en Espa?a.
Las concomitancias entre el esencialismo espa?ol de ra¨ªz cristiano vieja, expuesto por Garc¨ªa Morente, Ramiro de Ledesma o Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera, con el de Dobrica Cosic -para quien la comunidad patri¨®tica aparece como Dios y su pertenencia a ella como un destino- no son epis¨®dicas ni circunstanciales. En ambos casos, "la patria es la unidad de destino en lo universal", seg¨²n la conocida f¨®rmula joseantoniana. Si el serbio vital exige que cuanto se oponga a su misi¨®n desaparezca o se someta al imperio de su palabra, el caballero espa?ol de Garc¨ªa Morente, "se siente llamado a cumplir una misi¨®n", esto es, "desenvolver su propia esencia hasta el t¨¦rmino final y completo". El n¨²mero de v¨ªctimas de esta voluntad rectil¨ªnea de imperio -en la Espa?a de 1936-1939, en la ex Federaci¨®n yugoslava en la pasada d¨¦cada- no cuenta. La Patria Eterna los bendecir¨¢.
Misi¨®n mesi¨¢nica
Como dice la antrop¨®loga belga Christiane Stallaert, "desde el convencimiento de que el propio pueblo es el que m¨¢s responde a la imagen de Dios sobre la tierra, los responsables de la pol¨ªtica etnicista se sienten investidos de una misi¨®n mesi¨¢nica de alcance universal que los induce a imponer su propio orden ¨¦tnico al mundo entero". La ret¨®rica esencialista e identitaria lleva consigo, en efecto, el desbordamiento sangriento de la limpieza ¨¦tnica o ideol¨®gica por parte de los supuestos h¨¦roes o caudillos: las diferencias ¨¦tnicas, religiosas o ling¨¹¨ªsticas, una vez convertidas en un muro insalvable, transforman al compatriota diferente en un cuerpo extra?o. Los espa?oles rojos no eran espa?oles rojos, sino rojos a secas; los musulmanes bosnios, deseslavizados de un plumazo, pasaron a formar parte del aborrecido invasor turco de 1389.
Si la exaltaci¨®n delirante del totalitarismo identitario desde la accesi¨®n de Milosevic al poder auguraba la destrucci¨®n de la Federaci¨®n Yugoslava y el inicio de las campa?as de limpieza ¨¦tnica, la brutalidad de un genocidio a la escala del perpetrado en Srebrenica creaba una situaci¨®n in¨¦dita para sus responsables y ejecutores. ?Cre¨ªan en la posibilidad de ocultarlo a la opini¨®n mundial?, ?confiaban en que ¨¦sta lo aceptar¨ªa como una consecuencia de la realpolitik en el trazado de las nuevas fronteras?
La suerte de las armas
Como nos muestra la experiencia, el conocimiento o disimulo de las matanzas colectivas y de otros cr¨ªmenes contra la humanidad depende en gran parte de la suerte de las armas. La historia la escriben los vencedores y sus atropellos caen en el olvido. La apuesta de los l¨ªderes de Belgrado y Pale, compartida con los mandos de Unprofor, por una victoria militar serbia sobre la Armiya bosnia, part¨ªa de 1a creencia en la impunidad y en el silencio impuesto a las v¨ªctimas. Lo acaecido en los tres a?os y pico del asedio a Sarajevo les reconfortaba en la idea de que Europa y Naciones Unidas se encoger¨ªan de hombros. Si todo el mundo hab¨ªa cerrado los ojos ante los horrores de Foca, Vishegrad o Bihac, ?por qu¨¦ no lo har¨ªa una vez m¨¢s? Con todo, los matones de Pale no hab¨ªan advertido una serie de cambios en el contexto internacional del conflicto. La muerte de su protector Mitterrand y la reacci¨®n de Chirac a su ¨²ltima y humillante toma de rehenes franceses, la creciente impaciencia de Clinton ante la ineficacia de Unprofor y la par¨¢lisis de la Uni¨®n Europea pon¨ªan a prueba la solidez de la pol¨ªtica de no intervenci¨®n en la que se amparaban para cometer sus fechor¨ªas. Sin los bombardeos americanos ni la imposici¨®n de los paticojos e injustos Acuerdos de Dayton, es muy probable que la masa de pruebas reunidas por la Corte Internacional de La Haya hubiera corrido la misma suerte que las del empleo de armas qu¨ªmicas por Sadam Husein en el frente iran¨ª, de la destrucci¨®n de Hama por el r¨¦gimen baazista o del genocidio armenio durante la Primera Guerra Mundial. Como escribi¨® Tito Livio sobre la derrota de los galos, Vae victis!
La ocultaci¨®n deliberada de la magnitud del genocidio de Srebrenica durante casi dos meses obedec¨ªa a la situaci¨®n de par¨¢lisis de Unprofor, la OTAN, la ONU y la Uni¨®n Europea, par¨¢lisis provocada por sus diferentes enfoques de dar fin al conflicto. Excluida la victoria total de Karadzic y la entrega de Sarajevo a sus asediadores, se impon¨ªa la necesidad de forzar un acuerdo entre las partes que desembocar¨ªa semanas m¨¢s tarde en Dayton. Tras lo ocurrido en el enclave protegido de Bihac, la creciente presi¨®n de la opini¨®n mundial forz¨® a Clinton a intervenir decisivamente en el conflicto. D¨ªas despu¨¦s del inicio de los bombardeos de castigo, las agencias de prensa divulgaron al fin la informaci¨®n retenida.
Aislados del mundo
El 22 de agosto, unos amigos de la Armiya bosnia me acompa?aron al departamento de traumatolog¨ªa del hospital sarajevita de Kosovo, en donde pude entrevistar a tres heridos -uno de ellos con la pierna amputada- que lograron refugiarse en la capital bosnia tras la entrada de las milicias de Mladic en los enclaves sin protecci¨®n divina ni humana de Srebrenica y Zepa. Dos d¨ªas despu¨¦s, publiqu¨¦ en EL PA?S (Llovi¨® sobre nosotros un diluvio de fuego, 24-8-95) el testimonio de uno de ellos, del que reproduzco los siguientes p¨¢rrafos:
"Durante m¨¢s de tres a?os vivimos aislados del mundo, cercados y bombardeados por los serbios, padeciendo de hambre y de fr¨ªo, sin medicamentos ni medios de tratar decentemente a los heridos y mutilados por minas y morteros. Las milicias de Karadzic imped¨ªan el paso a los convoyes humanitarios y se apoderaban de la comida y medicinas destinadas a los sitiados sin que la
[Fuerza de Protecci¨®n de las Naciones Unidas] Unprofor moviera un dedo para impedirlo".
"Cuando los chetniks (radicales serbios) iniciaron el asalto e irrumpieron en la zona protegida por la ONU, el comandante holand¨¦s -que luego vi fotografiado, brindando con champa?a, tras la ocupaci¨®n del enclave, con el general serbio Mladic- nos minti¨®. Asegur¨® al alcalde que los aviones de la OTAN bombardear¨ªan las l¨ªneas serbias e impedir¨ªan el asalto. En realidad, se reuni¨® con Mladic y pact¨® con ¨¦l el lugar en donde arrojar¨ªan las bombas: un campo desierto, con un viejo tanque inservible".
"Luego cay¨® sobre nosotros un diluvio de fuego. El alcalde pidi¨® a Unprofor que amparara en su cuartel a los heridos, pero el jefe rehus¨®. Los chetniks llegaron a la ciudad y ocuparon sin resistencia el campo militar holand¨¦s. Cuando vimos que nos hab¨ªan vendido tratamos de huir. Unos centenares de adultos y j¨®venes que se rindieron fueron fusilados. Alrededor de quince mil hombres escapamos a campo traviesa intentando alcanzar las l¨ªneas bosnias. De ellos, s¨®lo tres mil quinientos salimos con vida. Los restantes han desaparecido, y me temo que nadie los volver¨¢ a ver".
"El 11 de julio, cuando cedi¨® el ¨²ltimo basti¨®n de la resistencia en Srebrenica, partimos hacia Tuzla en fila india, a causa de los campos de minas. Form¨¢bamos una columna de casi diez kil¨®metros de largo. A lo largo del trayecto nos tend¨ªan emboscadas. Dejamos la pista sembrada de cad¨¢veres y deb¨ªamos cargar con los heridos. Por fin, entramos en una zona monta?osa cubierta de bosque y maleza. Cuando cre¨ªamos haber dejado atr¨¢s el peligro, nos encontramos con que los serbios nos esperaban abajo con ametralladoras y morteros. Dispararon sobre nosotros y nos lanzaron unos gases que me desestabilizaron y me hicieron perder el sentido de la orientaci¨®n. Un grupo de soldados quiso rendirse y agit¨® una bandera blanca. Cre¨ªan que as¨ª iban a salvar la vida y fueron ametrallados y degollados. Los heridos que tuvimos que abandonar corrieron la misma suerte. (...)".
"Los supervivientes retrocedimos y volvimos al monte. Yo buscaba desesperadamente a mi padre entre los muertos y heridos que yac¨ªan en el bosque, pero no di con ¨¦l. En el trayecto de retorno a Srebrenica hab¨ªa pilas de cad¨¢veres en descomposici¨®n, devorados ya por buitres. El hedor era insoportable. (...)".
"En todos lados hab¨ªa cad¨¢veres, fosas comunes, bandadas de buitres. Ten¨ªamos que cruzar de nuevo las l¨ªneas serbias, y lo logramos gracias a un camarada que conoc¨ªa bien las pistas de monta?a. Dorm¨ªamos ocultos de d¨ªa y camin¨¢bamos de noche".
"Al aproximarnos a Srebrenica vimos que los chetniks hab¨ªan incendiado todos los pueblos del enclave y no quedaba un ser vivo. Entonces decidimos huir a Zepa, ignorando que en aquel preciso momento sufr¨ªa el asalto de las tropas de Mladic. Caminamos dos d¨ªas y dos noches para descubrir el mismo espect¨¢culo: cad¨¢veres, tierra quemada, bombardeos indescriptibles, visiones del horror. Acud¨ª al hospital a curar a los heridos. El comandante del batall¨®n ucranio, que sol¨ªa ir a beber vodka al cuartel de campa?a de Mladic, no hizo nada para proteger a la poblaci¨®n civil. Las mujeres que acudieron a suplicarle ayuda fueron violadas por los chetniks en las mismas barbas de los soldados de Unprofor. Luego o¨ª decir que Mladic solt¨® a estas pobres j¨®venes: 'Vais a tener el honor de ser las esposas de mis valientes soldados".
Testimonio
Este testimonio fue el primero en romper el vergonzoso silencio en torno a lo acaecido. Sadik Ahmatovic, ex estudiante de Medicina en la Universidad de Belgrado a quien la guerra pill¨® en Srebrenica, su pueblo natal, sintetiz¨® en ¨¦l todos los elementos y factores del drama. Si la cifra total de v¨ªctimas -unas ocho mil y pico- fue inferior a sus estimaciones, lo esencial est¨¢ all¨ª: la rendici¨®n del batall¨®n holand¨¦s de Unprofor, la matanza de casi la totalidad de la poblaci¨®n masculina del enclave, la barbarie sin l¨ªmites de las milicias de Mladic. Pero si los responsables del Holocausto fueron juzgados en N¨²remberg y pagaron por sus cr¨ªmenes, los del totalitarismo identitario de la Gran Serbia en Bosnia siguen en libertad. El carnicero de Srebrenica fue visto hasta hace un a?o en el estadio de f¨²tbol y en los restaurantes de lujo de Belgrado. El poetasiquiatra permanece oculto en alg¨²n lugar de la entidad serbobosnia creada en Dayton, probablemente en uno de los monasterios de la Iglesia ortodoxa que le proclam¨® en plena guerra "hijo predilecto de Jesucristo". S¨®lo su detenci¨®n y enjuiciamiento, con Milosevic y los dem¨¢s responsables de cr¨ªmenes contra la humanidad, tanto de Serbia como de Croacia, puede reivindicar la memoria de las v¨ªctimas y mostrar a la opini¨®n p¨²blica de Belgrado y Zagreb el verdadero rostro de sus presuntos h¨¦roes y patriotas.
No quiero terminar esta evocaci¨®n del genocidio de la poblaci¨®n musulmana de Bosnia sin referirme a sus previsibles consecuencias. Imaginar que la cobard¨ªa, complicidad e impotencia de los pa¨ªses occidentales que gestionaron el asedio de Sarajevo y de los dem¨¢s enclaves supuestamente protegidos, no iban a pasarles factura es vivir fuera de la realidad. En otra ocasi¨®n reproduje la carta de un soldado franc¨¦s de Unprofor de origen argelino en la que, tras dar cuenta de las matanzas, torturas, violaciones de ni?as y fosas comunes de Bihac, conclu¨ªa: "Mis superiores me prohibieron divulgar los hechos que acabo de describir. Pero yo desobedezco sus ¨®rdenes para denunciar los cr¨ªmenes odiosos y b¨¢rbaros y he decidido volver a Bosnia para continuar all¨ª, por mi cuenta, la lucha contra el sadismo de los extremistas de Karadzic". Su reacci¨®n fue la de centenares, tal vez millares, de voluntarios musulmanes procedentes de Europa, Oriente Pr¨®ximo y el Magreb. Convers¨¦ con algunos en Split y Sarajevo, y advert¨ª su creciente radicalismo religioso y convicciones yihadistas. Fueron ellos, junto a los combatientes ¨¢rabes de Chechenia, la punta de lanza de un proyecto estrat¨¦gico global que fraguar¨ªa en Afganist¨¢n y culminar¨ªa con la creaci¨®n de Al Qaeda y los monstruosos atentados del 11-S y e1 11-M. Como escrib¨ª en aquellas fechas al denunciar la pasividad de las democracias occidentales y su indiferencia a cuanto ocurre en zonas ajenas a sus intereses econ¨®micos y estrat¨¦gicos, sus secuelas iban a salpicarnos a todos. Una vez abierta la caja de Pandora, ?qui¨¦n alcanzar¨ªa a cerrarla?
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