Polic¨ªa de escuela
Un d¨ªa con los agentes que trabajan en la resoluci¨®n de conflictos de los institutos revela los problemas a los que se enfrentan los profesores y directores de los centros escolares
En un viaje de rutina por el distrito los agentes tutores descubren a Michael perdiendo el tiempo en el parque. Uno de ellos, Alberto, se acerca a ¨¦l en la moto mientras los amigos del chaval salen huyendo. ?Por qu¨¦ no est¨¢ Michael en el instituto? El chico se echa a llorar; ya conoce a los agentes tutores y sabe el final de la pel¨ªcula: de vuelta al instituto a dar explicaciones de su ausencia. En el coche de los agentes el muchacho lagrimea desconsolado, resopla, hipa, se tapa la cara con desesperaci¨®n y una pizca de teatro: "No, por favor, que me van a poner un expediente disciplinario, que mi padre me va a mandar a mi pa¨ªs, por favor, yo quiero quedarme en Espa?a, por favor", se retuerce.
"Me voy a poner una gorra, esta calva ya la conocen", bromea uno de los agentes tutores
La bronca suele empezar a la salida. Las pandillas se esperan entonces
La polic¨ªa Antonia, una agente tutor del distrito madrile?o de Usera, le habla en tono conciliador y sereno. Le pregunta su nombre (que en este reportaje aparece cambiado), su edad ("voy para los 15"), el instituto donde est¨¢ matriculado, el trabajo de su padre, si tiene hermanos. Y va rellenando la ficha con todos los datos. El padre es emigrante y vive en Espa?a con su pareja, que no es la madre de Michael porque ella est¨¢ en Sudam¨¦rica. El chico tiene aqu¨ª hermanos de una y otra mujer. Si se porta mal volver¨¢ con su madre, dice, y esta es la segunda vez que le pillan haciendo novillos. Pero ha hecho muchos m¨¢s.
Los agentes tutores son polic¨ªas municipales del Ayuntamiento de Madrid. Su actividad comenz¨® en abril de 2002 con 37 miembros. Ahora son 105 distribuidos por los distritos de la capital; unos trabajan en el turno de d¨ªa, desde la apertura al cierre de los colegios, y los dem¨¢s cubren el turno de tarde.
El coche sin distintivos de la polic¨ªa para en la puerta del instituto de Michael, un centro del distrito Usera, al sur de Madrid. Los recibe el jefe de estudios. "Michael est¨¢ repitiendo 1? de ESO, el a?o pasado no iba mal del todo, por eso decidimos que tuviera una segunda oportunidad. No s¨¦ en qu¨¦ l¨ªos anda metido, no lo s¨¦, pero este curso ha faltado mucho y va peor, creo que se est¨¢ dejando llevar por algunos amigos, no lo s¨¦". El muchacho, todav¨ªa lloroso, levanta la vista hacia el profesor: "Voy bien en lengua y sociales", dice.
En el instituto han intentado localizar a su padre "muchas veces" y no ha habido forma. Si procede la expulsi¨®n o alguna otra medida extraordinaria del estilo por absentismo, mal comportamiento o faltas acumuladas es necesario informar al padre. Pero las familias no siempre responden a la llamada del colegio. Por lo general se trata de esas familias con apellido eufem¨ªstico: "desestructuradas". Sus imposibles horarios de trabajo o el desinter¨¦s m¨¢s absoluto por los estudios de los hijos les convierten en invisibles. Por eso los agentes tutores de vez en cuando se prestan para llevar las notificaciones a casa de los alumnos. Hoy han decidido entregar una de esas cartas. Dejan a Michael recogido en el instituto y dirigen el coche hacia Orcasur, otro barrio de la zona, muy gitano. Por las ventanas se escuchan cantares. Es mediod¨ªa cuando Alberto pulsa el timbre y descubre detr¨¢s de la puerta la cara interrogante de una chica joven. Despu¨¦s aparece el padre y la madre, con un beb¨¦, que a¨²n no anda, colgado de su mano. Estas visitas les sirven a los agentes para completar datos sobre el entorno en que viven los ni?os. "Mi hijo es muy bueno, si el colegio tiene quejas yo tambi¨¦n las tengo con el colegio, he ido varias veces y con asistentes sociales", explica la madre, y se resiste a firmar el acuse de recibo. Los agentes, que no lo parecen por que no llevan uniforme, la convencen de que el papel no es m¨¢s que una cita para que vaya al centro a hablar con los profesores. La mujer accede, por ¨²ltimo.
Y vuelta al coche. De camino, otra parada: dos chicos caminan por la acera. "?Qu¨¦ hac¨¦is, no es hora de clase?". Los muchachos ense?an su carn¨¦ a Alejandro, el tercer agente. Est¨¢n en 4? de secundaria, son los d¨ªas finales del curso, los ex¨¢menes. Tienen 16 a?os. A esa edad acaban las obligaciones de los agentes tutores y comienzan las del polic¨ªa si se trata de asuntos que les competen. Los polic¨ªas que les sustituyen por la tarde se encuentran con casos m¨¢s serios: los estudiantes est¨¢n ahora en la calle y las drogas, peleas, escapadas son m¨¢s frecuentes. En horario escolar, sin embargo est¨¢n controlados en los institutos, las puertas cerradas, la obligaci¨®n de estar en clase. "Eso ha trasladado la gresca a la salida de los centros, porque hace unos a?os los chicos andaban sueltos por el patio, sal¨ªan, entraban y ahora est¨¢n controlados dentro", dice el director del instituto Ciudad de Ja¨¦n, Rafael Fern¨¢ndez. La bronca suele empezar a la salida. Las pandillas de centros cercanos se esperan entonces. Cuando suena el timbre ya hay un coche de la polic¨ªa aparcado a la puerta del instituto. Cada d¨ªa.
Eso ha aliviado el problema, pero hoy, los polic¨ªas trasladan a los agentes tutores el ¨²ltimo parte del que todav¨ªa no ten¨ªan noticia. Los alumnos de ese centro llevan algunos d¨ªas yendo a buscar a los de otro de la zona. Los l¨ªos van de ac¨¢ para all¨¢.
"No se trata de bandas, se est¨¢ alarmando a la gente en exceso, son pandillas de chicos que imitan a las bandas, por moda, se ponen las gorras, los pa?uelos, hacen los gestos y se dedican a meter miedo a los chavales, les quitan el m¨®vil, pero no son bandas, esas las forman chicos m¨¢s mayores", explican los agentes.
Alejandro recuerda una an¨¦cdota reciente para ilustrar cierto "alarmismo injustificado" respecto a las bandas. "Nos llam¨® una madre para que fu¨¦ramos a la salida del colegio porque a su hijo le iban a pegar unos latin king. El chico ten¨ªa 14 a?os y cuando llegamos resulta que los agresores eran dos espa?oles de 10 y 12 a?os". "Los pandilleros no son m¨¢s violentos que las bandas de espa?oles de su edad", insisten.
Pero molestar, molestan, y acosan y perturban la vida de los centros a veces hasta la desesperaci¨®n. A estos tres agentes tutores les ha tocado escoltar a un muchacho acosado hasta el instituto y de vuelta a casa una temporada. Han recibido alguna formaci¨®n para tratar los problemas escolares. En los casos de acoso, de mayor o menor intensidad, se emplean para dar la vuelta a la realidad, labores de mediaci¨®n que en ocasiones dan sus frutos. Recuerdan un caso de una adolescente correosa, "que mataba con la mirada" y que estaba haciendo la vida imposible a una compa?era. Los padres de la v¨ªctima quer¨ªan denunciarla y ellos consiguieron devolver la situaci¨®n a la normalidad: "La chica al final se puso a llorar y se par¨® la denuncia: las dos se hicieron amigas; pidi¨® perd¨®n a todo el mundo".
Ya se ha dicho que los agentes van de paisano, pero los alumnos los ven r¨¢pido, algunos salen a la carrera en cuanto los reconocen, otros se acercan a hablar con confianza. Cuando les ven aparecer, aunque hayan cambiado de coche, se oyen algunas burlas amistosas a trav¨¦s de la valla del instituto: "No hacemos peyas, no hacemos peyas". Los agentes han impartido conferencias sobre drogas y convivencia para todos los alumnos de 2? de secundaria del distrito. "Como para no conocernos. Me voy a poner una gorra, esta calva ya la conocen", bromea Alejandro.
Por eso echaron a correr los amigos de Michael mientras ¨¦l compareci¨® lloroso ante el jefe de estudios adjunto. Ha tenido suerte, el insituto no tramitar¨¢ ning¨²n expediente por el momento, son los ¨²ltimos d¨ªas de curso y ya no ha lugar, dicen. Hablaron con su familia. Su entorno m¨¢s cercano y el esfuerzo de los profesores podr¨¢n acaso enderezar un futuro incierto. Michael podr¨¢ seguir estudiando en Espa?a o, como amenaza su padre, volver a su pa¨ªs.
Un alivio para la pelea diaria
La opini¨®n de los directores del distrito sobre la actividad que desarrollan los agentes tutores es pr¨¢cticamente un¨¢nime: "Un alivio"; "un gran beneficio", "una ayuda inestimable". "Los directores de mi zona, y los de Vallecas, a los que conozco, estamos todos encantados. Encontramos apoyo y respaldo y nos dan pistas para saber c¨®mo actuar", dice Jos¨¦ Antonio Mart¨ªnez, director del P¨ªo Baroja. "Trabajan en casos de absentismo, de acoso, pero tambi¨¦n nos ayudan a contactar con los padres, y eso es fundamental porque nosotros muchas veces no llegamos a las familias. Han colaborado para trasladar nuestras peticiones a familias con las que a veces la comunicaci¨®n no es sencilla; ellos tienen autoridad", a?ade.
En el mismo distrito, el director del instituto Pradolongo, Jes¨²s P¨¦rez, incide en lo mismo: el alivio que supone saber que est¨¢n ah¨ª para aplacar peleas que se ven venir tanto fuera como dentro de las verjas del colegio. "Esas peleas que ellos impiden fuera del centro, con s¨®lo estar merodeando por ah¨ª, no se reproducen luego dentro, ni tampoco fuera cuando el origen del enfado estuvo en el horario de clase".
Otro director, Rafael Fern¨¢ndez, destaca sobre todo la labor de mediaci¨®n entre familias y pandillas, pero tambi¨¦n que han hecho de puente entre los equipos directivos de unos centros y otros, un trabajo colectivo que facilita la labor de estos profesores. No son centros f¨¢ciles por el entorno en que est¨¢n ubicados.
El viernes es un d¨ªa temible. "Los chicos tienen ganas ya de fin de semana y est¨¢n revueltos, tambi¨¦n les pasa los finales de trimestre, cuando se acercan las vacaciones", recuerda Jos¨¦ Antonio Mart¨ªnez. Esos d¨ªas es cuando m¨¢s suenan los tel¨¦fonos de los agentes tutores. Y despu¨¦s hay que rellenar el papeleo, anotar cada caso, algunos de ellos graves que se derivan a la fiscal¨ªa, por ejemplo.
Los complejos equilibrios de convivencia, el fracaso escolar galopante (en algunos centros menos del 20% consiguen el t¨ªtulo b¨¢sico), la diversidad del alumnado y "la poca o ninguna apetencia por continuar los estudios que tienen algunos alumnos" enredan a diario el quehacer de los profesores. Por esa raz¨®n, la llegada de los agentes tutores, coinciden, ha venido a aliviar parte del trabajo diario. Se trata de anticiparse a la pelea.
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